Mercedes Gallego
Enviada especial. Filadelfia
Miércoles, 11 de septiembre 2024, 21:36
Más de 65 millones de estadounidenses vieron en directo el martes por la noche -madrugada de este miércoles en España- el histórico debate entre Donald Trump y Kamala Harris, según los datos preliminares del analista de audiencias Michael Mulvihill, quien le atribuye un 28% más que al de Trump/Biden de junio, pero de esos millones solo importan unos cientos de miles: los indecisos de siete estados bisagra que decidirán las elecciones.
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Los críticos coinciden en que la vicepresidenta dominó el primer careo entre los dos candidatos que se disputarán la presidencia el 5 de noviembre, pero los muestreos que hicieron diferentes medios de comunicación revelan que no logró convencer a muchos de los que necesita para desmarcarse de Trump. Incluso entre los que le atribuyen la victoria, hay pocos a los que haya convencido de votar por ella.
No son muestras científicas, porque los sondeos oficiales tardarán días o semanas en llevarse a cabo, pero revelan una tendencia preocupante: la desconexión entre los politólogos que analizan la campaña desde sus despachos y la voz de la calle. Esa brecha ya produjo un tremendo batacazo en los comicios de 2016, cuando las encuestas daban abrumadoramente la victoria a Hillary Clinton, pero fue Donald Trump quien ganó. Desde entonces, los principales medios se han propuesto distanciarse de las pantallas y los centros de poder para mezclarse con los ciudadanos de a pie antes de intentar retratar su intención de voto.
Entre los diez que sondeó Reuters, seis se decantaron por Donald Trump al término de ese histórico debate del martes, en el que la vicepresidenta le puso contra las cuerdas. Harris solo ganó el voto de tres. En otra muestra similar de la CNN, una de las indecisas que salió convencida de votar por Trump, a pesar de sus estridencias y disparates, lo explicaba así: «Creo que es importante recordar que estamos votando por el líder de nuestro país y quién va a mejorarlo, no por alguien al que querrías tener en tu boda. Tenemos el increíble privilegio de elegir entre dos candidatos que ya han estado en el Gobierno y, cuando se trata de los hechos, la verdad, mi vida era mejor con Trump en la Casa Blanca. La economía era más boyante, la inflación más baja y las cosas iban mejor en general, mientras que con la Administración de Kamala la cosas no han sido tan fantásticas. Ella dice que es capaz de arreglar los problemas que se han creado durante su vicepresidencia, pero no sé si me puedo permitir ese riesgo».
Más allá de los cortes virales de gatos y perros que se comen los inmigrantes, según los muchos bulos de ultraderecha de los que Trump se hizo eco en el debate, lo que los indecisos querían saber es qué es lo que va a hacer cada uno por mejorar sus vidas. El debate estuvo plagado de sonrisas burlonas por parte de Harris, que sacó de quicio a su rival, tendiéndo trampas a su ego con el tamaño de las audiencias, por ejemplo, pero escaso en detalles concretos sobre su programa económico.
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«Echale un vistazo a su plan: Ha copiado el de Biden, y son cuatro páginas. No tiene plan», le atacó Trump. Todo eso obligó a la vicepresidenta a recordarle dos cosas: «No soy Biden, creo que te estás equivocando», atajó en una de esas respuestas decisivas que impresionaron a los críticos, y «no te estás presentando contra Biden, sino contra mí». Los indecisos que buscan la esperanza de mejor calidad de vida con un cambio de Gobierno, no ven clara la diferencia. La vicepresidenta le debe lealtad a «su jefe», como lo llamó Trump, por haberla elegido como la primera mujer de color para el cargo y haberla convertido en su heredera política, lo que le da la oportunidad de hacer historia de nuevo.
Por ello no se desmarcó de su mentor ni siquiera en temas tan delicados como la retirada de tropas de Afganistán, una decisión que defendió a pies juntillas y dice haber apoyado en su momento. «Cuatro presidentes dijeron que lo harían y fue Joe Biden quien lo hizo», le defendió. «Gracias a él los contribuyentes no estamos pagando trescientos millones diarios en esa guerra y hoy no hay ningún soldado en activo destacado en ningún lugar de guerra del mundo en conflicto».
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Esa lealtad le obliga a defender también la agenda económica por haber sacado al país de la pandemia sin caer en una recesión, pero que resienten quienes sufren con la cesta de la compra en el supermercado, la factura de la luz o la letra del piso.
En ese sentido el «error garrafal» que los críticos atribuyen a Trump por no haber cambiado su narrativa ante la nueva candidata a la que se enfrenta puede ser un acierto. Su talón de Aquiles en el debate fue no haber preparado su ego para resistir las provocaciones de Harris, que salió a la plaza dispuesta a desmontar sus maneras presidenciables.
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Ante la sonrisa burlona con que Harris acabó su examen a Trump no le quedó más que recurrir a la que cree su mejor arma: él mismo. Apareció por sorpresa en la sala de prensa, ubicada a casi un kilómetro del National Constitution Center de Filadelfia, donde se celebró el debate, creando un revuelo espectacular en la llamada 'spin room', a la que acuden los pesos pesados de las campañas para vender a la prensa la victoria de su candidato, pero no los propios candidatos. Robert F Kennedy Jr, Marco Rubio, Lara Trump… Ninguno podía acaparar tantas cámaras como Trump, aunque las preguntas no fueran exactamente de su agrado. «¿Perdió usted el debate cuando empezó a hablar de inmigrantes que se comían a los perros?», querían saber los periodistas. «Ha sido el mejor debate de mi vida», respondió. «Estamos recibiendo un montón de buenas encuestas en las que hemos ganado por 90%, 60%, 72% … Y ella lo ha hecho tan mal que ahora quiere otro debate, porque ha quedado zarandeada», concluyó en su realidad paralela. Falta saber si aceptará la revancha que le ha propuesto la campaña de Harris.
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