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ZIGOR ALDAMA
Domingo, 21 de junio 2020, 11:22
No es nada nuevo que las redes sociales occidentales están vetadas en China. Solo se pueden acceder utilizando una VPN, el 'software' que permite saltar el Gran Cortafuegos con el que el Partido Comunista aísla el ciberespacio del gigante asiático de la información extranjera. Pero ... lo cierto es que a la mayor parte de la población china esta situación le preocupa poco, porque los gigantes tecnológicos que han surgido en el país han creado copias que, en algunas ocasiones, incluso superan al original: Twitter es Weibo, WhatsApp es WeChat, Uber es Didi, y así un largo etcétera.
Pero hay una excepción a esta regla: LinkedIn sí que tiene permiso para operar en la segunda potencia mundial. La razón salta a la vista: cumple con todas 'las leyes y regulaciones del país', una formulación habitual en el país que sirve de eufemismo para decir que se pliega a la censura de Pekín. Las líneas rojas en el ciberespacio están claras en asuntos como el sexo o la violencia –ambas prohibidas–, pero son mucho más ambiguas en lo que se refiere a política. Se ve claramente al comparar la misma sección de noticias desde China y desde fuera de sus fronteras: las publicaciones que pueden ser críticas con el Gobierno, y las que incluyen vídeos, se ven en todo el mundo menos en el país de Mao.
Este periodista incluso vio su cuenta suspendida durante varios días por publicar un comentario crítico con un cómic racista que se publicó en China –trataba a los extranjeros de razas negra y blanca como basura que había que lanzar a un contenedor– y que fue finalmente retirado de WeChat. La razón oficial ofrecida por LinkedIn es que el 'post' «fue identificado como incitación al odio», algo extraño cuando se trataba de criticar el racismo. La red revisó el caso y restituyó la cuenta con una disculpa por la tardanza, pero se negó a comentar el asunto en mayor profundidad o propiciar un contacto de prensa para preguntar sobre el papel que juega la censura china en su servicio.
Hasta ahora, esta coyuntura ha sido exclusiva de China. No obstante, el pasado día 4 sucedió algo que ha hecho saltar todas las alarmas: Zoom –aplicación de videollamadas fundada y dirigida por Eric Yuan, estadounidense nacido en China, y permitida en su país de origen– suspendió temporalmente las cuentas de tres activistas chinos residentes en Estados Unidos y Hong Kong por haber participado en eventos 'online' para conmemorar la matanza de Tiananmen. Aunque en un inicio la empresa no informó sobre las razones, finalmente reconoció que la medida se tomó a petición del gobierno chino: «En mayo y a principios de junio, el gobierno chino nos informó de cuatro grandes eventos públicos que se estaban publicitando en redes sociales. Nos alertó de que esas actividades eran ilegales en China y exigió que Zoom cancelase tanto las reuniones como las cuentas de los administradores». Y la empresa acató esa orden.
Zoom reconoce dos errores en su actuación. «Suspendimos tres cuentas: dos en Estados Unidos y una en Hong Kong. Ya las hemos reactivado. Y cancelamos las reuniones en vez de bloquear a los participantes en función de su ubicación, algo para lo que aún no tenemos las herramientas técnicas necesarias. Deberíamos haber anticipado esa necesidad», lamenta Zoom en un comunicado en el que deja claro que censurar contenido en China o bloquear a usuarios chinos no supone ningún problema para la empresa. «Hacemos todo lo posible para limitar nuestras acciones a las que son necesarias para cumplir con las leyes locales».
Zoom promete que «no permitirá que exigencias del gobierno chino afecten a usuarios fuera de China», pero advierte de que «Zoom no tiene poder para cambiar las leyes de gobiernos que se oponen a la libertad de expresión». En definitiva, que, a diferencia de lo que hizo Google cuando abandonó China por su negativa a censurar los resultados de su buscador, Zoom pasará por el aro como hace LinkedIn para aprovechar las grandes oportunidades de negocio que brinda el mercado chino, y desarrollará la tecnología necesaria para aislar a los usuarios de China de cualquier influencia extranjera que el Partido pueda considerar ilegal.
«El problema con la censura china es que funciona de forma totalmente arbitraria. Las reglas son intencionalmente ambiguas para que no se sepa qué se puede contar y qué no. Todo depende de las relaciones personales. Y de los valores o el humor que tenga el censor de turno», criticó el cineasta Zhang Bingjian en una entrevista con este periodista tras el estreno de su primer largometraje de ficción, 'North by Northeast'. «Por ejemplo, a nosotros no nos permitían que los agentes fumasen o que dijesen palabrotas, pero en otras películas sí que lo hacen. Como artista, te acostumbras a trabajar con eso tratando de conservar la dignidad. Pero no es fácil», añadió.
