Biden y Starmer junto con sus correspondientes delegaciones en Washington. Reuters

«Tenemos nuestro propio cálculo sobre lo que decidimos proporcionar o no a Ucrania», advierte EE UU

La reunión entre Joe Biden y Keir Starmer no aclara si autorizarán a Zelenski el uso de misiles de largo alcance mientras el ruso Dmitri Medveiev advierte que una réplica nuclear dejaría a Kiev convertida en «una mancha gigante, gris y derretida»

M. Pérez

Sábado, 14 de septiembre 2024, 15:11

La posibilidad de que Occidente autorice a usar sus misiles de largo alcance en territorio ruso se mantiene en una hermética oscuridad. Ni el presidente de EE UU, Joe Biden, ni el primer ministro británico, Keir Starmer, han dicho nada concreto al respecto después de la reunión que el viernes (madrugada de este sábado en España) mantuvieron en la Casa Blanca. O, como se rumorea, han tomado una decisión positiva que se irá desarrollando sin publicidad en las próximas semanas, o simplemente prevalecen las cautelas estadounidenses de no dar pasos que conduzcan a un enfrentamiento directo con Rusia.

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Las declaraciones del portavoz de Seguridad Nacional de EE UU, John Kirby, al final de la reunión son elocuentes. «Tenemos nuestro propio cálculo sobre lo que decidimos proporcionar a Ucrania y lo que no», ha especificado, antes de subrayar que la oposición de Washingon a dejar que Kiev dispare sus cohetes más potentes dentro de Rusia no se ha movido un ápice. Por su parte, el 'premier' británico ha realizado unas declaraciones este sábado donde ha asegurado que la reunión resultó «muy productiva» y que los dos países «hemos llegado a una posición fuerte», aunque no ha precisado en qué sentido.

El enfriamiento de las expectativas sobre la reunión EE UU-Reino Unido ya se produjo antes del propio acto, cuando fuentes de ambas administraciones adelantaron que no habría una resolución concreta. Las especulaciones en torno a que de este cónclave surgiría el levantamiento de las restricciones a Ucrania partió el martes del mismo Biden, quien comentó que Washington y los aliados trabajaban en la manera de aumentar la potencia ofensiva dela exrepública soviética.

Cortina de humo

Desde Kiev, el presidente Volodímir Zelenski también alimentó esta hipótesis y fuentes del Gobierno británico añadieron su dosis al señalar que Starmer viajaba a Washington con el fin de pedir al líder estadounidense que dejara a los ucranianos disparar sus Storm Shadow contra Rusia. De hecho, tampoco está claro que el silencio posterior no se trate únicamente de una cortina de humo. El primer ministro británico ha indicado que «las próximas semanas y meses podrían ser cruciales, muy, muy importantes, para que apoyemos a Ucrania en esta vital guerra por la libertad».

Una de las posibilidades que se barajan es que Estados Unidos autorice los ataques ucranianos en zonas más profundas de Rusia de las que ahora tiene permitidas recurriendo a los misiles ingleses y franceses de largo alcande. Al no emplear munición estadounidense propiamente dicha –porque los proyectiles europeos sí incorporan partes o licencias 'made in USA'–, la Casa Blanca interpreta que el Kremlin no se lo tomaría como un agresión directa de su parte.

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Hasta ahora, Kiev puede operar con misiles de corto alcance únicamente en la franja rusa donde se orquestan los ataques contra el territorio ucraniano como una suerte de legítima defensa. Los cohetes de largo alcance, en cambio, pueden penetrar sin dificultades hasta 200 y 300 kilómetros en el territorio, lo que para el Kremlin ya supone una agresión en toda regla contra el conjunto del país. Además, este tipo de munición requiere de operadores y satélites occidentales para guiarla hacia objetivos lejanos.

Frente a las reticencias de EE UU o países como Alemania o Francia, que como este sábado refleja 'Le Monde', ha comenzado a cultivar una acusada ambigüedad, el presidente Zelenski sostiene que los ataques en profundidad son la única manera de llegar a los bombarderos rusos que pueden cubrir largar distancias o soltar bombas sobre Ucrania desde lugares que no alcanzan las defensas antiaéreas. Zelenski apremia a EE Uu y los aliados de la OTAN porque entiende que, cuanto más tiempo transcurre, el Gobierno ruso puede trasladar más adentro del país sus bases aéreas.

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No obstante, se trata de una apuesta de muy alto riesgo, El líder ruso, Vladímir Putin, ya ha advertio contra una maniobra de este tipo y el embajador ante las Naciones Unidas, Vasili Nebenzia, insistió este viernes ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Subrayó que el uso de armamento occidental en el interior de su país supondrá que la «OTAN se convierta en parte directa de las hostilidades contra una potencia nuclear». «No hay que olvidarse de esto y pensar en las consecuencias», añadió Nebenzia.

