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Mercedes Gallego
Corresponsal. Nueva York
Domingo, 21 de julio 2024, 19:59
Nadie podía obligarlo, pero la presión era ya insostenible y amenazaba con empeorar. A las 13.45 horas de este domingo, casi las ocho de la tarde en España, el presidente Joe Biden sucumbió al llamado a gritos de su partido para que renunciase a la candidatura presidencial y dejase el camino libre a su vicepresidenta, la californiana Kamala Harris, que podría ser la primera mujer en gobernar Estados Unidos si vence en noviembre a Donald Trump. Diez minutos después, la decisión se había filtrado y daba la vuelta al mundo.
Llegaba en domingo, tras la misa dominical a la que el mandatario católico de 81 años suele acudir. Biden está aún convaleciente de la infección de coronavirus que contrajo el pasado miércoles en Las Vegas, donde la enfermedad se unió a la debilidad de su edad y mostró a un mandatario tan frágil y delicado que los Servicios Secretos tuvieron que ayudarle a subir al coche. Había dicho en una entrevista que solo renunciaría a la candidatura que había ganado en unas primarias poco abiertas si se lo indicaba «el Todopoderoso» ,y las señales no dejaban de llegar.
El atentado que sufrió su rival la semana pasada revistieron a Trump de un aura que, junto con la unidad del partido conservador demostrada en la convención, le presentaban como el ganador seguro de las próximas elecciones del 5 de noviembre. Un hombre fuerte y vigoroso «con corazón de León», dijo su primogénito, en una imagen que contrastaba con la exánime figura del presidente tambaleante, que apenas podía bajar las escaleras y que confunde frecuentemente los nombres de los mandatarios con los que trata. El pasado día 11, en la cumbre de la OTAN confundió al líder ucraniano Volodímir Zelenski con el «presidente Putin» y también llamó «Donald Trump» a su vicepresidenta, Kamala Harris. Mantener el suyo en las papeletas era un suicidio político del que Biden hubiera sido responsable por su terquedad a renunciar. Y así se lo han dejado claro en estas últimas dos semanas de vértigo decenas de compañeros de su partido.
Este domingo, tras anunciar por la red social de X que había decidido «no aceptar la nominación y concentrar todas sus energías en sus obligaciones como presidente durante el resto de su mandato», le llovieron los cumplidos «por su extraordinaria carrera», dijo el matrimonio Clinton, al que se venía echando de menos dentro de su partido.
«No solo ha sido un gran presidente y un gran legislador, sino un gran ser humano», le alabó el líder demócrata del Senado Chuck Schumer, cuya presión el fin de semana anterior resultó clave para que el candidato se sintiera acorralado y empujado a tomar la puerta de salida. «Es un honor unirnos a él para respaldar a Kamala Harris y dar en esta lucha todo lo que tenemos». «Su decisión, claro, no ha sido fácil, pero una vez más ha puesto a su país y a su partido por encima de sí mismo», dijo Schumer en un comunicado al que siguieron en cascada los de otros dirigentes demócratas.
«Aunque fue mi intención buscar la reelección, creo que es en el mejor interés de mi partido y del país retirarme y enfocarme únicamente en cumplir mis tareas como presidente por el resto de mi mandato»
«Por ahora, permítanme expresar mi más profunda gratitud a todos aquellos que han trabajado tan duro para verme reelegido (...).Y mi más sincero agradecimiento al pueblo estadounidense por la fe y la confianza que han depositado en mí»
«Hoy deseo ofrecer mi total apoyo y respaldo a Kamala (Harris) para que sea la nominada de nuestro partido este año»
— Joe Biden (@JoeBiden) July 21, 2024
Tanto el presidente como su formación llegan un año tarde. La decisión de pasar el testigo a otros líderes más jóvenes en un grupo que tiene como referentes a veteranos de la envergadura de Clinton y Obama tenía que haber ocurrido antes de las primarias. Pero todo se hizo de manera que Biden no tuviera competidores y cumplir así con la tradición de que un presidente pueda optar a la reelección para un segundo mandato. Ahora los fondos donados a la campaña solo pueden ser utilizados si su destino son B iden o Kamala Harris. Están en juego más de 200 millones de dólares. La vicepresidenta ha sido apoyada por otros líderes además de Biden e incluso se ha consultado a los grandes contribuyentes de la campaña sobre su nominación. No obstante, pesos pesados como Nancy Pelosi creen que en los próximos días debería aparentarse la celebración de una convención abierta para que la designación de Harris no parezca una coronación directa.
En cualquier caso, su nominación no sera una panacea para las posibilidades de su grupo de ganar la Casa Blanca. La fiscal californiana de 59 años que en 2020 se convirtió en la primera mujer de color en llegar a la Casa Blanca no es la candidata que más entusiasmo despierta entre moderados e independientes, pero goza del apoyo de los afroamericanos, pese a que sus progenitores son de la India y Jamaica.