En el ciberespacio sucede lo mismo. Lo sabe bien Fan Popo, activista homosexual que actualmente reside en Alemania y cuyo documental 'Mama Rainbow' –que cuenta la historia de seis madres que han aceptado la orientación sexual de sus hijos– fue eliminado de las plataformas de vídeo chinas que siguen el modelo de YouTube. «Me dijeron que la Administración del Estado para la Prensa, las Publicaciones, la Radio, el Cine, y la Televisión (SAPPRFT por sus siglas en inglés) había emitido un documento que prohibía mostrar el documental. Pero se negaron a mostrarme ese documento», recuerda.
Airado, Fan decidió denunciar al órgano censor ante los tribunales y ganó en segunda instancia. Pero solo en parte: el tribunal le dio la razón en que el procedimiento no fue el adecuado, pero no entró a valorar si el documental debía ser retirado o no. Así que no se ha podido volver a ver. «Esta situación hace que la mayoría se autocensure de antemano y que la creatividad muera», critica Fan.
Que esa situación termine trascendiendo las fronteras de la segunda potencia mundial es lo que temen los grupos activistas afectados en el caso de Zoom, y que advierten de que «China está exportando su censura». Muchos consideran que este intento de acallar las voces críticas con el régimen incluso fuera del gigante asiático es parte de la estrategia de diplomacia agresiva que Pekín ha lanzado desde que comenzaron las protestas anticomunistas en Hong Kong y, sobre todo, desde que explotó la infección del coronavirus. Es algo que también se aprecia en las polémicas campañas de desinformación denunciadas por Twitter, que ha eliminado decenas de miles de cuentas al servicio de la propaganda china.
Los corresponsales extranjeros en China sufrimos esta avalancha de trolls prochinos, que ha intensificado su virulencia en el último año. Muchos responden a un patrón fácil de detectar: cuentas nuevas y siempre anónimas, pocos seguidores –muchos se siguen entre sí–, retuitean a la prensa oficial china y a la Embajada en Madrid, y a menudo faltan al respeto e insultan. Pero no todos son bots. También hay abundantes chinos residentes en España que se creen en el deber de defender a su país y españoles convencidos de la supremacía del comunismo y del régimen chino, habitualmente con intereses económicos en el país. Son lo que se ha denominado 'los guerreros del teclado', y no faltan también del otro bando.
«El problema no es tanto lo que suceda en Twitter, que al fin y al cabo tiene mecanismos para detectar estas campañas y alicientes para acabar con ellas, como lo que puede suceder en las aplicaciones chinas que cada vez tienen más éxito a nivel global», cuenta un empleado extranjero del gigante tecnológico Tencent, que prefiere mantenerse en el anonimato. Se refiere al relevante cambio que se observa en los últimos años, desde que las aplicaciones chinas que antes estaban confinadas a la esfera cultural del Gran Dragón han iniciado un proceso de internacionalización que les ha granjeado ya éxitos fuera de sus fronteras.
WeChat fue pionera, pero nunca ha logrado incrementar su base de usuarios de forma sustancial, así que el mejor ejemplo es el de Tik-Tok (Douyin, en chino). En septiembre del año pasado el diario británico The Guardian tuvo acceso a documentos confidenciales en los que se detallaba cómo la red social sigue el manual del gobierno chino y borra vídeos que pueden desagradar a Pekín, como los que se refieren a Tiananmen o a las protestas de Hong Kong. En noviembre, un grupo de exempleados de la empresa en Estados Unidos corroboraron la información, que la empresa negó.
Según las directrices descubiertas, el contenido se retira y el usuario puede ver eliminada su cuenta en el caso de las violaciones consideradas más graves; otras más leves no comportan la suspensión del contenido, pero solo el usuario puede verlo. Esa última es una técnica que se ha utilizado también en WeChat: quien publica el mensaje lo ve, pero no sus contactos. Así, la censura pasa más desapercibida.
En India, país que actualmente tiene abierto un conflicto militar con China en la frontera que ambos países se disputan en el Himalaya, OneTouch App Labs incluso ha desarrollado la aplicación Remove China Apps para identificar todos los programas chinos que hay en el teléfono del usuario y eliminarlos. A principios de mes, se coló entre las más descargadas de Google Play –unos cinco millones de personas la instalaron–, pero la multinacional estadounidense decidió retirarla, aparentemente por incumplir algunas normas de la tienda de aplicaciones. Fue entonces cuando, en Twitter, OneTouch App Labs explicó cómo se puede descubrir el origen de una aplicación para desinstalarla de forma manual.
«Cuanto más poderosa sea China, más proyectará sus valores por el mundo. Lo hace también Estados Unidos cuando Instagram o Facebook, puritanas, censuran pezones femeninos o desnudos que en Europa son considerados algo normal», explica el empleado de Tencent. En la Cámara de Comercio Europea de China están de acuerdo con la primera de esas aseveraciones. No en vano, su último Informe sobre la Confianza Empresarial destaca que las empresas europeas instaladas en China cada vez sufren más presiones de índole política, ya sea por parte del Gobierno o de la prensa oficial. «Para evitar estas situaciones, Europa debe crear un sistema propio y hacer valer su condición de principal bloque económico del mundo», sentencia el ingeniero de Tencent. «De lo contrario, siempre estará a merced de lo que dicten Estados Unidos o China».
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