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miguel pérez
Jueves, 30 de julio 2020, 21:17
Rusia y Bielorrusia han vuelto a la confrontación tras la detención en Minsk de 33 miembros del Grupo Wagner -una empresa de seguridad privada cuyo propietario es un Ejecutivo cercano a Vladímir Putin- que, según el gabinete de Alexander Lukashenko, pretendía cometer atentados ... en el país con el fin de «desestabilizarlo» de cara a las elecciones presidenciales del 9 de agosto. Los dos gobiernos coincidieron ayer en la necesidad de «aclarar» el asunto, aunque el Kremlin negó la hipótesis de una desestabilización ideada desde Moscú.
El embajador ruso añadió, por su parte, que los exmilitares estaban en tránsito hacia Estambul y argumentó que los componentes del Grupo Wagner han viajado en diferentes ocasiones a Siria y Libia dentro de su cometido profesional de protección. Se da la circunstancia de que Lukashenko, que se presenta a los comicios con la intención de revalidar su presidencia por sexta vez, advirtió la semana pasada de que Rusia podría haber enviado mercenarios a su país para complicar la recta final electoral, muy densa ya por las acusaciones de autoritarismo contra su persona. El ultraconservador presidente ha detenido a dos de quienes iban a ser sus rivales en las urnas y obligado a huir a un tercero.
Según informaron las autoridades bielorrusas, el equipo de paramilitares llegó a Minsk el 24 de julio y se alojó en un hotel. A los tres días cambiaron este establecimiento por otro alojamiento en los alrededores de la capital, donde fueron detenidos en una operación policial y militar realizada en la madrugada del miércoles. Aparte de los 33 arrestados, el Gobierno informó ayer que busca a otros dos centenares de mercenarios diseminados por el territorio.
El Consejo de Seguridad de Bielorrusia anunció la apertura de una investigación penal por terrorismo contra la treintena de detenidos que, según el Ministerio de Asuntos Exteriores, «tienen experiencia probada de participación en conflictos armados». El departamento ha pedido al Gobierno ruso «explicaciones detalladas acerca del propósito y otros aspectos de la llegada y permanencia en Bielorrusia de este grupo», a lo que el embajador, Dmitri Mezentsev, respondió ayer que hacía escala en Minsk tras haber perdido un vuelo que debía conducirles a Estambul. El diplomático rechazó hablar de mercenarios y se refirió a ellos como miembros de una empresa de seguridad privada dedicada a proteger «infraestructuras económicas» en el extranjero.
Por su parte, el Kremlin negó de manera terminante las acusaciones del Gobierno de Lukashenko. «Ya han aparecido calumnias acerca de que algunas organizaciones de Rusia envían a cierta gente para desestabilizar la situación en Bielorrusia. Por supuesto, no son más que calumnias», dijo el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov. Añadió que «Rusia y Bielorrusia son un Estado unido, aliados y estrechos socios» y, por tanto, «no se puede ni hablar» de intentos de desestabilización.
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