Los decepcionados con Biden la ven como una continuidad del aumento de la inflación y de los inmigrantes indocumentados, tema éste que había recaído sobre ella. Trump estará encantado de ponerla en la diana de sus ataques, pero le inquietará enfrentarse a ella en el debate del 10 de septiembre, dadas las habilidades retóricas que mostró Harris en este formato durante la campaña de 2020.
De aprobarse como está previsto, su candidatura es un revulsivo para las bases de un partido desmoralizadas por el creciente declive de Biden y la fuerza de Trump, cuya vuelta al poder ya se veía como inevitable. La decisión del presidente pone, temporalmente, el marcador a cero. Harris no lo tiene fácil. Necesita ganar tres Estados clave que las encuestas otorgan a Trump: Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Por eso la elección de su segundo para su campaña resultará clave.
Los estrategas apuntan como mejor apuesta para mejorar sus posibilidades al gobernador de Pennsylvania Josh Shapiro, muy popular en el Estado a pesar de que solo lleva en el cargo año y medio. Pero si Harris quiere ser realmente atrevida y jugárselo todo, su mejor opción es la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, de 52 años, enormemente popular en su territorio y con un alto perfil nacional.
Eso probablemente le garantizaría la victoria en Michigan, el Estado por el que se derrumbó 'el muro azul' que costó la derrota a Hillary Clinton en 2016. La rompedora opción de dos mujeres en la papeleta entusiasmaría a la izquierda y asustaría a la derecha, en un enfrentamiento entre la cultura woke y antiwoke, el pasado y el presente de un país ante un cruce de caminos que le redefinirá.
Son, ha dicho Donald Trump a sus seguidores, «las elecciones más importantes de sus vidas», que se celebrarán el 5 de noviembre y prácticamente acaban de volver a comenzar con este reseteo de la campaña demócrata.
El resultado de las urnas lo vera Joe Biden desde la Casa Blanca o su residencia de Delaware. Luego, le corresponderá aprestarse a dar el relevo a su sucesor en enero de 2025. En su carta de despedida, que singularmente difundió en las redes sociales sin darle oportunidad a su partido a organizar una despedida oficial de mayor nivel, el mandatario afirma que continuará ejerciendo sus responsabilidades en el Despacho Oval hasta el último momento. A partir de ahí, le corresponderá pasar las llaves de la Casa Blanca a Harris o al líder republicano que ha sido su encarnizado rival y al que prometió derrotar en las urnas.
El 27 de junio Joe Biden y Donald Trump celebran su primer debate electoral televisado en la sede de la CNN en Atlanta. Es el comienzo de la debacle para el presidente, que se muestra desorientado, falto de reflejos y cansado frente al republicano, que despliega una narrativa avasalladora y plagada de bulos que el presidente no es capaz de desmentir. Barack Obama diría luego que fue una «mala noche».
Biden acude a Carolina del Norte donde ofrece su primer mitin posterior al debate el 28 de junio. Ante su audiencia se muestra enérgico, con un discurso más vigoroso pero también comete algunos errores. Atribuye su mala actuación del día anterior al cansancio tras una apretada agenda de viajes, con dos desplazamientos a Europa incluidos, y un incipente resfriado. Dice que va a ganar.
El optimismo del candidato contrasta con las dudas que surgen en su propio partido y en medios como 'The New York Times', que le pide abiertamente dejar la carrera electoral. El congresista demócrata por Texas Lloyd Doggett es el primer compañero de filas que le reclama la renuncia por «compromiso» con el país. Es el 2 de julio. En las dos semanas siguientes la lista se alargará a 40 representantes.
No transcurren veinticuatro horas cuando comienza el goteo de encuestas negativas. La que hace su equipo le da prácticamente un empate con Trump. Pero todas las demás resultan demoledoras. El sondeo de 'The Wall Street Journal' es especialmente duro y activa el pánico en las filas demócratas. El líder republicano obtiene un apoyo del 48% mientras Biden se queda con un 42%.
Biden insiste en que será el candidato a las presidenciales. El 6 de julio concede una entrevista a la CBS para tratar de enderezar el rumbo y allí sentencia que «solo el Todopoderoso» le hará renunciar. Esta todudez, unida a otros sondeos según los cuales entre el 64% y el 80% del electoradfo le considera demasiado mayor, terminan de sembrar el miedo en el partido, que ya piensa en cómo sustituirle.
El propio día 6 empieza la fuga de donantes, que exigen a los demócratas un nuevo candidato para volver a proporcionarles fondos electorales. El actor George Clooney y el expresidente Obama dan la puntilla a las expectativas del presidente al aconsejarle la retirada. Para agravar la situación, Biden tiene dos sonoros lapsus en su discurso ante la OTAN el 11 de julio. Llama «presidente Putin» a Zelenski.
Acuciado por la presión, Biden siente que su partido le considera ya un estorbo. Está frustrado y disgustado por la forma «irrespetuosa» en que le tratan. A finales de la semana pasada se encierra en su casa de Delaware, enfermo de covid. Ha hecho un maratón de mítines que de nada le han servido. Prepara su renuncia en compañía de su mujer, Jill, sus hijos y los pocos asesores leales que le quedan.
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