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Corresponsal. Nueva York
Viernes, 5 de noviembre 2021, 22:16
Viernes frenético en el Capitolio. A Joe Biden se le ha acabado la paciencia. Tras la derrota de Virginia tenía dos opciones, pisar el freno o el acelerador. Optó por esto último y presionó a la portavoz del Congreso Nancy Pelosi para que la Cámara Baja votase este viernes el paquete legislativo de dos grandes leyes de inversión pública con el quiere reconstruir el país y sacar brillo a la clase media. Solo que los votos no estaban claros. Todo el mundo afiló los cuchillos.
Colgada del teléfono todo el día y despachando congresistas en su oficina, la líder demócrata intentaba agrupar a su rebaño y convencerlo de que le siguiera el paso. Para la ley del Build Back Better solo podía perder tres votos, y sin embargo le bailaban seis en el tablero. Seis legisladores que se interponían en el futuro del país y el de su propio partido. Los escépticos eran Stephanie Murphy, de Florida, Jared Golden (Maine), Ed Case ( Hawaii), Kathlee Rice (Nueva York), Carolyn Bourdeaux (Georgia) y Kurt Schrader (Oregon), que querían esperar al informe sobre viabilidad presupuestaria de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés).
El plan original anunciado en julio por el Comité de Presupuestos que preside el senador progresista Bernie Sanders suponía una inversión de 3.5 billones de dólares y ha sido minuciosamente escrutado en los últimos cinco meses, pero la versión rebajada que el presidente ha negociado a la baja para obtener el voto de los senadores más conservadores sólo llega a 1.75 billones. Ni el órgano independiente del Congreso ni los diferentes think tanks han tenido oportunidad de analizarla en detalles para saber si cumple la promesa de no añadir «ni un céntimo» a la deuda, ni a los impuestos de los estadounidenses que ganen menos de 400.000 dólares al año, ha dicho Biden al defenderla. Los seis legisladores que le bailaban a Pelosi se oponían este viernes a votar por lo que ni siquiera han tenido tiempo de evaluar y muchos ni de leer.
Seis escepticos. Stephanie Murphy (Florida), Jared Golden (Maine), Ed Case (Hawaii), Kathlee Rice (Nueva York), Carolyn Bourdeaux (Georgia) y Kurt Schrader (Oregon)
Rebaja. El Plan de Infraestructuras original estaba dotado con 3,5 billones de dólares. La última versión solo alcanza los 1,75, la mitad.
La Ley de Infraestructura estaba resuelta, porque cuenta con apoyo apoyo bipartidista, pero los demócratas más progresistas habían advertido que no la aprobarían por separado sin el «Build Back Better Act» (Ley para Reconstruir Mejor), a la que han derivado todo el gasto social que no aceptaron los republicanos, ni los conservadores de su partido. El presidente, necesitado de una victoria que clamar, se enfrascó en el papel de mediador desde el Despacho Oval. Su propuesta era votar la ley de Infraestructura y otra de procedimiento con el marco general de la polémica, Build Back Better Act, que Sanders considera «la ley más relevante para la clase trabajadora, los ancianos, los niños y los enfermos desde Franklyn Delano Roosevelt y el New Deal de los años 30».
Ahí es donde Pelosi se dio la vuelta y se encontró con que los progresistas de su partido le enseñaban los dientes y amenazaban con boicotear la votación. «Si nuestros seis colegas quieren esperar a la puntuación del CBO, estamos de acuerdo en darles ese tiempo, tras el cual podremos votar las dos leyes juntas», se plantó Pramila Jayapal, presidenta del Caucus Progresista del Congreso. Saben que una vez que se haya aprobado la de Insfraestructura que repartirá contratos obras públicas a izquierda y derecha, senadores como Joe Manchin (West Virgnia) y Kyrsten Sinema (Arizona) eliminarán cuantos beneficios sociales puedan del mayor paquete de gasto pública de la historia.
Pelosi, que a sus 81 años lleva más de tres décadas en el Congreso, nunca saca una ley a votación sin la certeza de que va a ganarla. «Algunos congresistas quieren más clarificación y se la hemos dado, para eso les pagamos», informó con una sonrisa. Entre llamada y llamada, algunos diputados aprovechaban para cambiar el billete de vuelta a casa, porque la jornada se presentaba larga. «Es importante que no dejemos Washington sin aprobar este plan», suplicó a sus compañeros el texano Colin Allred. El fin de semana aún se veía lejos, y el ansiado paquete social, que Pelosi ha postergado para Acción de Gracias, también.
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