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ZIGOR ALDAMA
Shanghái
Martes, 22 de octubre 2019, 07:18
Naruhito ya es emperador de Japón. En una breve y sobria ceremonia que ha transportado a los espectadores a eras pretéritas, el hijo de Akihito ha sido entronizado siguiendo la estricta tradición nipona. Testigos de su ascenso al Trono del Crisantemo han sido 400 representantes ... de casas reales y de gobiernos de más de 180 países, entre los que se han encontrado, situados en primera fila del palco de Autoridades, el rey Felipe VI y la reina Letizia.
Culmina así el largo proceso de sucesión de Akihito, que en 2016 anunció su intención abdicar en Naruhito, de 59 años. El país del Sol Naciente, en el que ningún emperador había abdicado en los últimos 217 años, tuvo que adecuar la legislación que impedía entronizar a un emperador antes de que muriese el anterior para hacer posible la voluntad de Akihito, que veía en su frágil estado de salud un impedimento para llevar a cabo sus responsabilidades y que ya rompió con la tradición al contraer matrimonio con una plebeya.
Finalmente, el pasado mes de mayo, Akihito puso fin a la era Heisei, la primera en la que Japón no se ha visto marcada por ninguna guerra, y Naruhito abrió la era Reiwa. Ataviado con un complejo atuendo conocido como 'kōrozen no go-hō' y seguido por una comitiva de funcionarios que custodian los Tres Tesoros Imperiales (la espada y la joya 'magatama', y los sellos imperial y nacional), ese último se ha proclamado emperador en el 'Matsu-no-ma' (el Salón del Pino) a la una de la tarde de este martes -hora local-.
«Prometo actuar de acuerdo con la Constitución y cumplir mi cometido como símbolo del Estado y de la unidad del pueblo. Sinceramente, espero que Japón continúe desarrollándose y que contribuya tanto a la amistad y la paz en la comunidad internacional como al bienestar y la prosperidad de los seres humanos», ha leído desde el trono 'takamikura' sin apenas pestañear. A su lado, pero situada en un trono aparte -mi-chōdai-, la nueva emperatriz, Masako, ha seguido todos los rituales sin pronunciar palabra.
Frente a ellos, a ras de suelo, el primer ministro del país, Abe Shinzo, ha respondido al decreto imperial con un discurso de reconocimiento llamado 'yogoto', seguido de tres vivas que han resonado entre los invitados: ¡Banzai! ¡banzai! ¡banzai! Salvas de artillería en el exterior han roto el asombroso silencio con el que se ha seguido una ceremonia que ha estado caracterizada por una solemnidad casi fúnebre. Quienes seguro que han recibido al nuevo emperador con mucha más alegría son el medio millón de personas que han recibido un perdón especial. Son ciudadanos castigados por ofensas leves como hurtos o infracciones de tráfico.
La ceremonia debería haber culminado con el desfile del emperador por Tokio, pero Japón anunció que posponía el acto hasta noviembre como muestra de respeto hacia las víctimas del tifón Hagibis, que se ha cobrado la vida de 80 personas. A pesar de esta muestra de tacto imperial, la entronización no ha estado exenta de polémica, porque la población más progresista del país critica que se continúen celebrando ceremonias sintoístas que atentan contra la secularidad del Estado. Y más aún, que se gasten en torno a 130 millones de euros en ellas.
Por si fuese poco, Japón también tendrá que enfrentarse a su ley de sucesión al trono para resolver el dilema que supone el hecho de que el emperador no tenga descendiente varón. Actualmente, la Casa Imperial solo cuenta con dos sucesores posibles: el propio hermano de Naruhito, Akishino, y su hijo de 13 años, Hisahito. Habrá que ver si, finalmente, Naruhito está a la altura de quienes ven en él al reformista que requiere una institución que, a pesar de los aires de modernidad que instiló Akihito, aún sigue anclada en el pasado.
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