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Un paciente es trasladado en ambulancia al Royal London Hospital, en Londres. EFE
Los científicos apremian a Johnson a aplicar restricciones para evitar el confinamiento

Los científicos apremian a Johnson a aplicar restricciones para evitar el confinamiento

Bulgaria advierte que también está al borde de un nuevo cierre mientras la UE urge a los gobiernos a acelerar la vacunación

Miguel Pérez

Viernes, 22 de octubre 2021, 22:13

Los asesores científicos del Gobierno británico apremiaron este viernes a Boris Johnson y sus ministros a poner en marcha un plan inmediato de contención del coronavirus bajo la advertencia de que la actual pasividad del gabinete puede conducir en breve a una aplicación forzosa de « ... medidas más estrictas, disruptivas y duraderas». Los expertos no citan expresamente una cuarentena, pero su descripción es elocuente. De hecho, destacan que el Reino Unido roza ya el contexto epidemiológico que provocó el tercer confinamiento de su población el pasado enero.

El consejo apela a sacar inmediatamente del cajón el denominado 'plan B'. Anunciado el pasado miércoles por el ministro de Sanidad, Sajid Javid, como el recurso a usar ante un riesgo «insostenible», consiste en imponer limitaciones flexibles, entre ellas el empleo de mascarillas en determinados espacios, el regreso al teletrabajo en aquellas empresas donde resulta inevitable el contacto entre los trabajadores y la reintroducción del pasaporte de vacunación.

Los asesores se muestran perplejos por el aparente muro que Johnson ha levantado ante la epidemia y que le permite mantenerse enrocado en la derogación de las restricciones pese a los datos al alza de los contagios y las exigencias para ponerles coto por parte de médicos, la oposición política y numerosas organizaciones sociales. El primer ministro confía en los antivirales y en que el avance de la inmunización, la tercera dosis prevista para mayores de 50 años y los cada vez mejores tratamientos clínicos doblegarán la covid-19.

Entre tanto, el Reino Unido sigue instalado en la pesadilla. Este viernes se notificaron 49.200 nuevos enfermos y un centenar de fallecimientos, lo que sitúa a las islas británicas y a Rusia a la cabeza de la pandemia en Europa. Los ciudadanos se enfrentan además a una subvariante más contagiosa de la cepa Delta que suma ya el 10% de las asistencias y ante la cual otros países comienzan a reaccionar con rigor. En las últimas veinticuatro horas Marruecos ha prohibido los vuelos con el Reino Unido y solo dejará entrar en su territorio a los ingleses vacunados, pero siempre a través de terceros países. Por la tarde, cientos de turistas terminaron precipitadamente sus vacaciones y emprendieron regreso a Londres.

Pese a todo, Johnson, que visitó un 'vacunódromo' al este de la capital, reiteró que «absolutamente nada indica» que sea necesario un confinamiento. El 'premier' agregó que todos los indicadores están «en línea» con las previsiones de su gabinete. Algunos de sus detractores le achacan una vuelta a los postulados que pretendió poner en práctica al comienzo de la pandemia y que abandonó abrumado por la gravedad adquirida en cuestión de semanas por la crisis sanitaria.

Si bien cabe pensar que Reino Unido está a punto de entrar de nuevo en la noria de las oleadas víricas, los asesores consideran que su morbilidad y efectos sobre los hospitales serán inferiores al anterior episodio de enero gracias a los sueros. Aun así, esta previsión no deja de ser una suerte de arenas movedizas. Los británicos empezaron a ser vacunados antes que el resto de los europeos y es posible que, entrado el invierno, la inmunidad se haya reducido en un sector de la población.

Temor al invierno

Tampoco se sabe a ciencia cierta, nunca mejor dicho, hasta qué punto los hospitales se verán abocados al colapso cuando coincidan el coronavirus, la gripe y los resfriados en los próximos meses; una tesis compartida por el Gobierno alemán y el Instituto Robert Koch, cuyo portavoz admite que «es de esperar que el número de casos se acelere este otoño y en invierno». El Ejecutivo germano lleva desde el mes pasado apreciando un incremento de la transmisión de la covid-19 en Alemania. La tasa a siete días se sitúa en 95,1 casos por cada 100.000 habitantes, cuando la semana pasada no sobrepasó los 68,7.

Traducido en índices asistenciales, el RKI registro ayer 19.572 nuevos pacientes –desde mayo no se había llegado a esta cifra– y hubo que lamentar 116 decesos. «Observamos un endurecimiento de la situación a todos los niveles (de edad), que también afecta a las unidades de cuidados intensivos», alertó el portavoz del Ministerio de Salud, Oliver Ewald, en una rueda de prensa en Berlín.

Mientras tanto, en Bruselas se miraba a los países del Este. La Comisión Europa lanzaba un mensaje a sus gobernantes para acelerar la vacunación, consciente de que la región puede convertirse en una bomba vírica. La inmunización está muy atrasada y oscila entre el 20% y el 30% debido a una deficiente infraestructura y la amplia reticencia social a los antivirales. La Unión considera indispensable mejorar esas cuotas para controlar la pandemia, evitar su propagación por el continente y cortar el paso a nuevas mutaciones. La subvariante de Reino Unido ha sido testada ya en treinta países de Europa y Norteamérica; el último, Portugal, con una decena de casos.

La UE reconoce que sigue «muy de cerca» la expansión de la epidemia, catastrófica en Letonia, Lituania, Estonia y Rumanía. Bulgaria también alertó este viernes a la población de la posibilidad de un nuevo confinamiento general en breve si los ciudadanos no utilizan el pase sanitario para entrar en locales cerrados como los comercios y los restaurantes. El país balcánico registra casi 5.000 contagios diarios. Solo dos de cada diez búlgaros se ha vacunado.

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