Rafa sanz del río
Viernes, 20 de mayo 2022, 14:06
«La guerra comercial con China no solo está afectando a China y EE. UU., está afectando a todos… este tipo de decisiones están afectando a todo el mundo«. Esta cita de Rodrigo Malmierca Díaz, Ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera de Cuba, ... pone de manifiesto un conflicto mercantil entre dos titanes tan gigantescos, que obliga a las naciones a impulsar políticas de autonomía. La crisis sanitaria hizo público un debate conocido pero poco popular: la resiliencia de las cadenas de suministro y la dependencia excesiva de un solo proveedor, que ha internalizado riesgos geopolíticos como con su archienemigo estadounidense.
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Un estudio del European Think-Tank Network on China (ETNC), 'Dependence in Europe's Relations with China. Weighing Perceptions and Reality', refleja que dicho sometimiento se considera principalmente a nivel de la UE, y España está siguiendo un enfoque europeísta para abordar el problema. Naturalmente hace años el objetivo era otro, ya que el énfasis estaba en la relación económica bilateral y en cómo impulsar los intercambios económicos con China para alcanzar los niveles alcanzados por otras grandes economías de la UE, como Francia o Alemania; según revela el informe.
Las relaciones económicas chinas son un elemento reciente del debate público español, desencadenado por las compras chinas de deuda pública española durante la crisis de la eurozona y reavivada por la pandemia de Covid 19. De hecho, en el año 2012 hubo un rechazo informal de las autoridades españolas a las propuestas tentativas chinas, que impidió una serie de adquisiciones, entre ellas la de Red Eléctrica de España, la de CESCE, la de Repsol y el Canal de Isabel II de China Investment Corporation. El documento del Think-Tank expone que la dependencia española del comercio exterior desde Pekín se refleja en dos ámbitos desde la epidemia iniciada en 2020: Primero en productos médicos y luego con la escasez experimentada durante la recuperación económica, incluidos los semiconductores cruciales para la industria automotriz, un sector clave de la economía española. Las cadenas de suministro nacionales buscan mantener sus vínculos buscan mantener sus relaciones con los principales socios estratégicos chinos.
El informe asegura que las dependencias estratégicas dan a China la capacidad de impactar significativamente en la disponibilidad global en España de una veintena de bienes, es decir, bienes con aplicaciones críticas en infraestructuras críticas, industrias y tecnologías centrales de la cuarta revolución industrial (productos farmacéuticos, materias primas y componentes electrónico). La posición ventajista del mercado chino no se aplica en todas las importaciones para España.«Con la notable excepción de los productos agrícolas, China sigue siendo un mercado de exportación secundario en comparación con los socios tradicionales de España en la UE, EE. UU. y el Reino Unido», aseguran desde ETNC.
Existen dos particularidades en torno a los acuerdos mercantiles: En primer lugar, que la condición de aliado indispensable de la Casa Blanca, y la enemistad de estos con los orientales, obliga a las naciones alineadas a oponerse a Beijing. «De 1999 a 2011, el crecimiento de las importaciones de China le costaron a Estados Unidos alrededor de 2.4 millones de puestos de trabajo», dice un documento del MIT en 2016. La cruzada contra el país asiático estaba capitaneada por el expresidente Donald Trump, «China es nuestro enemigo, ellos nos quieren destruir» decía un tweet del empresario en 2011. El cambio de presidente y partido, junto con el papel protagónico de Rusia en el conflicto ucraniano, han rebajado las críticas desde el gobierno estadounidense.
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En segundo lugar está el hecho de que China es percibida como un socio menos fiable y digno de confianza que los socios tradicionales de España. La narrativa de dependencia se debe principalmente a las percepciones cambiantes y la desconfianza emergente hacia China. Eso sí, el gobierno de Xi Jinping no es visto como una amenza en todos los contextos. De hecho, la última Estrategia de Acción Exterior de España y las declaraciones de José Manuel Albares Bueno y Arancha González Laya, su antecesora, reconocen que la actuación de China es «crucial» para el cambio climático dada su contribución a las emisiones de gases de efecto invernadero.
Aunque tras la pandemia el debate cobró relevancia, la noción de dependencia de China sigue siendo marginal en el debate público español, a excepción de Vox que se ha manifestado enérgicamente en contra de estas relaciones comerciales. La posición de España en este conflicto va de la mano con la de Bruselas. Desde el ETNC, consideran que la dependencia de España de China se enmarca principalmente a nivel de la UE, con preocupaciones sobre la «vulnerabilidad» y la «enorme dependencia de la UE de fuentes de suministro muy limitadas» y llama a la autonomía estratégica europea frente a las grandes potencias de suministro como Rusia y EEUU. A corto plazo, es probable que esto no suponga cambios radicales para las cadenas de suministro españolas, ya sea una relocalización significativa o una diversificación rápida. El apoyo español a iniciativas a nivel de la UE a favor de la autonomía estratégica puede ser una respuesta más inmediata y tangible, especialmente en sectores estratégicos como la salud o la economía digital, y en áreas donde la industria europea puede lograr una ventaja competitiva global.
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