Secciones
Servicios
Destacamos
Un autobús pasea al visitante por los escenarios de la realeza británica en Londres mientras le sirven un te. El hotel Dorchester exhibe una espectacular tarta de coronación de cinco pisos de altura en medio de una decoración que copia la utilizada durante la proclamación de la reina Isabel II en 1953. Otro hotel, el Ritz, se asoma a un Piccadilly cercado por un muro de souvenirs, banderas nacionales y postales conmemorativas. Allí los nuevos soberanos hicieron público su noviazgo dejándose fotografiar en una fiesta de cumpleaños a las puertas del establecimiento en 1999. Por aquel momento, conocido como 'Operación Ritz' –por favor, estamos en la cuna del agente 007–, el hotel se ha convertido en una parada obligatoria de los fans del cuento de hadas que vivirá el Reino Unido el próximo sábado: la coronación de Carlos III como soberano y de Camilla Bowles-Parker como reina consorte.
Se trata de la última fábula de un país todavía apegado a una sólida tradición monárquica pese a que las generaciones más recientes suelten amarras. Tras la muerte de la reina madre el pasado 8 de septiembre, las encuestas revelaron que el 62% de los británicos apoya la monarquía, pero el respaldo desciende a un 33% entre los jóvenes de 18 a 24 años. Los menores de 40 años dicen preferir también a Guillermo o Enrique antes que a su padre, entronizado con 74 años. Hay un amplio sector poblacional que conoce mejor la historia de sus 'royal' por 'The Crown' que por los libros y los relatos de sus abuelos o que, esencialmente, solo tiene tiempo y fuerzas para premisas urgentes menos aristocráticas, como la mundana lucha por llegar a fin de mes viviendo en «el enfermo de Europa», una economía lindante con la recesión, marcada por un 9,2% de inflación y con un PIB tan congelado como los bueyes de mar de Irlanda, expertos en capear incluso el temporal del Brexit, para llegar a su segundo mercado importador, España.
A cambio, nuestro país resulta un interesante exportador de turistas para la coronación. Londres aparece como un destino básico de los españoles para escapadas de fin de semana largos. Por 40 euros se puede viajar de Vigo a la capital británica a tiempo de llegar a los fastos, según anuncia con vista de lince una 'low cost' aérea en la prensa gallega. Las autoridades del Reino Unido están convencidas de que la efeméride convocará a curiosos de todo el mundo, pero fundamentalmente de Europa y, dentro de este grupo, a franceses (por vecindad), españoles y ciudadanos de países que son sede de monarquías históricas, como los belgas y holandeses.
6.000 militares
participarán en los actos. 4.200 lo harán en las procesiones del Rey y de la Coronación y en resto en exhibiciones aéreas y navales.
267.000 golpes de martillo
sobre la plata han sido necesarios para forjar la Cruz de Gales, símbolo para esta ocasión de «1.100 años de fe e historia».
10.000 personas
asistirán al concierto en el castillo de Windsor, organizado por la BBC y en el que se alternarán coros clásicos con estrellas del pop y el rock.
La Administración de la City calcula que el impacto superará con creces el de otro evento de referencia para los operadores hoteleros: la maratón de Londres que el pasado domingo atrajo a más de 750.000 espectadores extranjeros y dejó 100 millones de euros en ocio. El aeropuerto de Heathrow será escenario de una huelga de sus 1.400 guardas de seguridad, pero la dirección cree que los «pasajeros pueden esperar viajar con normalidad durante la coronación» gracias a los «robustos planes de contingencia» que garantizan el regreso a casa de aviones llenos de tazas de té con el retrato de Carlos y Camilla.
La coronación es un árbol milenario. El ceremonial religioso en la abadía de Canterbury se repite sin apenas cambios desde hace 900 años. Lo que no ha hecho la Historia. Esa sí ha sido movida en el último siglo. El contexto actual resulta radicalmente diferente al ambiente prebélico que rodeó la coronación de Jorge VI y la reina Isabel el 12 de mayo de 1937, dos años antes de que Gran Bretaña entrase en la Segunda Guerra Mundial. Tiempos perversos en los que la sociedad británica continuaba además conmocionada por la abdicación seis meses antes de Eduardo VIII, quien renunció para casarse con Wallis Simpson, la celebridad social estadounidense, antecedente remoto de las 'socialité' e 'influencer'.
Por si no bastara con el conflicto político, constitucional, moral e incluso internacional generado en el reino, entonces soberano sobre la Mancomunidad de Naciones, Simpson se estaba divorciando de su segundo marido. La Iglesia de Inglaterra, de la que Eduardo VIII era jefe nominal, prohibía que las mujeres divorciadas pudieran casarse de nuevo. Así que el monarca cogió la directa y abdicó en favor de su hermano. Un efecto práctico de aquella drástica pero romántica decisión se verá el próximo 5 de mayo, víspera de la coronación de Carlos III, cuando se subastarán cientos de botellines de cerveza elaborados hace 86 años para la proclamación de Eduardo VIII y que al final se quedaron sin abrir. Qué malas son las cancelaciones de última hora.
