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Mercedes Gallego
Jueves, 24 de junio 2021
En las primeras horas del jueves, un centenar de unidades de bomberos lograron rescatar a 35 personas que se habían despertado de madrugada con el techo desplomado. Pero las siguientes 24 horas sólo sacaron del edificio tres cadáveres. Las buenas noticias escaseaban este viernes en ... Surfside (Miami), pero la lista de desaparecidos seguía aumentando. Entre los 159 había se estimaba un tercio de extranjeros, casi todos latinoamericanos e israelíes, y muchos niños cuyas sonrisas infantiles congeladas en el tiempo estremecían en las redes sociales.
«Llamo, llamo y llamo, pero nadie contesta», se lamentaba frente a las cámaras un familiar en el centro de reunificación. «¿Qué quiere decir eso?», se preguntaba el hombre con el teléfono mudo en la mano. Su gesto de dolor lo decía todo. Con cada hora que pasaba se agotaban las esperanzas de encontrar supervivientes. También las baterías de los teléfonos móviles, que muchos tenían apagados a la una y media de la madrugada, cuando el edificio se desplomó bajo sus pies. Algunas camas se quedaron en volandas, colgadas del abismo y siguen ahí desnudas, frente a la mirada de los curiosos que rodean la zona acordonada de las Torres Champlain donde antes se escondían los ricos latinoamericanos que ahora figuran en los periódicos.
De ellos destaca Sophia López Moreira, hermana de la primera dama de Paraguay Silvana Abdo, propietaria de dos pisos en la urbanización. Había llegado a su refugio de Miami el miércoles anterior para celebrar ayer su cumpleaños en compañía de su marido, el empresario Luis Pettengill, los dos hijos de ambos y la niñera Lady Villalba. Las literas que habían quedado expuestas al desgajarse el edificio por la mitad bien podían ser de ellos, o de cualquiera de los muchos otros niños qué dormían frente al mar.
Como otra Sofia, esta de seis años, hija del cirujano plástico argentino de 45 años Andrés Galfrascoli. El amigo de la primera dama argentina Fabiola Yañez había llegado dos meses antes a Miami con su marido, Fabián Nuñez, y la hija de ambos, para uno de esos viajes de turismo Covid con el que los pudientes latinoamericanos escapan de la pandemia y vuelven a casa inoculados. Si bien los ciudadanos europeos del área de Schengen tienen prohibida la entrada en Estados Unidos desde marzo del año pasado, de Latinoamérica sólo se ha excluido a Brasil.
El desmoronamiento de las Torres Champlain no sólo ha dejado al descubierto las intimidades de sus moradores, sino las de Miami, el lugar donde muchos latinoamericanos mantienen un domicilio en el que recalar si las aguas se vuelven turbulentas en sus países. Un escape de las urbanizaciones valladas donde los guardaespaldas les protegen de la violencia y la miseria. Al menos nueve argentinos, seis paraguayos, seis colombianos, cuatro venezolanos, tres uruguayos y dos chilenos se encuentran en la lista de los desaparecidos. Las sinagogas de la zona hablaban también de dos docenas de israelíes por los que estaban rezando, pero el consulado de su país asegura que son muchos menos.
Los familiares del empresario Luis Pettengill habían llegado a Miami horas después de la tragedia en avión privado, como la primera dama de Paraguay, que acompañó a sus padres para la tensa espera. A ninguno les dejaban atravesar el cordón de seguridad que protege un edificio en peligro de desmoronamiento total, del que han sido desalojados todos sus habitantes y vecinos. «Te tratan como si no fueras nadie», se quejaba Yubi Cartes, tía de Pettengill. Y sí, aquí no son nadie. Todos esperan noticias con el corazón encogido. «Siempre hay esperanza», se consolaba el cónsul de Paraguay, Maor Elbaz.
En los terremotos, la ONU deja de buscar supervivientes entre cinco y siete días después. Aún así, los milagros ocurren. En Haití, donde murieron más de 200.000 personas en el terremoto de 2010, un hombre sobrevivió doce días bajo los escombros de un supermercado que había sido saqueado hasta que no quedó nada en las estanterías, pero donde él encontró una burbuja de aire con agua y alimentos para sobrevivir. Como una mujer de Pakistán, que vivió más de dos meses bajo su cocina. O la niña de seis meses de Nairobi, a la que encontraron viva cuatro días después, porque los bebés son 80% de agua.
Los cuerpos de rescate que recibieron ayer ayuda federal, una vez que el presidente declaró el estado de emergencia, utilizan medidores de dióxido de carbono para detectar a los que aún respiran. Algunos familiares seguían marcando sus teléfonos sin descanso, con la esperanza de que el sonido guiase a los bomberos hasta ellos, pero todos preparan ya las muestras de ADN que les han solicitado para identificar los cadáveres. La explicación del dramático derrumbe tardará meses o años. El duelo no ha hecho más que empezar.
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