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C. CONEJERO
Domingo, 18 de julio 2021, 00:32
«Es demasiado, ha llegado un momento en que la gente esta harta, no aguanta más», señala Luis Manuel Otero Alcántara desde La Habana. Alcántara es una de las figuras más visibles del grupo de artistas y miembros de la cultura del Movimiento San ... Isidro, en el punto de mira del régimen. «La gente en las calles esta molesta, indignada. Ha subido el nivel de conciencia», declaraba el artista días antes de la gran explosión en las calles de Cuba.
Alcántara, que a sus 33 años ha sido detenido más de 60 veces, golpeado y encarcelado, es parte de la generación que creció durante la transición de la Unión Soviética al capitalismo de Estado en Cuba. Una generación nativa de internet que se ha echado a las redes para liderar lo que consideran una impostergable transición democrática. «Del lado del activismo están todos los intelectuales de mi generación, los que anhelan una nueva Cuba. En realidad, a lo que se enfrentan es a su propia intelectualidad, su sociedad, sus médicos, sus artistas, sus abogados. Se enfrentan contra la inteligencia de este país».
El pasado mayo Luis Manuel Otero Alcántara se hizo atar a un garrote vil en su estudio en el barrio de San Isidro en La Habana. Maniatado en el asiento, como una sentencia de muerte sobre su capacidad expresión y su libertad, el artista se hizo alimentar y fotografiar, para compartir la instalación en las redes sociales. En respuesta a la provocación, la Policía realizó un nuevo allanamiento nocturno de su casa el 2 de mayo en el que confiscó el garrote vil y todas las obras del artista, que fue detenido.
Inasequible al desaliento, Alcántara redobló el envite y en un órdago al gobierno inició una huelga de hambre y sed muy pública. Inmediatamente la diáspora cubana se movilizó en protestas frente a las embajadas de Cuba ya fuera en Europa, Washington o Latinoamérica. Mientras las denuncias de Amnistía Internacional, Naciones Unidas, y de cientos de intelectuales se acumulaban, el régimen medía las consecuencias de hacer un mártir político de un joven artista venerado globalmente.
En una decisión de última hora, el gobierno movió ficha y los agentes de la Seguridad del Estado se llevaron al artista casi moribundo en ambulancia al hospital Calixto García, donde permaneció casi un mes bajo estricta vigilancia, incomunicado y aislado. «Me dijeron que no me iban a dejar morir, que como máximo tendría el riñón y otros órganos afectados», señaló a este periódico Alcántara tras abandonar el hospital.
«Los médicos que me atendían estaban más preocupados por lo que decía la gente de Miami que por mí», dice refiriéndose a los carteles de 'Free Cuba' y 'Patria y Vida' que se vieron en las gradas del estadio de West Palm Beach en Miami durante un partido de béisbol.
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