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Muchos creyeron que Huawei había muerto. Que las sanciones aprobadas por Estados Unidos contra el principal fabricante de equipos de telecomunicaciones y de teléfonos móviles de China le habían matado. Pero lo cierto es que sigue muy viva. Es más, acaba de sacudir el sector de los chips con el silencioso lanzamiento de su último teléfono móvil: el Huawei Mate 60 Pro. Y no es porque cuente con la mejor cámara, la batería que más dura, o el diseño más innovador. No, lo sorprendente del terminal no se ve a primera vista. Es el procesador que le hace funcionar.
Porque demuestra que las sanciones de Estados Unidos han logrado lo contrario de lo que buscaban: que China apueste por la autosuficiencia en el estratégico sector de los semiconductores y desarrolle chips que se acercan en prestaciones a los de una competencia liderada por empresas asiáticas -sobre todo taiwanesas- que sí cuentan con el beneplácito del gobierno norteamericano. Porque, contra todo pronóstico, el último buque insignia de la empresa fundada por el exmilitar Ren Zhengfei cuenta con un chip HiSilicon Kirin -fabricado por el principal productor chino de semiconductores, la Semiconductor Manufacturing International Corp (SMIC), en exclusiva para Huawei- con capacidad para redes 5G y tecnología de 7 nanómetros.
Cuanto más pequeños son los chips, más potencia y eficiencia energética ofrecen. Son variables poco relevantes en aparatos de gran tamaño, como un vehículo, pero vitales en los 'smartphones'. Por eso, las empresas punteras del sector trabajan sin descanso para continuar reduciendo el tamaño. La nueva gama Pro del iPhone 15, por ejemplo, ha estrenado este año el primer chip de 3 nanómetros e IBM ya cuenta con uno de dos nanómetros que integra 50.000 millones de transistores de un tamaño similar al de cinco átomos en un procesador del tamaño de una uña. Esto quiere decir que Huawei aún va por detrás, sí, pero no tanto como se pensaba.
Y la población china ha respondido de forma contundente. Las largas colas que antes se formaban frente a los establecimientos de Apple se han trasladado ahora a las tiendas de Huawei, donde los Mate 60 Pro se han agotado. «Es posible que no sea un móvil tan rápido o avanzado como el Iphone o como los de Samsung, pero estoy orgullosa de que la marca haya sido capaz de sobrevivir a los ataques americanos y haya logrado desarrollar un chip propio tan importante. Por eso, quiero apoyar con mi compra a Huawei», comenta Liao Shufei, una joven de Shanghái a la que no le ha dolido pagar 7.000 yuanes (910 euros) por un 'smartphone' que está provocando un silencioso terremoto en la industria.
La canadiense Tech Insights, especializada en el análisis de semiconductores, ha destripado el terminal de Huawei para descubrir qué hay dentro, ya que la marca no ha hecho ningún comentario sobre su gesta y no responde a las insistentes preguntas de la prensa sobre el procesador. «Descubrir un chip Kirin fabricado por SMIC con tecnología de 7 nanómetros (N+2) demuestra el progreso tecnológico que la industria de semiconductores china ha logrado sin contar con herramientas de litografía ultravioleta extrema», destaca Dan Hutcheson, vicepresidente de Tech Insights, en referencia a la maquinaria que produce la neerlandesa ASML y que Washington también prohibió vender a China. «Lo sucedido no debería ser una sorpresa. Las restricciones han obligado a que China duplique sus esfuerzos en innovación», afirmó el consejero delegado de ASML, Peter Wennink, que en repetidas ocasiones se ha opuesto a las sanciones contra China.
«La dificultad de lo logrado también refleja la resiliencia de las capacidades tecnológicas del país en materia de chips, y es un gran reto geopolítico para los países que han tratado de restringir su acceso a tecnologías vitales para la fabricación», añade Hutcheson. No en vano, Tech Insights también ha calculado que el Mate 60 Pro utiliza más componentes hechos en China que ningún otro aparato de Huawei. Según Bloomberg, el componente de radiocomunicaciones pertenece a Beijing OnMicro Electronics y el módulo de comunicación por satélite lleva el sello de Hwa Create. El terminal utiliza también el sistema chino Beidou -equivalente al GPS- para su geolocalización.
«Más de la mitad, quizá incluso dos tercios del silicio utilizado es local. Hace dos o tres años, ese porcentaje se quedaba en un tercio», comenta Hutcheson. Claudio Feijóo, delegado del rector de la Universidad Politécnica de Madrid y director del Centro de Apoyo a la Innovación Tecnológica, coincide en señalar que este avance es más que relevante. «Es un hito», sentencia, sorprendido de que no haya recibido más atención.
Eso sí, no es oro todo lo que reluce. «Parece que menos de la mitad de los chips que se producen funcionan. Algunas fuentes ponen esa ratio en torno al 30%», explica el catedrático. Eso quiere decir que la mayoría de los procesadores son descartados en el control de calidad, lo cual reduciría a un máximo de cuatro millones el número de unidades que puede producir anualmente. Muy lejos de otros fabricantes cuyo rendimiento alcanza el 90%. «Es muy ineficiente. Pero si te lo puedes permitir o mientras te lo puedas permitir…», señala Feijóo, convencido de que Huawei ya está trabajando en la siguiente generación. Además, diferentes analistas apuntan a que las características del chip Kirin son más cercanas a las de los que Samsung produce con tecnología de 10 nanómetros.