El viceministro de Asuntos Exteriores, Sergei Riabkov, ha manfiestado este sábado que en Moscú existe una creencia cada vez más extendida de que en breve Ucrania comenzará a atacar con armamento occidental más avanzado porque a Kiev «se le ha concedido toda la carta blanca y todas las indulgencias», pero ha alertado de que Washington y Londres subestiman el riesgo.

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«No pienso en Putin»

Preguntado por un periodista al término de su reunión, Joe Biden ha rechazado las amenazas de Moscú con un «simplemente no suelo pensar en Putin». Sin embargo, las declaraciones de su asesor de Seguridad Nacional son bastante diferentes. Kirby ha explicado que el Pentágono se toma muy en serio las advertencias de Putin porque conoce su capacidad de llegar a una «escalada» en la confrontación. Biden mide todos sus pasos porque tiene omo prioridad evitar que cualquier decisión pueda tener una respuesta agresiva de Rusia y terminar en «una tercera guerra mundial». Pero además aguarda una inquietud personal: le quedan apenas cuatro meses en el Gobierno y no quiere dejar como legado a su sucesora, o sucesor, un conflicto tan complejo y profundo.

Aparte de estas preocupaciones, Estados Unidos mira a su arsenal y calcula los riesgos. En el Pentágono son bastantes los militares y estrategas que consideran que las reservas de misiles, no solo propios sino también británicos y de otros aliados, son insuficientes para cambiar el curso de la guerra incluso golpeando más cerca del corazón ruso. El Ministerio de Defensa ha advertido ya a la Casa Blanca de que no puede enciar todo su material a Ucrania, sobre todo con la inestabilidad existente en Oriente Medio o en Asia.

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Los últimos informes desde la región en guerra no son los más esperanzadores posibles: los bombardeos ya no hcen tanto daño al otro lado de la frontera por el Kremlin ha empezado a blindar o trasladar sus principales intereses. Además, el ejército ruso ha iniciado un contragolpe en Kursk y esta semana ha desalojado a las fuerzas ucranianas de una decena de poblaciones conquistadas. El Gobierno ruso se muestra relativamente eufórico, aunque Zelenski ha asegurado que este tipo de pequeñas derrotas ya están contempladas en sus planes y otros analistas internacionales minimizan su importancia. En cualquier caso, el asesor presidencial de Zelenski, Andriy Yermak, ha urgido hoy a EE UU y la OTANa tomar «decisiones firmes. El terrorismo se puede detener destruyendo las instalaciones militares donde se origina».

Lo que sí parece claro es que el miedo nuclear vuelve a situarse en primer plano en una guerra que se aproxima ya a su tercer año de existencia. Y uno de los más expertos en alentarlo es el ex presidente ruso Dmitry Medvedev, ahora segundo al mando del Consejo de Seguridad Nacional. Ha difundido un mensaje donde afirma que a su país se le «acaba la paciencia» y acusó a Ucrania de proporcinar argumentos al Kremlin para recurrir a su arsenal nuclear o no convencional, en cuyo caso Kiev acabaría convertida en «una mancha gigante, gris y derretida».

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En este sentido, llama la atención este sábado una entrevista en el periódico 'KP' con el académico Alexey Arbato. Considerado uno de los mayores especialistas en control de armas, dirige el departamento de Seguridad Internacional en el Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de Moscú. A su juicio, la actual guerra obligará a reformar la doctrina atómica porque los bombardeos con drones, la incursión ucraniana en Kursk o el mero hecho de que Kiev pueda disparar en un momento dado misiles de largo alcance occidentales representan un ejemplo de cómo la tradicional política de disuasión nuclear ya no es una cobertura fiable.

«Todo esto era impensable hace cuatro años», objeta Arbato en el 'Pravda', aunque se muestra convencido de que la amenaza nuclear sigue teniendo un alto poder de amedrentamiento en «Ucrania y Occidente. Tienen mucho miedo. De lo contrario, a ucrania se le habría permitido hace tiempo utilizar misiles de largo alcance en lo más profundo de nuestro territorio».

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La partida de ajedrez

El académico siente una profunda inquietud por la posible imprevisibilidad en la toma de decisiones militares de calado, como la utilización de proyectiles más potentes, en la guerra de Ucrania. «No se puede iniciar una partida de ajedrez conociendo sólo el primer movimiento porque el resultado será desastroso». Y alerta de que Occidente no debe confiarse en la presunta obsolescencia del material atómico ruso, como se ha divulgado en ocasiones a nivel estratégico. «Solo una parte» del arsenal «es suficiente para destruir a todos los oponentes potenciales». Preguntado sobre si hacontemplado alguna vez construirse un búnker antinuclear, su respuesta es diáfana: «De ninguna manera. No quiero vivir después de un intercambio de ataques nucleares».

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