Xi Jinping: «El renacimiento de China es histórico e irreversible»

El hombre que dirige con puño de hierro los destinos del gigante asiático desde el 2013, recuperó con ocasión del centenario del partido único el legado de Mao Zedong. Colocado en la tribuna junto a un enorme retrato del exdirigente y vestido como él con la indumentaria revolucionaria china, Xi pronunció un discurso de más de una hora cargado de alabanzas por el progreso experimentado en el país. «Hemos pasado de ser una colonia humillada a una gran potencia. La era en que China era acosada ha terminado para siempre», sentenció, fuertemente ovacionado.

El presidente, muy cuestionado por Occidente por aumentar la represión de la disidencia bajo su mandato, también tuvo palabras de advertencia para quienes se atreven a criticar al régimen. «El pueblo chino no permitirá nunca que fuerzas extranjeras le subyuguen y le opriman. Quien lo haga será golpeado por una Gran Muralla de acero edificada por 1.400 millones de chinos», advirtió, en un momento en que la imagen de Pekín se ha visto dañada por su opacidad en torno a la covid-19, la represión de la minoría uigur en Xinjiang, las amenazas contra Taiwán y la imposición en Hong Kong de la Ley de Seguridad Nacional, que ha cercenado la oposición.

«Cualquier intento de dividir al Partido del pueblo chino o de poner al pueblo en contra del Partido está condenado al fracaso», recalcó Xi. Asimismo, señaló que no aceptará la «predicación santurrona» y «aumentará las Fuerzas Armadas» para tener «mayor capacidad y medios más confiables para salvaguardar la soberanía nacional, la seguridad y los intereses de desarrollo».

Algunos de los presentes, como Wang, un habitante de Pekín, se mostraban entusiasmados por las palabras del presidente mientras observaban maravillados el desfile militar y cómo la patrulla acrobática del ejército del aire sobrevolaba la plaza para dibujar en el cielo haces rojos, amarillos y azules. «Cuando era pequeño, había cortes de corriente todas las noches. Hoy todo va mejor. Comida, ropa, educación, transporte...», decía, atribuyendo los logros al PCC. Una opinión compartida por Li Luhao, un estudiante de 19 años, que afirmaba que «gracias al partido el país ha podido desarrollarse rápidamente».

Cien cañonazos, uno por cada año de vida del PCC, al tiempo que helicópteros formaban el número 100 y otros exhibían banderas del partido, con la hoz y el martillo, redondearon una ceremonia en la que el himno de 'La Internacional' puso el broche final junto a la suelta de palomas y de globos. Xi, eso sí, antes quiso recordar los retos futuros: «hacer realidad el objetivo del rejuvenecimiento nacional», «convertir a China en un gran país socialista moderno en todos los aspectos», avanzar junto a las «fuerzas progresistas» extranjeras y «preservar el orden internacional». «Nuestro pueblo no solo es bueno para destruir el viejo mundo, también ha creado un mundo nuevo. Solo el socialismo puede salvarnos», sentenció.