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Los 'think tanks', o laboratorios de ideas -como la Fundéu recomienda llamarlos-, son instituciones o grupos de expertos que se reúnen para reflexionar o investigar sobre asuntos de relevancia, como defensa, política o educación. En teoría, son entidades sin ánimo de lucro que promueven el debate público y publican estudios para impulsar el avance de la sociedad. En la práctica, a menudo actúan como agentes que responden a intereses ideológicos y económicos, lo que dificulta diferenciarlos de los lobbies, grupos de presión cuyo objetivo es movilizar a los agentes políticos y sociales en la dirección dictada por aquellos a los que representan.
«Son instituciones que nacieron en Estados Unidos para asesorar y orientar las políticas públicas. Se consideraban universidades sin alumnos, compuestas únicamente por investigadores que ponían el acento en el rigor de sus estudios, destinados a lograr el progreso de la sociedad», explica Francesc Ponsa, profesor consultor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «El problema es que han evolucionado hacia centros militantes que tienen grandes presupuestos para influir en las políticas públicas y en los medios de comunicación y para los que el rigor no es lo más importante. El objetivo es justificar conclusiones predeterminadas», afirma, sentenciando que estos 'think tanks' «han contribuido con esta metamorfosis a la polarización de la sociedad» y han creado un entorno en el que «tienen más apoyo los que hacen más ruido».
1.872 'think tanks'
operan actualmente en Estados Unidos. A nivel global suman unos 7.000.
Ponsa no es el único que piensa así. Ni mucho menos. «Si el mundo académico es criticado por investigar asuntos irrelevantes alejados de las preocupaciones de la sociedad, los think tanks cometen un error similar alejándose de proponer políticas fundadas en sólidos estudios de ciencias sociales para centrarse en la ideología y el impacto en medios de comunicación», denuncia Mathew Burrows, consejero del Stimson Center, que subraya la creciente conducta partisana de 'think tanks', «el nexo entre académicos y legisladores», escorados hacia uno u otro partido político.
Y el problema es que ejercen una influencia política y económica enorme. «Los presidentes suelen utilizarlos para delinear sus políticas. En el caso de Joe Biden, por ejemplo, el Center for American Progress ha tenido mucha relevancia en su estrategia económica. Y luego el flujo entre los 'think tanks' y las Administraciones es muy fluido. Quien gane las elecciones tendrá que nombrar 4.000 cargos políticos entre noviembre y enero, y muchos saldrán de los 'think tanks'», explica Carlota García, investigadora principal de Estados Unidos del Real Instituto Elcano, uno de los laboratorios de ideas más prestigiosos de nuestro país.
En España, los centros con más proyección global son el propio Elcano y el CIDOB, sin afiliación ideológica clara y un marcado interés global. No obstante, existen otros claramente posicionados en un espectro político muy concreto como FAES -presidida el expresidente José María Aznar-, Fundación Alternativas -con referentes socialistas como Felipe González o Javier Solana-, o incluso alguno con el nombre de políticos más que cuestionados, como el Centre d'Estudis Jordi Pujol.
Se estima que en el mundo operan casi 7.000 'think tanks', pero, sin duda, su principal campo de acción es el lugar en el que nacieron: el último listado en Estados Unidos recoge 1.872. Y reflejo de la influencia que desean ejercer es que el mayor número -408, más del doble que el segundo lugar clasificado- se concentra en la capital, Washington D.C, aunque no es, ni de lejos, la principal ciudad de la superpotencia americana.
A pesar de su deriva, García es optimista y considera que siguen siendo un vehículo importante para el debate público. «Hay 'think tanks' de todos los tipos y centrados en todos los temas. Al principio eran más progresistas y muchos dependen de la filantropía de las empresas, pero siempre hay bastante transparencia sobre el pie del que cojean», destaca. Más pesimista es Ponsa. En su opinión, «se está perdiendo el rigor para dejarlo todo en manos del postureo y el impacto emocional en redes sociales».
Burrows recuerda que el primer 'think tank', la Institución Brookings, nació en 1916 y estuvo compuesta por expertos de ambos partidos. Le siguieron varias más, siempre con el objetivo de impulsar avance social. Pero ya en la década de 1930 muchos criticaban su carácter izquierdista, por lo que unos empresarios neoyorquinos crearon la Asociación de Empresas Americanas, el primer laboratorio de ideas conservador.
A pesar de ello, Burrows subraya que los think tanks «ofrecían un análisis muy poco sesgado». Hasta que en 1973 se fundó la Fundación Heritage. Fue la ideóloga de la política de Ronald Reagan y ha ido radicalizándose hasta crear el 'Proyecto 2025', una estrategia para lograr que el conservadurismo se encarame a todas las instituciones del Estado. «Es hora de crear el entorno propicio para una Casa Blanca más amistosa con la derecha», afirma, sin tapujos, en su página web.
Curiosamente, Trump fue durante su mandato el presidente que menos ha escuchado el consejo de los 'think tanks'. «Era una persona ajena a la política y en 2016 no tenía ni plan ni equipo. En los dos primeros años hubo un caos total, porque no es un intelectual, incluso llega a despreciar el conocimiento, y tiene a gala ser impredecible e impulsivo», comenta García.
Sin embargo, tras su derrota en 2020 se creó el America First Policy Institute. «Es un centro que no se esconde. Que tiene como objetivo, lo mismo que la Fundación Heritage, 'revertir el daño causado por la izquierda radical'. O sea, desregular el gobierno federal, incrementar la producción de petróleo, o acabar el muro en la frontera sur. En definitiva, deshacerse del legado de Joe Biden. Si Trump llega al poder, terminará delineando sus políticas», avanza Ponsa.
Con Kamala Harris hay más dudas. «No creo que se vaya a apoyar tanto en el CAP como Biden. Ella se fija más en gente dentro de la Administración, algo que está relacionado con su experiencia como fiscal», analiza García.
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