Nueva York elige a un alcalde vegano para olvidar la pandemia

Con siete demócratas por cada republicano, tenía que haberlo hecho realmente mal para no ser elegido este martes el segundo alcalde negro de la ciudad y el primero vegano de su historia. Como si hasta las urnas lo supieran, cuando su rival republicano, Curtis Sliwa, fue a depositar su voto, el escáner se atascó y costó casi una hora arreglarlo. Ese era el segundo incidente, porque antes se había rebelado contra la orden de quitarse la chaqueta y su característica boina roja para pasar por el arco de seguridad. El día no había empezado bien para él, pero acabaría peor.

La ciudad busca dejar atrás el Nueva York de la pandemia, infectado de ratas y delincuentes armados, con el objetivo de recuperar el glamour de los brillantes rascacielos y las luces de neón, que se apagaron en abril del año pasado. Broadway ha vuelto lentamente y los turistas europeos lo harán a partir del domingo, pero hay cosas que no se olvidan, como montar en bicicleta. Adams ha prometido quinientos kilómetros de carril bici protegido del tráfico, que piensa utilizar él mismo para ir a la oficina.

Muchos neoyorquinos cambiaron el metro por las dos ruedas ante el acecho del virus, pero el nuevo alcalde les lleva ventaja. En 2016 le diagnosticaron diabetes del tipo II. En lugar de resignarse a una vida de insulina se hizo vegano. Abandonó la comida procesada y puso una bicicleta estática en la oficina. En seis meses perdió quince kilos, revirtió la diabetes, redujo el colesterol y bajó la presión arterial.

Con su propuesta de conquistar un 25% de las calles para el reino del ciclismo antes de 2025 y apoyar un impuesto de cogestión para los coches que entren al centro de Manhattan, Nueva York se suma a los tiempos de la emergencia climática, pero los problemas que tendrá que atacar son muchos. Su pasado de veintidós años como policía podía haberle servido para mediar entre los sindicatos y activistas de Black Live Matter en busca de una solución para la violencia policial.

Adams la experimentó en sus carnes cuando lo detuvieron a los 15 años por robarle a una prostituta a la que hacía los recados. El trauma le convenció para ingresar en el cuerpo y cambiarlo desde dentro. Patrulló los guetos mano a mano con la Nación del Islam de Farrakhan, fue guardaespaldas de Mike Tyson y voluntario en la Zona Cero del 11-S. Tenía buenas credenciales para sentarse de tú a tu con los poderosos sindicatos policiales, que tan difícil le han hecho la vida a su antecesor, Bill de Blasio, hasta que se enfrentó a ellos por la obligatoriedad de la vacuna.

Sin policías, bomberos, basureros, barrenderos y otros funcionarios públicos que se han dado de baja por tal de no ponérsela será difícil brillar en la ciudad. Si De Blasio no lo soluciona antes de pasarle el testigo, con el año nuevo tendrá que tirar de su experiencia política como presidente de Brooklyn y senador estatal para negociar una tregua.

Le esperan en la calle las terrazas de la discordia, los campamentos de indigentes, la delincuencia y hasta la nieve, que suele ser la primera prueba de cada alcalde. Como comprobó David Dinkins al estrenarse como primer regidor negro en 1990, no basta con hacer bien el trabajo. Hace falta que los votantes lo vean para recibir crédito y en Nueva York, el mundo entero opina.