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gerardo elorriaga
Domingo, 29 de agosto 2021, 00:19
Kathy Hochul sigue la estela de Lyndon B. Johnson, dos miembros del Partido Demócrata favorecidos por la fatalidad ajena. Uno y otro relevan a sus predecesores por causas de fuerza mayor. El vicepresidente asumió el timón de Estados Unidos tras el asesinato de John F. ... Kennedy en 1963 y ella, de 63 años recién cumplidos, acaba de hacerse con la gobernación del estado de Nueva York después de que Andrew Cuomo -el antecesor en el cargo- asumiera su propio deceso político tras recibir once acusaciones de acoso sexual.
El inesperado dueño del Despacho Oval supo rentabilizar el reemplazo y ganar por méritos propios la siguiente elección. De Hochul también se espera que sepa aprovechar la ocasión y se convierta en un nuevo peso pesado de la política estadounidense, aunque el territorio estatal y la Gran Manzana cuentan con una inquietante tradición como hoguera de vanidades. En la costa Este crecieron y se encumbraron Rudy Giuliani y Michael Bloomberg, por ejemplo. Ambos soñaron que el poder económico, demográfico y mediático de Nueva York les conduciría a la Casa Blanca. Pero ninguno de los dos ha conseguido llegar a Washington, situada a unos 300 kilómetros al suroeste.
La trayectoria de la nueva gobernadora se corresponde con el de buena parte de la clase política norteamericana. Su familia, de origen irlandés, representa fielmente el sueño americano al saltar en dos generaciones de un remolque al estatus acomodado de los emprendedores. La nueva autoridad estatal comenzó su ardua labor profesional en la universidad, donde protagonizó causas progresistas de la época como la lucha contra el 'apartheid' sudafricano.
La carrera de Hochul no ha sido fulgurante. Hasta hace unos días, su perfil era tan bajo que resulta desconocida más allá del río Hudson. Tras licenciarse en Derecho, inició una lenta progresión que le ha permitido foguearse en todas las instancias del poder estatal, desde la concejalía hasta la secretaría del partido. A la manera estadounidense, se ha bregado en el trabajo muy personal, cercano al electorado, autónomo y sin la ligadura férrea al partido, tal y como sucede en Europa. El Partido Demócrata es un vasto abanico ideológico que se expande desde el liberalismo a posiciones cercanas al socialismo moderado. Su posición centrista le ha permitido una cierta oscilación que, incluso, la ha conducido en alguna ocasión a sumarse a iniciativas republicanas. Entre otras causas, se ha posicionado contra las medidas especulativas de las empresas petrolíferas y a favor de la preservación de Medicare, el programa de salud pública para jubilados, uno de los grandes argumentos de Barack Obama.
Los suyos repararon en ella tras su éxito hace diez años en el distrito 26, un feudo tradicional de la derecha, en las elecciones a la Cámara de Representantes. El territorio, que incluye las cataratas del Niágara, impulsó su crédito en la cúpula del partido y, al parecer, los asesores de Cuomo le aconsejaron incorporarla como segunda de a bordo para los comicios de 2014. Su relieve en el sector occidental del estado se sumaría al tirón del gobernador en las zonas urbanas orientales. El resultado fue una victoria que repitieron en las elecciones de 2018.
Los intereses de uno y otra comenzaron a divergir a partir de los rumores contra Cuomo. El gobernador, que había impulsado la campaña 'Enough is enough', destinada a combatir la violencia sexual en el ámbito universitario, se vio progresivamente cercado por las acusaciones. Desde entonces, Hochul ha mantenido una prudente distancia, incluso física, de quien fuera esperanza blanca de los demócratas y la semana pasada juró su cargo. Pronto ha puesto de manifiesto que no asumirá el pasado. Sus primeras manifestaciones públicas, en las que reconoce que no se han contabilizado 12.000 víctimas mortales provocadas por la covid, suponen toda una declaración de intenciones, una apuesta por despegarse del legado de su anterior socio.
Kathy Hochul, reconocida como una de las primeras beneficiarias relevantes del movimiento 'Me Too', supone un síntoma de cambio en la política norteamericana, todo un símbolo de la hegemonía masculina. El techo de cristal se resquebraja con su acceso a un puesto cualificado que puede convertirse en un trampolín hacia el más allá en la gestión de la potencia.
Los propagadores de 'fake news' han querido perjudicarla asegurando que se trata de una hermanastra de Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, mientras que otros aseguran que Hillary Clinton ya cuenta con una rival de parecida filiación. Los críticos alegan que, como ocurrió con la candidata, su esposo se convertirá en un talón de Aquiles. William Hochul es un alto ejecutivo de una empresa de juegos de azar y, en su nuevo cargo, la gobernadora controlará la comisión que regula este negocio. Pero nadie es perfecto ni perfecta en el poderoso estado de Nueva York.
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