M. Pérez
Jueves, 12 de septiembre 2024, 23:30
Reinvención y renacimiento son dos términos que el primer ministro británico, sir Keir Starmer, utiliza para descibrir el necesario proceso de mejora de la Sanidad británica (NHS). Y no es para menos. Un informe publicado esta semana revela el estado «ruinoso» de multitud de edificios de la red sanitaria, las dificultades para prevenir y tratar el cáncer, la caída de la «productividad» del personal –traducido en un descenso de las operaciones y consultas, con más de 6 millones de pacientes en lista de espera– y un dato que asusta: es más fácil morirse en la sala de espera de Urgencias que en una guerra.
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El estudio revela un atasco alarmante en este departamento. En 2010, cualquier británico que acudía a solucionar una urgencia médica podía encontrarse con 39 personas delante de su turno. Ahora son más de cien. Ese ciudadano que llega para recibir atención médica debe rogar por no sufrir una dolencia grave porque la espera media supera las doce horas. No es ninguna broma. El Real Colegio de Médicos de Emergencia considera posible que estas prolongadas demoras causen un exceso de 14.000 muertes al año en el Reino Unido debido a los retrasos en los tratamientos. Y afirma que se trata de una tasa de mortalidad anual superior a la de los militares británicos que han entrado en combate en las últimas décadas.
«Tenemos edificios en ruinas , pacientes de salud mental alojados en celdas de la era victoriana infestadas de alimañas, con diecisiete hombres compartiendo dos duchas, y áreas del NHS operando en decrépitas cabañas portátiles», describe el informe, de 142 páginas, tan «catastrófico» y deprimente que ha provocado una profunda conmoción en la sociedad civil. El documento alude, asimismo, a los tratamientos por cáncer, donde apenas ha habido avances «significativos» en materia de prevención en más de una década. Las tasas de mortalidad son «sustancialmente más altas» si se comparan con otros países de Europa Occidental y la región nórdica, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
En este estupor generado a raíz de publicarse un extracto de la lista de deficiencias (todo el informe se presentará en cuestión de meses) participa el hecho de que el autor del estudio tiene un enorme peso en la vida científica del país. El primer ministro decidió encomendárselo a un cirujano de elevado prestigio, pionero de la laparoscopia y británico de ascendencia armernia llamado Ara Darzi. O Profesor Lord Darzi de Denham, como es conocido en la Cámara de los Lores, a cuyo consejo privado pertenece después de ser nombrado caballero. Miembros de su círculo más estrecho le apodan 'RoboDoc' por haber sido un vanguardista en la aplicación de la robótica en los quirófanos.
Lo que dibuja Lord Darzi es un auténtico desastre que necesitará una inyección de dinero e innovación para solucionar sus múltiples déficits. A su juicio, la decrepitud del sistema de salud es producto de la falta de inversiones en los catorce años anteriores. Algo más de 38.000 millones de euros, según sus cálculos. El experto considera que ese gasto hubiera sido el necesario para equiparar en tecnología, instalaciones y modernidad al NHS en relación a los servicios médicos de otros países con un estatus parecidos. Las conclusiones apuntan a la austeridad de la última década –con crecimientos presupuestarios de solo el 1%– y a una aparente caótica reorganización de la red sanitaria en 2012 como elementos negativos añadidos.
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No se dice nada, en cambio, del periodo anterior a 2010, lo que ha despertado no pocas suspicacias en la Cámara. Lord Darzi fue ministro laborista entre 2007 y 2009 en el Gobierno de Gordon Brown. Ahora, el cirujano, que también es miembro de las principales academias médicas del Reino Unido, ha generado con su evaluación una fuerte discusión política puesto que pone toda la lupa sobre los mandatos 'tories'. Los conservadores han salido ya en tromba para negar la cicatería en el presupuesto sanitario durante sus legislaturas o cualquier responsabilidad determinante de la actual situación del NHS.
La investigación detecta no solo ruina oi problemas de dinero, sino otro tipo de anomalías paradójicas. Con los últimos gobiernos conservadores de Boris Johnson y Rishi Sunak, el personal hospitalario aumentó un 17% a partir de 2019. Sin embargo, la «productividad» ha caído en ese tiempo un 11,4% tanto en consultas como en cirugía. El resultado: más de seis millones de pacientes en lista de espera.
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El primer ministro ha prometido este jueves una transformación radical del sistema sanitario para evitar su colapso absoluto. El secretario de Salud, Wes Streeting, ya declaró poco después de las últimas elecciones que el NHS estaba «roto». Keir Starmer ha declarado que ésta será «la mayor reinvención del NHS» desde su creación y y requerirá un plazo de ejecución de diez años, aunque singularmente su Gobierno no aumentará la dotación económica, cifrada en más de 170.000 millones de euros anuales.
El jefe del Gobierno espera mejorar la atención a los ciudadanos desde varios frentes. Uno de ellos será el refuerzo de la asistencia «en los barrios» y comunidades. Otro, la mejora de los servicios de atención social, una vez se ha detectado que personas sin recursos son de alguna manera acogidas en los hospitales ante las difíciles condiciones para su supervivencia en la calle.
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Sin embargo, Starmer confía gran parte del éxito de su «reinvención» a lo que él mismo denomina «revolución preventiva». Se trata de la misma filosofía que ya se está filtrando en otros lugares. Es el caso del País Vasco, cuyo Gobierno ha expresado recientemente su convencimiento de que los hábitos nocivos de salud –abuso del alcohol, dietas insanas y tabaco–tensionan su red sanitaria (Osakidetza).
A Starmer le sorprende que en el Reino Unido haya 2,8 millones de personas inactivas a causa de enfermedades de larga duración. Es una cifra nunca vista. Supone 800.000 enfermos más respecto a los niveles anteriores a la pandemia y muchas se deben a problemas de salud mental o dolencias musculares, que conducen a un número creciente de trabajadores a coger la baja.
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El informe en manos del Gobierno detecta además un número muy considerable de enfermedades derivadas del sedentarismo o la mala alimentación, con una prevalencia de los ataques cardiacos, Ante esta circunstancia, el gabinete promulgará en octubre de 2025 una ley que limitará la publicidad sobre comida basura y alejará este tipo de establecimientos de los colegios. Asimismo, preveé la prohibición de bebidas energéticas a los menores de 16 años y la de fumar en el exterior de los pubs. «Sé que algunas medidas de prevención serán controvertidas, pero estoy dispuesto a ser audaz». ha dicho Starmer, convencido de la necesidad de transformar la atención sanitaria «de la enfermedad a la prevención».
Si todas estas medidas entran dentro de los estándares que manejan otros países, sobre todo en el contexto europeo, hay otras propuestas en el plan británico que se salen de lo habitual. El primer ministro quiere establecer inspecciones técnicas en las empresas y otros centros de trabajo para examinar dónde existen más riesgos de salud derivados del sedentarismo o de sufrir un ataque al corazón, una dolencia que afecta especialmente a los trabajadores de mediana edad. La segunda previsión es todavía más sugestiva: supervisar el cepillado de los dientes entre los niños de 6 a 10 años. Se trata de la afección más común entre los menores que deben acudir a un hospital y la curva de casos asciende sin parar desde la década pasada. «Es una enfermedad que se puede prevenir fácilmente, pero obliga a seguir una dieta y un estilo de vida saludable», ha zanjado Starmer.
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