En cualquier caso, el Mate 60 Pro también incluye elementos clave fabricados en otros países. Por ejemplo, las tarjetas de memoria pertenecen a la surcoreana SK Hynix, algo que demostraría que Huawei se está saltando las sanciones. Pero la compañía de la Corea capitalista ha salido al paso para asegurar que no es cierto. «Desde la aprobación por parte de Estados Unidos de las restricciones a las exportaciones no hemos hecho negocio con Huawei. Estamos investigando el caso», afirmó la multinacional en un comunicado. Algunos analistas consideran posible que Huawei hubiese hecho acopio cuando comenzaron las tensiones con el Ejecutivo de Donald Trump, ya que la memoria DRAM debutó en 2021, pero otros consideran más factible que los haya adquirido a través de una tercera empresa.
En cualquier caso, uno de los aspectos más sorprendentes del Mate 60 Pro está en su precio competitivo. Porque, teóricamente, con las ineficiencias que apunta Feijóo, el terminal debería resultar extremadamente caro en comparación con otros de similares características de competidores locales como Oppo o Xiaomi, que sí tienen acceso libre a procesadores de la estadounidense Qualcomm o de la taiwanesa TSMC que aún van uno o dos pasos por delante del Kirin. En este aspecto, quizá el hecho de que el margen económico sea secundario y que el patriotismo impulse las ventas en China sean los mejores aliados de Huawei.
Se estima que la marca puede llegar a colocar hasta 20 millones de unidades y darle un bocado de hasta el 38% a las ventas de los nuevos iPhone, a los que, de momento, ya aventaja en el gigante asiático. Es un logro tan inesperado y sorprendente en Occidente como alabado en la prensa nacional. «La resurrección de los móviles de la marca después de tres años de silencio es suficiente para demostrar que la estrategia estadounidense de suprimir el desarrollo chino ha fracasado», escribió el diario nacionalista Global Times, vocero del Partido Comunista, subrayando que el Mate 60 Pro es, en sí mismo, un reflejo de la guerra comercial y tecnológica que enfrenta a las dos superpotencias del siglo XXI.
En mayo de 2019, Estados Unidos disparó contra Huawei por primera vez. La tecnológica china estaba a punto de destronar a Samsung como el principal fabricante de teléfonos móviles y se había hecho con numerosos contratos para desplegar las redes 5G en todo el mundo. En opinión de Donald Trump, este era un auge peligroso. Aunque no se han mostrado nunca pruebas al respecto, Washington determinó que la compañía -peculiar porque funciona casi como una cooperativa- operaba en connivencia con el Partido Comunista de China y que eso suponía una amenaza para la seguridad nacional de la superpotencia americana.
Así que decidió prohibir que utilizase tecnología estadounidense en sus productos. De esta manera, sus exitosos móviles se quedaron sin los servicios de Google, un hecho que inmediatamente les restó atractivo entre la clientela occidental. Otros países de la angloesfera se sumaron a las barreras y muchos vaticinaron entonces la muerte de Huawei.
Creían que sería incapaz de salir adelante sin tecnología occidental, como le había sucedido a ZTE, la primera tecnológica china en la diana del imperio de las barras y estrellas. Y los primeros datos parecían darles la razón: aunque acabó 2019 como la marca más vendida del mundo, inició después un rápido declive del que no se ha recuperado.
Desde el principio, China acusó a Estados Unidos de poner obstáculos a su desarrollo con pretextos falsos. Y ahora la historia se repite con los vehículos eléctricos y la investigación que ha anunciado la Unión Europea, el tercer pilar de este triángulo de poder. «China y Estados Unidos libran desde hace tiempo una guerra comercial en la que parecía que Europa no estaba. Pero la globalización hace que haya una tremenda interdependencia. Estados Unidos depende de China, China depende del mercado europeo, y Europa depende de China y de Estados Unidos», explica la secretaria de Estado para la Digitalización y la Inteligencia Artificial, Carme Artigas.
Carme Artigas
Secretaria de Estado para la Digitalización
«En una escala global, las materias primas, las capacidades de diseño y de producción de chips, la cadena de valor logística y la distribución están totalmente interrelacionadas. Es imposible crear una autarquía económica, independientemente del tamaño del mercado», añade. Eso no quiere decir que la globalización tenga que regirse por la ley de la selva. «Tenemos que persuadir a China para que se rija por códigos éticos compartidos», apostilla Artigas.
Empresario español en China
Para otros, la palabra clave es reciprocidad. «No es justo que Huawei pueda hacer negocios en todo el mundo cuando el sector de las telecomunicaciones en China está vetado a empresas extranjeras. Eso es jugar con las cartas marcadas y Occidente se tiene que proteger», comenta un empresario español afincado en Tianjin que prefiere mantenerse en el anonimato. «No obstante, si se le impide a China acceder a componentes clave para el desarrollo, los acabará desarrollando por su cuenta y eso puede ser peligroso para todos. Es lo que ha sucedido con Huawei», sentencia.
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