Secciones
Servicios
Destacamos
Mercedes Gallego
Nueva York
Martes, 24 de marzo 2020, 21:28
Si algo auguraba la reelección de Donald Trump era la buena marcha de la economía estadounidense, ahora arruinada por el coronavirus. El mandatario no está dispuesto a que eso ocurra, por lo que ha decidido reabrir el país para Semana Santa, aunque eso le cueste ... la vida a miles de personas. «Más gente se perderá si ponemos al país en una recesión masiva», argumentó este martes. «Total, cada año mueren de la gripe 37.000 y este año vamos a tener 50.000».
Lo dijo en la cadena Fox, en una entrevista estilo Plaza Pública en la que recibía preguntas de los oyentes, y con la que sustituyó la conferencia de prensa diaria a la que se ha hecho adicto desde que estalló la crisis de salud pública. Trump ha pasado por tres portavoces en tres años de gobierno hasta convencerse de que nadie como él para transmitir su mensaje. Tras más de un año castigando a los medios sin la tradicional conferencia diaria, se ha puesto al frente de las que da el grupo de trabajo para el coronavirus ahora que sabe que eso es lo que todo el país quiere ver.
La emergencia nacional no durará mucho. «Nuestro país está lleno de energía, la gente no quiere estar encerrada en un apartamento». «Así puedes destruir un país de la noche a la mañana, lograr que pase de ser el más próspero a…». No se atrevió a decirlo, sólo a jurar que no permitirá que ocurra. «No podemos pagarle a la gente para que no vaya a trabajar, aquí hacíamos lo contrario».
Notablemente ausente en los últimos dos días de sus comparecencias, pese a haber sido la cara gubernamental de esta crisis, estaba el doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, que ha intentado mantener la cordura del Gobierno en esta crisis. Desde que confesó en una entrevista que no puede arrebatarle el micrófono a Trump cuando dice una barbaridad y se hizo viral un vídeo en el que contenía la risa a su lado, Faluci ha desaparecido del escenario. Quizá porque Trump no le deja, quizá porque no quiere dar credibilidad a una medida disputada por todas las autoridades sanitarias del mundo. «¿Pero qué le pasa a este hombre?», se escandalizó el exvicepresidente Joe Biden, que será su rival en noviembre. «Que se calle ya y deje hablar a los médicos y científicos».
Según Trump, la vuelta al trabajo ocurrirá en un máximo de 19 días. O sea, para el 12 de abril, Domingo de Pascua. «Podemos ir a trabajar sin tocarnos», sugirió. «Así no tendremos que dar la mano durante una temporada, algo bueno saldrá de esto», trivializó. Conocido por su fobia a los gérmenes, Trump contó que nunca le ha gustado dar la mano. «Pero desde que me metí en política me he tenido que acostumbrar», señaló.
Paralelamente, la Organización Mundial de la Salud advertía que EE UU, con 50.000 casos confirmados, se convertirá en el nuevo epicentro de la pandemia. Nueva York ya lo es, con 25.000 casos, que suponen el 7% del mundo. En la ciudad de los rascacielos, donde se estima que el virus llevaba semanas circulando sin que se le detectara, el índice de contagio es cinco veces mayor que en el resto del país. Se calcula que una de cada 32 personas que habitan en ella será infectada. Hace una semana que las autoridades ordenaron el cierre de todos los comercios y restaurantes, y desde el viernes se pide a la gente que se quede en casa.
Las directrices no son obligatorias y permiten que se salga a la calle a pasear o hacer deporte, siempre que no se agrupen más de diez personas del mismo núcleo familiar que viva bajo el mismo techo. Todo el que ha podido ha dejado la urbe en busca del espacio arbolado del estado de Nueva York, que se extiende hasta Canadá. Los vagabundos y enfermos mentales se han apoderado de calles y plazas, como en los peores momentos de los años 80.
Cuando sale el sol los supervivientes salen de sus guaridas, algunos con mascarilla, otros sin ella, y se mezclan con recelo a una buena distancia, salvo para hacer cola junto a las iglesias que distribuyen comida. El desempleo ha sido inmediato. El despido es libre, pero las ayudas sociales que promete el Gobierno siguen atascadas en el Senado. Y el aullido de las sirenas que siempre crispó la Gran Manzana hace eco en las calles desiertas, dejando un escalofrío a su paso. Dentro, otra vida que se extingue. El coronavirus se había llevado hasta ayer 646 en todo EE UU, y lo peor ni siquiera ha llegado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.