Sin incidentes en una ciudad blindada

Los medios oficiales informaron de que solo se produjeron algunas detenciones aisladas. No es extraño que la ceremonia se desarrollara con absoluta tranquilidad, porque sólidas barreras rodeaban el Capitolio, vehículos blindados permanecían estacionados en las calles y miles de soldados y policías montaban guardia en lugares estratégicos de la capital estadounidense.

Después de los disturbios y el asalto al Capitolio el pasado 6 de enero por una muchedumbre de simpatizantes violentos de Donald Trump, el Servicio Secreto, la agencia responsable de proteger al presidente, el vicepresidente y dirigentes extranjeros que visitan Estados Unidos, tomó medidas para transformar la ciudad de Washington en un bastión en estado de sitio. Este cuerpo de seguridad no dejó cabos sueltos en un plan diseñado para impedir que ayer se repitieran los bochornosos incidentes en la sede del Congreso que dieron la vuelta al mundo.

El cordón de seguridad habilitado en el perímetro del Capitolio y áreas próximas resultaba, sencillamente, impresionante. Más de 25.000 soldados de la Guardia Nacional y miles de policías vigilaron todo el espacio ocupado por edificios oficiales y sus alrededores. El destacamento de guardias nacionales fue tres veces mayor que los 8.000 que hubo en la toma de posesión de Donald Trump. Un número indeterminado de tanques tomaron posiciones en la calles y las esquinas fueron ocupadas por obstáculos de cemento.

Tampoco se dejaron espacios libres para el tránsito peatonal. El National Mall, el gran parque de monumentos nacionales de la capital estadounidense, estuvo cerrado a cal y canto. Las intersecciones viales fueron otros de los puntos desde donde militares y policías vigilaron las calles y edificios próximos, en los que se apostaron numerosos francotiradores. La caravana de coches en la que viajaba Joe Biden desfiló en solitario por avenidas desiertas custodiadas por las tropas.

A los asistentes al acto se les pidió permanecer alejados debido a la alta incidencia de la pandemia en el país y a los temores de que surgieran brotes de violencia. Sólo algunas personas desafiaron las advertencias y caminaron por las calles de Washington para ver lo que podían en una extraña jornada histórica. Las restricciones alcanzaron incluso a los parlamentarios. Si normalmente se distribuían 200.000 entradas entre los legisladores para repartirlas entre sus electores, esta vez solo hubo un pase disponible para cada uno de los 535 miembros del Congreso, junto a un invitado.

Camiones de basura rojos con la leyenda 'God bless America' (Dios bendiga América) en los laterales actuaban como barrera en uno de los puntos más sensibles, la parte norte de la Casa Blanca, hacia donde Biden debía dirigirse tras prestar juramento.

Horas antes de la toma de posesión, las autoridades federales monitorizaron interacciones «inquietantes» en redes sociales, incluso amenazas contra funcionarios electos e ideas sobre cómo infiltrarse en el evento. Doce efectivos de la Guardia Nacional fueron excluidos del operativo de seguridad debido a sus lazos con grupos de extrema derecha y dos de ellos habían publicado mensajes en internet con retórica incendiaria sobre la investidura. El FBI revisó los antecedentes de los 25.000 guardias nacionales enviados ayer a Washington. La misma agencia había advertido a los diferentes cuerpos policiales sobre la posibilidad de que ultraderechistas se hicieran pasar por miembros de la Guardia Nacional para boicotear la ceremonia.