Caroline Conejero
Nueva York
Martes, 8 de noviembre 2022, 21:56
Estados Unidos ha vivido este martes una jornada electoral con una intensidad desconocida en su historia reciente. Muchos de los votantes sintieron el colosal peso de la responsabilidad para enderezar el rumbo del país, mientras que otros acudieron a las urnas para salvar la integridad ... de la democracia. Bajo una fuerte vigilancia debido a las amenazas de violencia y los acosos a ciudadanos y funcionarios electorales, el día, sin embargo, se desarrolló sin mayores contratiempos y considerable sobriedad, aunque con una atmósfera contaminada por el fantasma de conspiraciones para perpetrar un fraude electoral que han alimentado desde hace meses desde el bando republicano afín al expresidente Donald Trump.
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La sospecha de potencial sabotaje electoral hizo acuciar la vigilancia. Irregularidades que en tiempos pasados pasaron desapercibidas, este martes se destacaron, como los dos tabuladores de votos que no funcionaron en un condado de Nueva Jersey y otro en Arizona, y que obligaron a contar los votos a mano; o el retraso de la llegada de los trabajadores a algunos centros de votación en Pensilvania que llevó a retrasar la apertura de los colegios. Más serio fue lo que ocurrió en la ciudad de Beaumont, Texas, donde se denunció un acoso a los votantes afroamericanos por parte de trabajadores electorales blancos y que produjo una orden judicial de emergencia que prohibía acercarse a los votantes para ver sus opciones en la papeleta de voto y decretaba ilegal obligarles a dar su dirección en voz alta.
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Además un centro de votación de Kenner, en Luisiana, con una población significativa de residentes negros y latinos, pero de mayoría blanca republicana, recibió la segunda amenaza de bomba en una semana, lo que obligó a una reubicación de emergencia en otro local. Además, una aplicación móvil, un portal de Internet y una línea telefónica directa con información sobre los lugares de votación y las papeletas de voto sufrieron dificultades técnicas pocas horas después de la apertura de las urnas. Por casos como éstos, los observadores federales tuvieron que estar presentes en muchos colegios.
La jornada registró también incidencias con los observadores electorales, como en el condado de Fulton, en Georgia, donde fueron despedidos dos trabajadores tras conocerse su participación en el ataque al Capitolio del 6 de enero.
Además, en muchos distritos electorales de poblaciones con importantes proporciones de minorías, los votantes se vieron obligados a esperar pacientemente en largas filas su turno para votar después de planear el día para ejercer su derecho al voto, con esfuerzos cuasi heroicos de coordinación de trabajos, familia y transporte.
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Para muchos estadounidenses afroamericanos, a menudo excluidos de la prosperidad económica, el voto en estas elecciones significó una apuesta por una opción política que ofrezca oportunidades más justas. Mientras, los ancianos, un segmento de voto sólido, fueron a las urnas por su seguridad ciudadana y tranquilidad. En el caso de las minorías, cuyas generaciones de mayores que vivieron la lucha por el derecho al voto, el ejercicio de su derecho significa una mayor obligación civil.
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Las comunidades blancas pobres, desplazadas por la globalización y digitalización de la economía en las últimas décadas, votaron para reivindicar un resentimiento alimentado por los republicanos contra un país en el que no se reconocen: una América más educada, con docenas de lenguas que no entienden, comunidades de minorías que prosperan, mujeres que destacan, un compromiso social y medioambiental mayor, y el deterioro de formas de vida que no volverán. Aferradas a un decálogo libertario trasnochado que incluye la frontera, el odio a las imposiciones de la pandemia, y una percepción general de que sus libertades están siendo amenazadas, su voto de protesta supuso el apoyo al extremismo republicano.
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Aunque muchos resultados se definieron rápidamente, otros tardarán semanas en dirimirse hasta que se procesen todos los votos por correo. En 2020 llevó hasta quince días. Cientos de contiendas electorales a nivel local, estatal y federal definirán el balance de poder en el Congreso y, por ende, el rumbo del país, una decisión que pende especialmente sobre los Estados indecisos de Michigan, Wisconsin, Nevada, Arizona y Georgia, con resultados muy reñidos.
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