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Mercedes Gallego
Corresponsal. Nueva York
Jueves, 2 de mayo 2024
Por primera vez desde que el 18 de abril, cuando la intervención policial en la Universidad de Columbia para desalojar los campamentos propalestinos incendiase los campus de todo el país, Joe Biden se dirigió este jueves a la nación. «Existe un derecho a protestar, pero ... no a crear el caos», amonestó. El presidente no mostró empatía alguna por los manifestantes. De hecho, preguntado al final si estas protestas podrían hacerle recalcular su política con Israel, la repuesta fue seca y contundente: «No».
En su sermón a los estudiantes, a los que recordó que «las protestas violentas no están protegidas» por el derecho a la libertad de expresión», Biden parecía hablar más en nombre de quienes le acusan de estar perdiendo el control de las universidades que a un grupo del electorado que pierde cada día más. «La ley se va a cumplir», advirtió. Sus palabras satisfacían tanto al ala judía del Partido Demócrata, concentrada en las élites de poder político y económico, como a la del Republicano, cuyos líderes piden desde hace semanas mano dura contra las protestas.
La intervención policial había dejado hasta ayer cerca de 2.000 detenidos en todo país, siendo la última más destacable la que se produjo en la madrugada del este jueves en el campus de Westwood de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Más de 200 patrulleros lanzaron bengalas de humo y pelotas de goma contra los jóvenes del campamento, que la noche antes habían sufrido una embestida vandálica en toda regla por grupos proisraelíes que, vestidos con máscaras blancas y capuchas negras les atacaron durante horas con palos y barras de metal, mientras saltaban violentamente sobre las láminas de madera que protegían sus tiendas de campaña. Al menos una quincena de estudiantes resultaron heridos. La Policía tardó tres horas en responder a las llamadas de emergencia y una más en intervenir, después de llegar a la escena.
«¿Tendrá que morir alguien en nuestro campus esta noche para que usted intervenga, Gene Block?», dijo al decano en su editorial el periódico estudiantil 'Daily Bruin'. El remedio fue peor que la enfermedad. «¡No nos vamos, no nos dais miedo!», coreaban los estudiantes cuando vieron entrar a los agentes en el campus. Listos para desmantelar sus campamentos. Éstos no tenían prisa. Lanzaron bengalas sobre las tiendas de campaña, convertidas en un fortín con planchas de madera y vallas metálicas, y se quedaron a la espera de que sus presas salieran tosiendo de las madrigueras. Vestidos con equipo de protección antidisturbios, la cacería desembocó en la de detención de 209 personas, acusadas de no dispersarse ante la orden policial.
A diferencia de las protestas raciales que en 2020 siguieron a la muerte de George Floyd, los manifestantes no exhibieron armas de fuego ni incendiaron contenedores o rompieron escaparates. En Los Ángeles, algunos agarraron extintores para defenderse con ellos de la Policía, a la que rociaron de espuma. En Portland, donde los agentes actuaron horas después para desalojar la biblioteca de la Universidad Estatal, sumando al menos 132 arrestos, encontraron en el edificio un cubo de agua con jabón y un cartel que decía «si viene la Policía, tirarlo por las escaleras». Al parecer, nadie tuvo tiempo, cabeza o deseo de hacerlo. En Texas, las autoridades respondieron a las peticiones de la prensa pidiendo pruebas de las 'armas' con fotos de un cubo de piedras. Y en Nueva York, la Policía y el alcalde Eric Adams exhibieron en conferencia de prensa una cadena, que la prensa identificó como un candado de bicicleta.
La fuerza de sus protestas no parece venir de las armas, sino de la indignación de sus consignas, en las que a menudo comparan a la Policía con las fuerzas de defensa israelíes (IDF) y el Ku-Kux-Klan, sin que falten insultos. Las asociaciones estudiantiles niegan rotundamente que estén siendo manipuladas por grupos externos e incluso la directora de inteligencia nacional, Avril Haines, contestó este jueves a pregunta de los senadores republicanos durante una audiencia que no hay evidencia de que Hamás se haya infiltrado para dirigir las protestas.
El profesorado había enviado una carta con 360 firmas pidiendo que no interviniese la Policía ni se tomarán medidas disciplinarias contra los estudiantes, pero ante el poco eco en la rectoría, ayer barajaba no entregar las calificaciones a la universidad. El propio gobernador, Gavin Newsom, consideró «inaceptable» la pasividad policial ante la violencia que sufrieron los campamentos por parte de los contra manifestantes, por lo que ha pedido una investigación independiente. Las clases seguían canceladas y todo indica que habrá poco que celebrar en las graduaciones de este mayo.
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