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Mercedes gallego
Nueva York
Viernes, 1 de noviembre 2019, 08:55
Donald Trump nunca se sintió apreciado en Nueva York. Las élites neoyorquinas preferían artistas e intelectuales con aires de mundo a un nuevo rico de Queens, sin mucho refinamiento ni interés cultural, que iba poniendo su nombre en letras doradas para presumir de fortuna. Desde ... ayer se sabe que el mandatario ha renunciado a ese empeño de ser profeta en su tierra, al menos a nivel fiscal.
«Nueva York me tratado muy mal, tanto los líderes políticos como la ciudad y el estado. A pocos le han tratado peor que a mí», tuiteó cuando se supo que, tanto él como su esposa, han cambiado su residencia fiscal de la Torre Trump de la Quinta Avenida a la mansión de Mar-a-Lago en Palm Beach (Florida).
Su justificación es que «el 1600 de la Avenida Pensilvania» donde se ubica la Casa Blanca es el lugar que ha llegado a amar, explicó. «Y en el que estaré, espero, otros cinco años», añadió pensando en la reelección, pero esa no es la dirección en la que se ha empadronado, sino la de un estado que no cobra impuestos locales, estatales ni de herencia. «Odiaba tener que tomar esta decisión», confesó, «pero al final será lo mejor para todo».
Y para todos. Tener la residencia particular de un presidente que desata tantas filias y fobias en pleno corazón de Manhattan ha ido una pesadilla logística para el alcalde Bill De Blasio, que continuamente tiene que lidiar con lo cortes de tráfico que implica el paso de su comitiva y las manifestaciones ante la Torre Trump, amén de las medidas de seguridad que implican hasta cerrar el espacio aéreo. Y, total, «no es que Trump pagase impuestos aquí de todos modos. Florida, es todo tuyo», respondió por Twitter el gobernador Mario Cuomo, haciéndose eco de los artilugios fiscales con los que el magnate ha evadido contribuir al fisco.
Trump, de 73 años, es el único presidente que no ha hecho públicas sus declaraciones de impuestos y aún pelea en los tribunales para evitar que acceda a ellas el fiscal del estado que le investiga. Ayer aseguró en un tuit que pagaba «millones de dólares» a la ciudad y al estado cada año pero, como observó 'The New York Times', no hay manera de cotejar esa afirmación mientras siga ocultando sus finanzas.
El cambio de padrón no le blindará de las investigaciones en marcha, pero ahorrará a sus herederos pagar el 16% de impuestos que Nueva York cobra por herencias de más de diez millones de dólares. Y, además, le permitirá votar e identificarse con los electores de un estado clave para garantizar que sus verdadera residencia siga siendo la Casa Blanca.
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