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Joaquín Aldeguier
Keiko Fujimori, una adorada perdedora

Keiko Fujimori, una adorada perdedora

Encausada por aportaciones ilegales millonarias a sus anteriores campañas, se encamina a perder por la mínima las elecciones de Perú, lastrada por el pasado y un apellido que parece llevar dinamita

dagoberto escorcia

Domingo, 20 de junio 2021, 00:43

El nombre de Keiko en japonés significa 'adorada'. Otras fuentes aseguran que podría interpretarse como 'mujer encantadora'. Sin embargo, si usted a ese nombre le añade el apellido Fujimori entonces encontrará respuestas para todos los gustos. Los más de 17 millones de peruanos que han acudido a los comicios para elegir el sexto presidente del país en cinco años conocen perfectamente qué significa y representa Fujimori. Para la mitad de ellos recuerda un pasado imposible de olvidar, en el que caben las palabras autoritarismo, corrupción, dictadura, crímenes y desapariciones de ciudadanos.

La otra mitad, en la que ahora también se alinean peruanos que fueron antifujimoristas como el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, cree en la penitencia y el remordimiento de las personas, y toda su fe la simboliza la figura de Keiko Sofía Fujimori (1975), hija mayor de Alberto Fujimori, ex presidente de Perú entre 1990 y 2000, que hoy, a sus 82 años, está cumpliendo una condena de 25 de prisión (hasta el 2032) por crímenes de lesa humanidad cometidos en su gobierno durante la guerra contra el terrorismo.

Keiko, casada con el estadounidense Mark Vito y madre de dos niñas, es fundadora y presidenta del Partido Fuerza Popular, que representa a la derecha conservadora más radical del país. A Keiko le pesa el pasado y un apellido que parece llevar dinamita. Designada por la ley del ordeno y mando de su padre como Primera Dama de la Nación en 1994, y congresista con más votos en el 2006, fue candidata a la presidencia en las elecciones de 2011 y 2016.

Mientras el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) resuelva las impugnaciones que algunas actas han provocado, todo parece apuntar a que Keiko tampoco resultará elegida en su tercer intento por convertirse en la primera mujer presidente de Perú, en elecciones celebradas a principios de junio. Según recoge la Oficina Nacional de Procesos Electores (ONPE) después de contabilizar todos los votos, Pedro Castillo, un profesor rural, representante del Partido Perú Libre que lidera a la izquierda radical, sería el nuevo presidente de Perú por una mínima diferencia de 44.058 votos.

A Keiko Fujimori no le han ayudado los desequilibrios exhibidos durante su carrera política. En su comienzo comulgó con la herencia de su padre, después lo abandonó y ahora ha mostrado la cara de una mujer arrepentida de los errores cometidos, de una luchadora por los derechos de los peruanos para no caer en las manos del comunismo, como ella ha juzgado la política de su rival: «Somos un país geopolíticamente muy importante para la izquierda internacional», llegó a decir en una conferencia de prensa ante periodistas extranjeros.

Pero en su tercer fracaso, aunque en esta ocasión haya sido por un margen exiguo y ante un adversario de menor calibre que los que tuvo en anteriores comicios, también pesa la leyenda de que nunca apoyó a su madre, Susana Higuchi, cuando era maltratada, hecho confirmado por varios médicos de un emblemático hospital de Lima.

El acto de contrición no ha sido suficiente para lograr la victoria, porque sobre ella también pesan los 13 meses que pasó en prisión por delitos de lavado de dinero. El pasado marzo el fiscal José Domingo Pérez presentó una acusación que la justicia peruana evaluará mañana, contra un total de 40 implicados bajo la presunción de que Keiko Fujimori y la cúpula de su partido recibieron millonarias aportaciones ilegales de empresas en las campañas electorales del 2011 y 2016, entre las cuales se encuentra la constructora brasileña Odebrecht, máxima responsable del escándalo de sobornos a políticos en Sudamérica.

Vargas Llosa, escritor y ex candidato a la presidencia en las elecciones de 1990 en las que perdió con Alberto Fujimori, argumentó su apoyo y alianza con la familia Fujimori en la confianza que Keiko le ofrece para salvar a su país del comunismo, que busca apoderarse de Sudamérica, de la incompetencia, censura y pobreza que vive Perú. Pero la campaña de la candidata, «en el año que Perú celebra su Bicentenario, ha destapado el racismo y el clasismo, que los votantes de Castillo juzgan como una defensa de las economías de la clase más elitista del país», ha comentado a este periódico Enith Pinedo, profesora de Derecho Electoral.

Presidenta «sí o sí»

Algunos críticos consideran que Keiko Fujimori pretende ser presidenta de Perú «sí o sí» y por eso ha denunciado un «fraude sistemático» en las elecciones que han dado la victoria a Pedro Castillo. Conocedora de que la justicia continuará hurgando en el delito de lavado de dinero que le puede devolver a prisión, Keiko hará lo imposible por demostrar el fraude electoral y provocar una nueva convocatoria de elecciones, argumento que apoyan algunos congresistas.

Declararse una «política perseguida» sería su segunda opción en el caso de que la derrota fuera confirmada definitivamente. Muy pocos creen que Keiko Fujimori vaya a transmitir calma y pedir a sus votantes que respeten los resultados después que hace unos días convocara una marcha bajo el lema 'Respeta mi voto' y en su discurso a los manifestantes declarara que lo más importante es que no tiren la toalla para luego preguntar repetidas veces: «¿Se van a rendir, se van a rendir?».

Puede que Keiko Fujimori sea una «adorada y encantadora mujer», pero pocos podrán negar que los genes autoritarios de su padre los conserva intactos.

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