Mercedes Gallego
Nueva York
Miércoles, 4 de marzo 2020, 22:57
No hay mejor revulsivo que la idea de otros cuatro años de Donald Trump para que las minorías hagan cola en los colegios electorales. Con él los afroamericanos han visto un resurgir de los supremacistas blancos y los hispanos viven con el miedo a ser ... deportados. Estos dos bloques han marcado claramente sus preferencias en las contiendas que se han celebrado.
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El legado del primer presidente afroamericano de EE UU marcó un hito que ha dejado huella. Joe Biden se ha llevado el 70% del voto negro en Alabama y el 66% en Carolina del Sur y Virginia. Por contra, Bernie Sanders, a quien en 2016 los hispanos llamaban «el viejito», se adjudicó el 51% de estos en Nevada, el 46% en California y el 45% en Texas.
Ambos lideraban un sector clave del electorado, pero Biden tiene más peso entre los negros que Sanders entre los hispanos. Además, los primeros no necesitan ganarse la ciudadanía para votar.
Como en 2016, el resultado revela la distancia que existe entre los analistas y la gente de la calle. La senadora Kamala Harris puso a Biden contra la pared en uno de los debates al recordar que ella y su hermana fueron a una buena escuela pública gracias a los autobuses que puso el Gobierno federal para transportarlas fuera de los guetos hasta la parte noble de Los Angeles, en un intento por acabar con la segregación que no se materializaba en las calles. Biden se opuso a ello. Fue uno de esos ganchos bien dados que le consiguió a la exfiscal californiana sus 15 minutos de gloria y dejó tambaleándose a Biden, pero que no parece haber tenido impacto entre los afroamericanos.
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Más les afectó la experiencia de los neoyorquinos con Michael Bloomberg, que mientras fue alcalde impulsó una política racista que permitía a la Policía detener aleatoriamente a las minorías para registrarlas sin que hubieran cometido ningún delito. Su campaña en pro de «la decencia humana» no se correspondía con su pasado. En ninguna parte se materializó más ese resentimiento que en la Capilla Brown de Selma (Alabama), donde los feligreses se pusieron de pie y le dieron la espalda mientras hablaba en el aniversario de la famosa marcha sobre los derechos civiles.
Los 30 millones que gastó en enviar propaganda por correo a los hogares hispanos tampoco dieron frutos. Bloomberg sólo se llevó el 12% de estos en California y el 17% en Texas. Su promesa de un camino directo hacia la legalización no llevó a ninguna parte.
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