El 2 de junio de 1953, Isabel II sucedió a su padre. Otra realidad diferente. La contienda mundial había pasado una dura factura al país. Su condición de imperio colonial llegaba a sus últimos estertores y la propia monarquía había perdido brillo en medio de la oscuridad de la guerra. Pero Isabel era popular, máxime después de que en 1942 se incorporase al Ejército en un servicio auxiliar formado por mujeres. Con su coronación, los británicos quisieron arrancarse la costra de tristeza. Veinte millones la vieron desde sus casas por televisión. Hubo 5.000 invitados. Con 27 años, Isabel II caminó sola por la Abadía de Westminster hasta el sillón real. La metáfora de que Inglaterra volvía a la vida joven y fuerte. La princesa Margarita dijo que el ceremonial fue como «el ave fénix. Todo se levantaba de las cenizas. Era joven, hermosa y encantadora. Nada impediría que las cosas fueran cada vez mejor».
Carlos III, con 74 años, y Camilla, con 75, no podrán repetir el gesto de la soberana británica más joven y al mismo tiempo más longeva. Pero la imagen que el mundo contemplará este sábado día 6 tampoco será caduca. El protocolo ha sido modificado para que Guillermo, príncipe de Gales y siguiente en la línea de sucesión al trono, pueda arrodillarse junto a su padre en la cabecera de la abadía y besarle la mejilla como sinónimo de reconocimiento y continuidad.
El signo más distintivo de la celebración posiblemente resida en la austeridad; si por tal cabe entender un programa que contempla paradas militares, un concierto multitudinario en Windsor el domingo, acompañado del denominado Gran Almuerzo –en el que los británicos montan comidas en sus jardines o en los parques–, y una jornada, el lunes, dedicada a la acción social.
Es la que portará Carlos III durante la coronación. Pesa 2,2 kilos y se hizo para el rey Carlos II en 1661, a imagen de la corona medieval utilizada anteriormente y fundida en 1649. Isabel II la utilizó en su proclamación en 1953
Una vez coronado, el monarca sustituye la anterior corona por ésta. Se remonta al siglo XV y es una metáfora del poder de Inglaterra y su independencia de cualquier otro poder terrenal.
Esta corona la llevó la bisabuela de Carlos III en 1911 cuando su marido, Jorge V, fue coronado. Camilla ha elegido en persona esta pieza, que llevará tres diamantes de la colección personal de Isabel II como homenaje a la soberana fallecida el pasado año
AUX STEP FOR JS
El Palacio de Buckingham ha invitado a 2.000 personas a la ceremonia. Asistirán todas las casas reales y un buen número de líderes políticos y figuras de la cultura. Los Reyes de España han confirmado su presencia al igual que el oficial Andrew Parker-Bowles, del que la reina consorte se divorció en 1995. No hay rencillas de esta parte. De otras, parece que sí. Meghan Markle. la mujer del príncipe Enrique, ha confirmado que se quedará en Florida para celebrar el cumpleaños de uno de sus hijos.
Aparte de su intento de ajustarse a una crisis económica que se traduce en manifestaciones y huelgas laborales casi a diario, los soberanos han querido dejar su impronta en los detalles de una tradición mitológica. El palacio no ha informado de las estrellas internacionales que actuarán en el concierto real, pero sí ha anunciado al Coro de la Coronación, formado por cantantes aficionados y masas corales de refugiados, personas con discapacidad, miembros del colectivo LGTBi y personal sanitario. Su amor al veganismo también quedará patente en el ágape gracias al 'Coronation Quiche', una receta del cocinero real Mark Flanagan a base de hojaldre, espinacas, habas y estragón. Acompañará a unas berenjenas con yogur y un costillar de cordero asado al estilo asiático del chef chino-estadounidense Ken Hom, la única concesión a los productos cárnicos del menú. Ha sido desterrada la receta que hizo célebre su madre en 1953: el 'pollo de la coronación'. Los británicos han asumido el 'Poulet Reine Elizabeth' como un plato emblemático de su gastronomía, pero la sensibilidad contra las granjas de aves ha sido mayor que el peso de la Historia.
texto spotify
La lista de invitados incluye a todas las casas reales europeas, además del príncipe heredero Fumihito y la princesa heredera Kiko de Japón, el rey Abdullah II y la reina Rania de Jordania, así como a Juan Carlos I y la reina Sofía. El presidente de EE UU, Joe Biden, no podrá estar previsiblemente en la ceremonia, pero sí su esposa, Jill Biden, que compartirá los bancos de la abadía con otros líderes actuales como Rishi Sunak y Emmanuel Macron, y pasados, como Boris Johnson, además de Humza Yousaf, primer ministro de Escocia, y Michelle O'Neill , vicepresidenta de Sinn Féin. Carlos III y Camilla han invitado a ONGs y decenas de ciudadanos destacados con la Medalla del Imperio. Entre ellos, Anthony y Vikki Van Someren, que durante la pandemia cerraron su bar-tienda y organizaron una red de transporte con moteros y ciclistas para llevar suministros o transportar pruebas del covid a los hospitales.
Publicidad
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
Rocío Mendoza, Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Virginia Carrasco
Sara I. Belled y Clara Alba
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.