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MIKEL AYESTARAN
Domingo, 30 de octubre 2022, 00:32
Muchos iraníes y activistas de derechos humanos recibieron con disgusto la victoria en las elecciones de 2021 de Ebrahim Raisi (Mashad, 1960) y recordaron su papel en las ejecuciones masivas de presos políticos en los años ochenta. Tres décadas después de aquellos sucesos, el clérigo ultraconservador se sitúa a la primera línea del régimen como presidente de la república islámica y su mandato será recordado por la muerte de la joven kurda Mahsa Amini a manos de la policía de la moral y la posterior represión implacable de las protestas ciudadanas.
Las calles de Irán gritan «mujer, vida, libertad», el eslogan que ha traspasado fronteras en los últimos cuarenta días, pero el liderato del régimen islámico no escucha y echa la culpa a Estados Unidos y a Israel de instigar las protestas más graves en el país desde 2009.
El uso del velo para las mujeres es obligatorio desde el triunfo de la revolución islámica en 1979, aunque la aplicación de la norma, sobre todo en ciudades como Teherán, se había ido relajando y las más jóvenes customizaban el hijab a su estilo aprovechando la aparente tolerancia. Apenas un año después de su elección como presidente, Raisi, que es padre de dos hijas, trató de acabar con esta conducta, endureció el control de la policía de la moral en las calles y prohibió a las mujeres entrar incluso a algunos bancos, oficinas gubernamentales o transportes públicos. Su promesa en elecciones del año pasado fue combatir la corrupción, pero su prioridad ha sido endurecer el control sobre la vestimenta de las mujeres.
Pasadas unas semanas de su orden, la policía de la moral detuvo a la joven kurda Mahsa Amini, que había dejado su Saqqez natal para visitar Teherán, y no salió con vida de comisaría. El régimen habla de «trágico accidente», la familia denuncia malos tratos y torturas, y las principales ciudades del país registran desde entonces movilizaciones y disturbios.
Tras los dos mandatos presidenciales del clérigo moderado Hasán Rohani, el Líder Supremo del país, Alí Jamenei, de 83 años, buscaba un religioso del ala ultraconservadora en el sillón presidencial y su elegido fue Ebrahim Raisi, a quien tiene en su radio más próximo desde que este tenía 15 años y entró en el seminario de Qom. Jamenei le formó y le ha visto crecer dentro del sistema durante todos estos años. Desde que el Consejo de Guardianes realizó la selección final de siete candidatos para optar a la presidencia, nadie dudaba de su victoria y la votación fue un mero trámite. Jamenei no quería que le ocurriera como en 2017, cuando fue derrotado por Rohani.
Raisi es 'seyyed' (descendiente de Mahoma, por eso su turbante es negro) y estaba al frente del poder judicial hasta que pasó a encabezar el gobierno. Es un hombre vinculado al régimen desde su inicio, respetado por la Guardia Revolucionaria y, pese a ser 'hoyatoleslam' (rango inferior al de ayatolá), algunos analistas le sitúan dentro de las quinielas de sucesión del Líder Supremo, máxima autoridad política y religiosa en Irán. El presidente nunca ha manifestado en público este deseo de convertirse en Guía Supremo.
Con un pasado marcado por sus cargos vinculados al sector de la justicia y nula experiencia previa en política, en este año largo que lleva en el poder ha mostrado su cara de dirigente del ala más radical, sin carisma, sin concesiones y con la decisión firme de contentar a los sectores más conservadores de su país. Conoce muy bien estos círculos porque su suegro es Ahmad Alamolhoda, religioso de la línea dura que lidera la oración de los viernes en Mashhad desde hace mucho tiempo y quien se ha hecho conocido por sus discursos ultraconservadores.
En su reciente viaje a Nueva York para tomar parte en la Asamblea General de Naciones Unidas, al presidente de Irán no le importó dejar plantada a Christiane Amampour, prestigiosa periodista británica-iraní de la CNN. La oficina de Ebrahim Raisi exigió que la veterana estrella televisiva se cubriera para la entrevista, pero esta se negó y no hubo encuentro. La silla vacía del presidente junto a una Amampour sin velo tuvo una doble lectura. El apoyo de Amampour a las iraníes que protestan contra el uso obligatorio del hijab y el guiño de Raisi a esa parte de Irán que reclama más mano dura y menos tolerancia con Occidente.
A la hora de responder a las protestas por la muerte de la joven kurda Mahsa Amini, Ebrahim Raisi ha cerrado filas con sus fuerzas de seguridad, apuesta por la mano dura y repite una y otra vez que todo es culpa de los enemigos exteriores del sistema islámico. Tampoco ha dudado a la hora de rescatar la histórica definición que hizo Jomeini de Estados Unidos y arremeter contra la injerencia del «Gran Satán». Tras los dos mandatos moderados de Rohani, con Raisi vuelve el ultraconservadurismo más purista de la revolución islámica.
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