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Mercedes Gallego
Sábado, 17 de agosto 2024, 23:08
Chicago 1968. Diez mil manifestantes de todo el país se dieron cita en los alrededores de la Convención del Partido Demócrata para protestar contra la participación de su país en la guerra de Vietnam, donde morían civiles por millares. Culpaban al presidente Lyndon Johnson, que meses antes se había convertido en el primero de la historia en renunciar a la candidatura en favor de su vicepresidente, Hubert Humphrey, quien perdería las elecciones poco más tarde. La brutal represión policial convenció esa noche de agosto del 68 a los estadounidenses para votar por Richard Nixon. Amén de otros motivos, claro.
Más de medio siglo después, el Partido Demócrata vuelve a celebrar su convención en esta ciudad marcada en negro en la historia política del país. El presidente Joe Biden ha seguido los pasos de Johnson al renunciar a la reelección y dejar el testigo a su vicepresidenta, Kamala Harris. Miles de manifestantes confluyen en Chicago hoy para protestar por otra guerra en la que mueren civiles a mansalva, la de Gaza. ¿Volverá a repetirse la historia?
Decenas de organizaciones han preparado las protestas que recorrerán las calles de Chicago en estos cuatro días de superproducción política para protestar contra el apoyo de Joe Biden a Israel, entre otros asuntos. Solo porque el presidente ya no sea el candidato no van a cancelarlo. Después de todo, «Kamala Harris ha dado señales de que está dispuesta a reunirse con nosotros, pero no de que vaya a cambiar las políticas» actuales, declararon los representantes del movimiento de protesta bautizado como 'Uncomitted'. Más de 650.000 personas votaron por ellos durante las primarias demócratas a modo de protesta.
Durante cuatro días de aplausos, globos y confetis, el partido necesita proyectar una imagen modélica de organización y unidad que dé a su candidata un impulso en las encuestas. Si al salir de la convención, que termina el día 22, no consigue distanciarse de Donald Trump muy por encima del margen de error típico de los estudios demoscópicos, será difícil que lo logre en los 75 días que faltarán para votar en las urnas. De momento llega a la cumbre con una ventaja de cuatro puntos porcentuales en Pennsylvania, Michigan y Wisconsin, tres Estados clave donde demócratas y republicanos pueden jugarse la presidencia.
Una vez que la nominación de Kamala Harris ya está más que confirmada, el objetivo de esta cumbre serán los discursos y la reafirmación del argumentario que defiende el Partido Demócrata. A la convención acuden 5.500 delegados y el número de militantes que visiten la ciudad puede superar los 50.000. Lo importante es arropar con la mayor intensidad posible a sus candidatos. En principio, Kamala Harris y Tim Walz tienen dos noches de escenario reservadas, una para cada uno, pero en una campaña tan singular nadie sabe si cumplirán la tradición. Por ejemplo, Trump apareció a diario en los actos de la cumbre republicana.
Biden subirá al escenario en la primera noche. Se le ha prometido un sitio en la historia por haber dejado a un lado sus ambiciones políticas y personales. «Está deseando hablar directamente con el pueblo estadounidense sobre el momento en el que estamos, lo que está en juego y lo increíblemente importante que es para él», contó la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean Pierre. «Podéis esperar que aproveche este momento. Después de todo, es el líder de nuestro partido, ¿no?»
Le precederá sobre el escenario Hillary Clinton, que también ve en Harris la oportunidad de continuar su sueño político como primera mujer presidenta de Estados Unidos. Biden confesó el domingo pasado en una entrevista con la CBS que su retirada no se debió a los malos resultados que le auguraban las encuestas. El siempre pensó que podía vencer de nuevo a Donald Trump, pero sus colegas demócratas, incluyendo a la ex portavoz del Congreso Nancy Pelosi –con la que no ha hablado desde entonces–, estaban preocupados porque arrastrase en su derrota a los legisladores que se juegan el cargo en esas mismas elecciones y entregaran a Trump el poder absoluto.
El debate sobre su viabilidad como candidato hubiera sido «una verdadera distracción» durante el resto de la campaña, se planteó. «Cuando me presenté la primera vez lo hice como un presidente de transición. Ni siquiera me atrevo a decir lo viejo que soy, me cuesta que ese número salga de mi boca», reconoció.
Sus 81 años, y el impacto manifiesto que tienen en su capacidad física y cognitiva, se convirtieron en la principal preocupación de los estadounidenses, insalvable desde que le vieron tartamudear desorientado en el debate contra Trump del 27 de junio. El presidente se resistió a las presiones durante tres semanas, hasta que durante la convalecencia del covid decidió que «lo más importante es derrotar a Trump», concluyó.
Mañana se espera que repita esa urgencia ante las 15.000 personas que llenarán el United Center de Chicago y los muchos millones que lo verán por televisión. El martes lo hará Barack Obama, líder moral del partido. El miércoles Bill Clinton presentará a Tim Waltz, vicepresidente de Harris, y el jueves el marido de esta le pasará el micrófono para que cierre la fiesta de coronación.
El desfile de sabios contrastará con la convención del Partido Republicano que organizó la nuera de Trump en Milwaukee (Wisconsin), a la que no fue invitado ningún expresidente del partido de Reagan y Bush, devorado por el movimiento MAGA de 'Make America Great Again' que ha fundado el magnate.
En Chicago, los activistas antisistema se burlan de ambas formaciones con su 'Make 2024 as Great as 1968'. Para eso animan a los estudiantes que ya revivieron el mayo del 68 con sus protestas en los campus hace unos meses a «poner de moda los cardenales de las porras de la policía de Chicago en la vuelta al cole de 2024».
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