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Mercedes Gallego
Nueva York
Martes, 15 de agosto 2023, 07:20
Trump no irá solo a la cárcel, si el estado de Georgia logra probar los 13 cargos de los que le acusó ayer. Se trata del cuarto caso penal que se le abre al expresidente en cinco meses, pero es la madre de todas las ... imputaciones, porque incluye a 18 cómplices, entre los que se encuentran desde el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani hasta el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Mark Meadows. La fiscal Fani Willis pretende juzgarlos a todos a la vez, en lo que podría ser el juicio del siglo, todos ellos acusados de conspirar criminalmente para alterar el resultado de las elecciones del 3 de noviembre de 2020 que dieron la victoria a Joe Biden.
Los 19 imputados tienen ahora hasta el viernes 25 de agosto a mediodía para entregarse, aunque presumiblemente negociarán con la fiscal una manera ordenada de hacerlo, como ocurriera en el pasado. A diferencia de las otras tres imputaciones abiertas, Willis no estaba obligada a avisar a la defensa de Trump de que sería imputado, y no lo hizo ni por cortesía. Todo fue muy rápido, como pretende que sea el juicio, que le gustaría celebrar en los próximos seis meses. «No tengo interés en ser ni la primera ni la última», dijo en conferencia de prensa la mujer que ya hiciera historia en Georgia como la primera fiscal afroamericana del condado de Fulton.
«Todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario», recordó al destacar la presunción de inocencia. También la ex primera dama Hillary Clinton, que casualmente daba una entrevista en MSNBC a la hora en la que el gran jurado de Georgia entregó su veredicto, enfrió los ánimos. La imputación de un ex presidente de EEUU por tratar de robar las elecciones «no es nada que celebrar», advirtió, sino un momento sobrio para el país. Un caso todavía mayor que el Watergate, porque si Nixon estaba acusado de abusar de su poder, Trump apuntó directamente a los pilares de la democracia. Que se sepa, esta es la primera vez que la cúpula de la Casa Blanca conspira contra la democracia para perpetuarse en el poder como en una dictadura tercermundista. «El único consuelo es saber que el sistema funciona», recordó la mujer que perdiera las elecciones contra él.
Clinton admitió en su libro «Lo que ocurrió» haber pasado días y días en la cama ahogando las lágrimas con copas de vino y paseos por el monte, pero seis años después ha reaparecido fresca, relajada y locuaz, justo a tiempo de verle caer en manos de la justicia. Trump, que sigue siendo el favorito absoluto del partido conservador para representarle en las próximas elecciones, podría volver a la Casa Blanca o acabar en la cárcel. Así de drásticas son sus opciones.
Si el caso federal que el fiscal especial Jack Smith le abrió en Washington hace solo diez días alberga para él la oportunidad de auto perdonarse en caso de volver a la Casa Blanca, en este nuevo frente, fuera de la jurisdicción federal, no podría indultarle ni el gobernador de Georgia. Las leyes de ese estado sureño requieren que un comité vote los indultos.
Las 98 páginas hechas públicas anoche, en las que se detallan un centenar de cargos correspondientes a 41 delitos contra 19 acusados, desde firmar declaraciones falsas a impersonar a un funcionario público, pasando por solicitar a estos que violasen sus juramentos, comienzan con una declaración que todavía no reconocen muchos estadounidenses: «Donald Trump perdió las elecciones». En lugar de meterse en la cama, como hiciera Clinton en 2016, «Trump y los otros acusados rehusaron aceptar su derrota y, a sabiendas y con decididamente se unieron en una conspiración para cambiar ilegalmente el resultado de las elecciones a favor de Trump», dice la acusación, que incluyó la manipulación de las máquinas de votaciones.
No fue una reacción pasional en la noche de las elecciones, sino un plan deliberado que llevarían a cabo en los siguientes dos meses. El plan contenía «dos o más actos de asociación delictiva para actividades mafiosas en el condado de Fulton (Georgia), otras partes del estado de Georgia y otros estados». Arizona, Nevada, New México, Michigan, Pensilvania son algunos de los estados mencionados en el pliego de cargos en los que «la empresa de crimen organizado» actuó para intentar revertir los resultados.
Hubo de todo. Los acólitos de Trump comparecieron frente a miembros de la Asamblea legislativa de Georgia con «falsas declaraciones» para solicitarles «corruptamente» que violaran su juramento a la Constitución cambiando ilegalmente el resultado de las elecciones del 3 de noviembre de 2020. En su intento de convencer al país de que Trump era víctima de un fraude electoral, «intimidaron» a funcionarios electorales «pidiéndoles que confesaran crímenes electorales que no habían cometido». Se trataba de la funcionaria del condado de Fulton Ruby Freeman, pero también del fiscal general Bill Barr, al que Trump dijo: «Sólo di que las elecciones fueron corruptas y déjame el resto a mí y a los congresistas republicanos».
Los miembros de este crimen organizado reclutaron a individuos para que se presentaran como falsos representantes electos para el Colegio Electoral, que vota al presidente en Washington, y firmaron documentos falsos para impedir la certificación de los resultados el 6 de enero de 2021,
Cuatro días antes de que lanzase a sus huestes contra el Capitolio como último recurso para detener la certificación, Trump estaba tan desesperado que cometió el mayor error de su vida. Algo que, como los jefes de la mafia, siempre temerosos de que alguien les traicione, nunca hacía: El 2 de enero de 2020 cogió el teléfono personalmente y llamó al secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, para convencerle a lo largo de una hora de conversación de que le encontrase «11.780 votos», uno más de los que le sacaba Joe Biden en ese estado, clave para resolver las elecciones.
Raffensperger lo estaba grabando. Cuando aún se contaban los votos, una semana después de las elecciones, el senador de Carolina del Sur, Lindsey Graham, socio de Trump durante su presidencia, le había llamado para pedirle que manipulara el resultado en lo que Raffensperger concluyó era desechar votos legítimos de Biden. Según él, incluso llegó a amenazarle, pero Graham lo negó y aquello quedó en su palabra contra la del senador. De ahí que estuviera preparado, grabadora en mano, cuando la Casa Blanca le informó de que le llamaría el propio presidente. Habían sido dos meses de constantes presiones y teorías de la conspiración que el funcionario republicano, votante de Trump, se había encargado de investigar minuciosamente. Por eso fue tajante con el presidente a la hora de rebatirle.
Trump enfrenta ya 91 cargos en cuatro jurisdicciones diferentes, ninguno de los cuales le impiden presentarse a las elecciones y gobernar de nuevo, aunque es posible que tenga que hacerlo desde la cárcel. Sería otro hito en la historia del país, que el ex presidente reescribe constantemente, y a la que le quedan muchos capítulos.
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