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Mercedes Gallego
Nueva York
Sábado, 25 de abril 2020, 20:20
En crisis hay oportunidad. Es un viejo proverbio chino relanzado por Einstein que no todo el mundo sabe poner en práctica. Cuando cae sobre ellos la luz de los focos, algunos están listos y otros no. Andrew Cuomo, de 62 años, lo estaba cuando su ... estado de Nueva York, que ha gobernado durante dos mandatos y medio, se convirtió de la noche a la mañana en el epicentro mundial de la pandemia. Y al igual que el 11-S aupó a Rudy Giuliani como 'el alcalde de América', el coronavirus ha convertido a Cuomo en 'el gobernador de América'.
Si hay alguien que haya sabido aprovechar más que Donald Trump las conferencias de prensa diarias para actualizar la situación del coronavirus ese es Cuomo. Con tanto éxito que el presidente, que no quiere competencia en la parrilla televisiva, trasladó su comparecencia diaria a la tarde. Trump se encontraba con un rival a su medida con el que prefiere batirse desde su cuota de poder. Cada uno a su manera, ambos son genios de la comunicación.
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Cuomo entendió rápidamente que si algo faltaba en las comparecencias del presidente es el respeto a la verdad y la empatía, dos elementos clave de su éxito en esas dos horas televisivas que dan en directo todas las televisiones y se puede ver por la web. Él mismo pasa una por una las tablas de datos y frases memorables, en un formato que siguen ya otros gobernadores del país, sin tanto éxito. El 'gobernador de América' empieza diariamente «con los hechos», insiste. «No son mis opiniones, primero vamos a escuchar los datos». Y así las tablas muestran la actualización diaria del número de muertos, de contagios, de nuevas hospitalizaciones, de nuevas entubaciones (un 80% de estos no sale adelante, suele recordar) y hasta de altas.
La noticia a veces la desliza, como quien no quiere la cosa, al final de su intervención, después de haber citado alguna frase célebre de su padre, el gobernador Mario Cuomo, y haber contado alguna anécdota de su hermano Chris Cuomo, que ha seguido presentando su programa de CNN desde el sótano de su casa tras contraer el Covid-19. Chris anunció él mismo por televisión su positivo, y luego el de su mujer, Cristina, que siguiendo la tradición mediática de la familia ha estado contando los remedios de su cuarentena y la de su hijo adolescente, positivo desde hace cuatro días, a través de las redes sociales. Todos en su mansión de Bridgehampton, aunque un vecino aseguró al 'New York Post? que les había visto –sin mascarilla- en la que construye en East Hampton. Cuando le gritó que se quedase en casa, el hombre asegura que el hermano pequeño del gobernador le contestó: «¿Quién diablos te crees que eres? ¡Yo hago lo que me da la gana!».
Nadie le ha preguntado por eso al gobernador en su conferencia de prensa diaria. A finales de marzo su índice de aprobación era del 87%, lo que representaba 27 puntos más que el mes anterior, y en esos niveles de popularidad se perdona todo. Hasta que el coronavirus le transformó en la autoridad del país y en la voz del Partido Demócrata que muestra el contraste con Trump, Cuomo tenía más en común con el presidente de lo que pueda parecer.
El coronavirus en cifras
Ambos nacieron en Queens y han seguido los pasos de un padre al que siempre quisieron complacer. El presidente, hijo de inmigrantes escoceses y alemanes. El gobernador, hijo de emigrantes italianos. En cualquier caso, acostumbrados a retorcerle el brazo a quien haga falta para salirse con la suya, preferiblemente a través de un subordinado. Cuando el gobernador decidió apuntarse el tanto de legalizar los matrimonios homosexuales, su lugarteniente llamó al asambleísta que había introducido la ley para indicarle que o se retiraba para que fuera Cuomo quien la aprobase, «o él mismo, aunque no esté ya en el poder sino ganando un montón de dinero en el sector privado», se aseguraría de «hacerle la vida miserable» y de que no volviese a trabajar un solo día más, contó el mismo Daniel O'Donnell a la revista 'The Atlantic'.
Cuomo también fue acusado en las páginas del 'New York Times' de haber sugerido retener los fondos estatales a todas las organizaciones que apoyasen a la actriz Cynthia Nixon (Miranda en 'Sexo en Nueva York'), que intentó desbancarle por la izquierda en primarias. La amenaza nunca se probó, pero su difusión fue suficiente para disuadir a los que estuvieran pensando en apostar por ella.
Su padre Mario Cuomo acuñó la célebre frase de que se hace poesía en campaña pero se gobierna en prosa. Él, elocuente, ilustrado y héroe progresista por haberse enfrentado a Ronald Reagan cuando el partido carecía de liderazgo, ponía la poesía y su primogénito la prosa. Desde los 21 años Andrew trabajó arreglando los pactos y abonando el terreno para que su padre pudiera ganar y gobernar, sin que nunca consiguiera la aprobación que buscaba. Cuando se tornaron los papeles, el padre le pasaba frases para sus discursos y nombres de constituyentes con largas explicaciones de por qué debería llamarlos para interesarse en sus vidas.
Cuomo es el gobernador pragmático que se entendía mejor con otro gobernador mafioso y republicano como Chris Christie en New Jersey que con el alcalde de Nueva York , Bill de Blasio, que le contrató cuando fue secretario de Vivienda con Bill Clinton. A pesar de todo el 'pedigree' progresista –estuvo casado durante 15 años con una hija de Robert Kennedy, con la que tuvo tres hijas, antes de unirse sentimentalmente a una chef estrella de televisión de la que se separó en otoño pasado–, la izquierda le odia. O lo hacía hasta que el coronavirus hizo imposible criticarle.
Ahora Cuomo sale en la portada de 'Rolling Stone' y retransmiten sus conferencias de prensa hasta la cadena Fox, donde Trump le prefiere como rival «al soso de Biden», y se ha alzado con el liderazgo del Partido Demócrata, donde todo el mundo está convencido de que tarde o temprano buscará la nominación presidencial. Con 62 años y un espectro político dominado por septuagenarios, tiene tiempo. De momento prefiere llevarse bien con los pesos pasados del partido y del Gobierno, aunque sea Trump, para sacar adelante su tercer mandato con un presupuesto en bancarrota, tras haber aprobado un aumento del salario mínimo y evitado una crisis hospitalaria en plena pandemia. Como compensación, Cuomo quiere respeto y reconocimiento a su labor progresista dentro del partido para medirse por fin con la sombra de quien define como su mejor amigo y aliado: su padre.
Mario Cuomo y Fred Trump eran los dos polos opuestos políticos y sociales de Nueva York, pero sus hijos se sientan juntos estos días para poner freno a la pandemia y logran acuerdos a puerta cerrada que nadie conoce, pero que resultan en halagos de ida y vuelta. Como le ocurriese a Giuliani, Cuomo todavía tiene que demostrar que cuando pasen sus 15 minutos de gloria y el miedo al enemigo invisible sabrá seguir a la altura. Algo que dependerá de haber aprendido las lecciones paternas: «Sé transparente, abierto, honesto», recordó recientemente. «Y cuando ya no puedas trabajar más, trabaja todavía más duro. Y eso es lo que estoy haciendo».
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