Biden viaja a Europa para conformar un frente común que frene a Rusia y China

Pero su misión principal será restablecer el liderazgo norteamericano y los lazos con los socios europeos desencantados con la política de aranceles comerciales y la retirada de los tratados internacionales de la tensa era del millonario republicano. Una reconstrucción de credibilidad que es la piedra angular para fortalecer la OTAN y «dejar en claro a Putin y a China que Europa y Estados Unidos están juntos», como resaltó a la prensa antes de partir.

Este viaje de ocho días pondrá a prueba la capacidad del presidente demócrata para convencer a los socios europeos de que Washington está de regreso y listo para liderar de nuevo a Occidente en lo que él llama una colisión existencial entre democracias y autocracias. «¿Las alianzas e instituciones democráticas que dieron forma a gran parte del siglo pasado tendrán la capacidad de enfrentar las amenazas y adversarios de hoy en día? Creo que la respuesta es sí. Y esta semana, en Europa, tenemos la oportunidad de demostrarlo», señalaba el presidente en un artículo de opinión publicado en el 'Washington Post'.

Sin embargo, también tendrá que hacer frente a la presión de los europeos para aumentar el suministro de vacunas a otros países tras su promesa inicial de veinte millones de dosis anunciada la semana pasada. Además está obligado a solventar las dudas sobre desacuerdos en comercio, las nuevas restricciones para invertir y comprar en China, y su postura, en constante evolución, sobre el gasoducto de Rusia a Europa sin pasar por Ucrania.

Antes de subirse al Air Force One para cruzar el Atlántico, y como señal de buena voluntad, el presidente revocó las órdenes ejecutivas de Trump contra las aplicaciones TikTok y WeChat, de propiedad china, y firmó una nueva que requiere revisiones de seguridad a estas plataformas de adversarios extranjeros.

Biden llega con un triunfo en la mano, avanzado por la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, que logró el respaldo del G-7 sobre una tasa mínima global de un 15% a las grandes multinacionales. El acuerdo permitirá a los países del mercado europeo gravar hasta el 20% de las ganancias excedentes, por encima de un margen del 10%, que incluye a más de cien grandes corporaciones que tendrán que pagar impuestos en los mercados geográficos donde reciben ingresos y no sólo donde tienen su sede.

Este compromiso se produce en un momento en que la Administración Biden intenta aumentar los impuestos corporativos a las empresas estadounidenses del 21% al 28%. El incremento de los gravámenes globales sería clave para garantizar que las firmas norteamericanas no optaran por trasladar sus operaciones al extranjero cuando suban sus tasas impositivas.

A cambio, los países del G-7 han acordado poner fin a los impuestos a los servicios digitales de las tecnológicas estadounidenses, un tema que ha frenado las amenazas por parte de Washington de imponer aranceles de represalia sobre una variedad de productos de otros países como Reino Unido, Italia, España, Turquía e India. De cualquier manera, las negociaciones internacionales se presentan largas y complejas. Gran Bretaña busca excluir a las empresas de servicios financieros de la City de Londres de la reforma fiscal global. A Londres le preocupa que la propuesta de Biden pueda resultar un factor disuasorio significativo para los bancos que dirigen muchas de sus operaciones desde la ciudad. Ello podría agravar el impacto del Brexit, que ya ha desviado gran parte del comercio financiero a Ámsterdam.

En tierras norteamericanas el preacuerdo ha provocado ya un motín republicano que intenta hundir el barco antes de que comience a navegar con argumentos que tachan el compromiso de anticompetitivo, y, de ser, en palabras del senador John Barrasso, «una locura».