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El éxito en el campo político le abrió un camino paralelo al de los tebeos cuando la publicación política 'The Nib' se interesó para que publicara su visión y después se incorporó a The New Yorker. «Empecé mis viñetas por mi ira, por mis frustraciones. Durante toda mi vida hacía mis cómics pero siempre que había una nueva noticia hacía alguna viñeta para mis amigos. No pensaba que fuera a ser mi nuevo trabajo. Pero con las elecciones pensé: 'Tengo muchos sentimientos y quiero expresarlos'. Lo compartí en Facebook y otras redes sociales y mucha gente se me acercó y me dijo que podría dedicarme a eso», recuerda la artista.
«Sí», contesta rotunda la artista que atribuye a sus predecesores la caída de Sarah Pallin y John McCain. «Los buenos pueden conectar a niveles emocionales, informar y educar al mismo tiempo. Es increíble lo que pueden hacer y cómo me pueden afectar a mí misma. Las viñetas son icónicas, causan un gran impacto. Incluso hoy puede cambiar la mente de mucha gente y pueden mostrar otros modelos. Siempre recuerdo alguna. Hay un lugar, especialmente en el periodismo, que es muy importante y espero que continúe aunque los periódicos de papel estén cayendo porque siempre está internet y otras vías que tenemos que descubrir para que funcione», explica.
De todos los posibles estímulos de su obra política, el central es Donald Trump, a quien bautizó como 'Big Boy' (el niño grande) en sus comienzos. Es un blanco fácil para ella. Pocas palabras y dibujos muy expresivos que ahora se recopilan en Estados Unidos en 'Me the People' (Image). Guerra econoce que en ocasiones no tiene que exagerar demasiado porque el presidente estadounidense proyecta un personaje egoísta que ya le ofrece los ingredientes necesarios para ilustrar su punto de vista. «No es un ser humano, no tiene humanidad. Lo que ocurre con él es que todo ha ido mal. No tiene ninguna habilidad para empatizar con nadie. Algo ocurre dentro de él para que nunca haya conectado correctamente. Es una persona muy averiada, está roto y no creo que se pueda arreglar», describe Guerra durante su paso por el Heroes Comic Con de Madrid.
La artista sostiene que es comprensible que millones de estadounidenses votaran a Trump en las elecciones presidenciales. «Es algo que se ha cultivado durante muchos años. Se sabía que en la política estadounidense había republicanos, demócratas y los indecisos. Luego estaban los extremos, los de 'No confíes en el Gobierno'. Y no votaban ni pensaban que sus votos importaran y no querían contribuir a nada de esto porque la gente les ignoraba. Esta base ha ido incrementándose. Y los demócratas tienen la desventaja de la falta de esperanza», analiza con su verbo y pensamiento rápido. Y con sus lápices Guerra intenta que no decaiga el ánimo. «Estamos cavando un gran agujero. No ganó el voto del pueblo por un pequeño margen. Tenemos que recordar que somos la mayoría y que todo lo demás es propaganda», señala sobre la diferencia de votos entre Donald Trump y Hillary Clinton a favor de la demócrata en en 2016.
Pia Guerra está descontenta con lo que está viendo en Estados Unidos y por ello ha tomado varias decisiones sin necesidad de empuñar los lápices. Nació en Hoboken, una localidad de Nueva Jersey, se crio en Canadá y regresó a Seattle durante unos años. Pero dio la vuelta y ahora reside en Vancouver con su marido, Ian Boothby, con quien en ocasiones firma más viñetas en The New Yorker. «Me gustaría poder vivir en Estados Unidos pero es una locura demasiado grande. La Seguridad Social, los impuestos, son una locura. No es seguro y es peligroso. Viví algún tiempo allí y todo el tiempo estaba personalmente preocupada sobre lo que ocurría. ¿Qué pasará con mi seguro sanitario? ¿Qué pasará si me compro un coche? ¿Voy a perder todo? ¿No voy a tener nada? No he tenido esa sensación nunca más desde que vivo en Canadá y no tengo que volver allí. Aunque no sea muy grande, hay cierta protección, si tienes problemas alguien te puede ayudar y eso no puedes hacerlo en Estados Unidos», destaca una mujer que mantiene y ejecuta sus derechos para votar en su país de nacimiento.
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La artista cree que tarde o temprano el mundo y sus compatriotas se darán cuenta de quién es Trump. Su experiencia en la Marcha de las Mujeres frente a la Casa Blanca en enero de 2018 le ha dado «esperanza». No obstante, dos años después, puede entender que respalden a los republicanos en las legislativas de este martes. «La maldad nunca ha muerto. No es nada interesante, no hay una razón detrás de eso. Es fácil y breve. Es como el III Reich. No es como un plan gigante tramado o sacado de un laboratorio, es simple. Hay mucha gente ahí fuera que quiere otro mundo y Trump les haces sentir bien. No tienen que pensar en que otra gente puede ser herida. Es seductor para cierta gente y es una de las cosas más duras con las que tenemos que vivir. Esa inmoralidad, esa ética...», explica.
La denuncia de la corrupción y la violencia que provoca Trump se une a un discurso de optimismo, aunque Guerra no es capaz de ver un lado para rescatar del actual presidente de Estados Unidos. «¿Algo bueno? No, no. Sé que a alguna gente le gusta pensar que por ser algo malo tiene la oportunidad de un gran cambio. Hay mucha gente ahora que está trabajando duramente para sobrevivir y no podemos olvidarles. Ya no es una broma. Solía serlo, pero hay que afrontarlo», sentencia.
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Dibujó 'Y: El último hombre' (recopilada recientemente por ECC Ediciones) con un guion de Brian K. Vaughan que comenzaba con un único varón como superviviente en un apocalipsis lleno de mujeres. ¿Podría hacer ese cómic con Trump de protagonista? «No lo haría muy bien, tendría muchos problemas. No creo que siquiera sobreviviera. No cuentes conmigo», contesta después de reírse.
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