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Fumio Kishida tras anunciar su renuncia al liderazgo del partido y del cargo de primer ministro. AFP

El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, se retira bajo el peso de la corrupción y las críticas a su gestión

El gobernante, al que no se vincula con los escándalos de su partido, dejará en septiembre el liderazgo de los conservadores y del Ejecutivo tras caer su popularidad por debajo del 20%

M. Pérez

Miércoles, 14 de agosto 2024, 22:39

Acosado por los escándalos de financiación que afectan a decenas de cargos de su gabinete y unos datos de popularidad bajo mínimos, el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, ha anunciado que no se presentará a la reelección como líder del Partido Liberal Democrático (PLD). La decisión supondrá también su renuncia a seguir al frente del Ejecutivo, un cargo tradicionalmente ligado a la jefatura de la formación conservadora, que domina cómodamente las Cámaras parlamentarias.

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Aunque las elecciones gubernamentales no tendrán lugar hasta el año que viene, la sucesión se resolverá posiblemente en septiembre, cuando el PLD celebre las primarias. La dirección sopesa varias fechas y el propio Kishida ha animado a los diputados para que den un paso adelante, presenten sus candidaturas lo antes posible y mantengan un debate «vivo».

La persona que salga elegida en estas primarias será la que automáticamente pase a ejercer de primer ministro. Es una peculiaridad de la política del país nipón. Tan sólo en una ocasión a partir de la Segunda Guerra Mundial, Japón ha estado dirigido por un progresista. Todos los demás gobiernos han recaído siempre en los conservadores. Sin embargo, el rumbo actual apuntaba a que esta circunstancia podría revertirse en un futuro no muy lejano. «Es necesario demostrar firmemente a la gente que el PLD cambiará», ha manifestado Kishida este miércoles en una conferencia de prensa, antes de precisar que «el paso más obvio es que yo renuncie». «Tenemos que mostrar claramente el renacimiento del Partido Liberal Democrático».

El dirigente reconoce que «ha habido una serie de situaciones que han hecho que la población japonesa desconfíe» de la clase política y de su partido. «No dudo en asumir la responsabilidad por la grave situación causada». En realidad, su renuncia era un secreto a voces en las filas conservadoras. El jefe del Gobierno llevaba meses barajando esta idea, aunque la ha tomado justo después de afianzar sus principales proyectos políticos: reformas internas, el aumento de los programas de defensa, una consolidación de la relación con Corea del Sur y el regreso a la energía nuclear como fuente de energía, tocada tras el desastre de la central de Fukushima en 2011. Desde 2015, el Gobierno ha puesto en marcha doce nuevos reactores.

Derrotas electorales

El propio PLD había comenzado a sentir desánimo ante la continuada caída de popularidad de su líder. Los malos resultados en las elecciones locales de enero y las derrotas en los comicios de la Asamblea Metropolitana de Tokio en julio indujeron su retirada, así como un índice de aceptación inferior al 20% entre la ciudadanía. Kishida, descendiente de una familia de políticos de Hiroshima y él primer ministro número cien en la historia de Japón, vio rápidamente la puerta de salida,.

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De 67 años, llegó al poder en 2021. Entre sus méritos figuran el aumento de los salarios y de las inversiones, así como la histórica cumbre del G7 en Hiroshima. También ha sido artífice del cambio de rumbo en la cultura pacifista japonesa al aumentar sustancialmente el gasto en Defensa, convencido de que la nación debe estar preparada frente a un mundo cada vez más inestable.

Sin embargo, su gabinete se ha visto lastrado por una negativa tendencia de la economía, la caída del yen y una inflación que los japoneses nunca habían conocido. El descontento ha sido más que palpable entre una población que ha considerado a su último Ejecutivo incapaz de pilotar la crisis.

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La puntilla a este desafecto ha sido una sucesión de escándalos de corrupción y la acusación a más de 80 legisladores por el montaje de tramas de financiación ilegal, donaciones no registradas o el uso de fondos no declarados que recaudaban vendiendo entradas a actos del partido. Aunque el primer ministro no ha sido vinculado con ninguna de estas corruptelas, los ciudadanos le han castigado por la deficiente gestión que ha hecho de ellas. Al final, ni siquiera él ha escapado de su propia depuración.

El mandato de Kishida no ha estado exento de etapas convulsas. El 8 de julio de 2022, Shinzo Abe, primer ministro entre 2007 y 2008 y de 2012 a 2020, fue asesinado de un disparo mientras pronunciaba un mitin en la ciudad de Nara. El homicida, Yamagami Testsuya, confesó posteriormente que le mató por resentimiento. Su madre había perdido todo su dinero tras ingresar en la Iglesia de la Unificación, con la que Abe mantenía vínculos. El crimen sacó a flote la estrecha relación que un sector del PLD mantenía con este grupo religioso. Fushida también se vio envuelto en abril de 2023 en un confuso incidente cuando un joven de 24 años hizo explotar una bomba de humo en un local donde el político daba un discurso.

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Mientras Abe estaba considerado un halcón político, Fushida llegó al Gobierno como un reformista moderado. En su despedida este miércoles, ha mostrado su esperanza de que, después de la elección del nuevo líder, «pueda ver a todos unidos y formando un equipo de ensueño para lograr una política capaz de ganarse la comprensión de la opinión pública». Entre los que parten como posibles sucesores figuran el secretario general del PLD, Toshimitsu Motegi, la ministra de Seguridad Económica, Sanae Takaichi, y la jefa de la diplomacia nipona, Yōko Kamikawa.

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