dagoberto escorcia
Domingo, 20 de noviembre 2022, 16:45
Los primeros cien días del Gobierno de Gustavo Petro, primer presidente de izquierda que tiene Colombia, no han podido ser celebrados este martes como bien hubiera querido el mandatario. Una fuerte ola invernal ha maltratado a muchos municipios del país, ha dejado 300 muertos, casi ... 6.000 viviendas destruidas y unas 700.000 personas damnificadas.
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Feliz estaba el presidente porque durante esos primeros 100 días había puesto en marcha el desarrollo de muchos de los proyectos prometidos durante la campaña electoral demostrando una total coherencia entre los hechos y las promesas. El Congreso aprobó la prometida Reforma Tributaria, pactó la compra de 3 millones de hectáreas de terreno al sector ganadero para impulsar la reforma agraria, tierras que se entregarán a los campesinos y cumplirá con el primer punto de los acuerdos pactados con las FARC. También firmó la Ley 418 que contempla el marco jurídico de la ansiada «paz total», que permitirá reabrir negociaciones con varias disidencias, entre ellas la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional), cuya mesa de diálogo se iniciará este lunes.
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Pero la muerte parece estar instalada en Colombia, y si se negocia por la paz, la naturaleza abre fuego. La crisis climática ha destruido en más de 700 municipios escuelas rurales y colegios. Los planes de ayuda a todas esas poblaciones se convirtieron en lo más urgente para Petro, que tendrá que destinar unos 580 millones de euros para recuperar solo la infraestructura educativa.
Convencido de que Colombia tiene que ser una potencia mundial de la vida, Petro busca en su Gobierno establecer las bases para conseguir una justicia climática, que ya ha proclamado en varios foros internacionales, y una justicia social. La financiación de esta última la encuentra en la aprobación de la reforma tributaria. Según el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, la reforma generará 20 billones de pesos colombianos adicionales (casi 4.000 millones de euros) en 2023 para inversión social, que alcanzará en 2026 los 26 billones de pesos, que serán invertidos en las necesidades sociales del país, como los programas contra el hambre, e invertir en educación, salud, vivienda y acueductos para los ciudadanos que carecen de ello. Obviamente, las personas con ingresos más altos pagarán más en renta y patrimonio.
Los sectores del petróleo y carbón serán los que más recursos aportarán. El impuesto de renta que tendrán las empresas petroleras y del carbón oscilará entre el 10% el primer año, 7,5% el segundo y 5% en el tercero.
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Según ha declarado el mismo Petro, los ejes centrales de la reforma son: las sobretasas de renta para las exportaciones de petróleo y carbón; los ajustes al régimen simple de tributación que favorecerá la formalización de empresas; impuestos al sector financiero, bebidas azucaradas y alimentos ultra procesados y un estímulo a las exportaciones desde las zonas francas. El pan, los lácteos, embutido, quedan excluidos de este gravamen. Asimismo no habrá efecto alguno en renta ni en patrimonio para las personas que ganen menos de 13 millones de pesos anuales, que es el 98% de la población.
Durante estos cien días, Petro ha conseguido reunirse y conseguir hasta declaraciones positivas de su opositor más crítico, Álvaro Uribe, quien dijo que «el presidente está siendo coherente con lo que avanzó durante la campaña». Sobre el papel, el Gobierno del dirigente izquierdista exhibe un nuevo estilo de respeto a sus detractores, lo que permite fortalecer la democracia, al mismo tiempo que incrementa la popularidad del presidente.
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Puede que los más críticos a este gobierno de la coalición del Pacto Histórico sean aquellos que pertenecen a los sectores más ricos, que por primera vez verán como tendrán que pagar impuestos más altos que permitirán financiar los gastos de inversiones en la población más pobre del país. Pero convence que haya puesto en movimiento los programas de mejoramiento de vivienda, de prevención de la salud, que se haya sancionado la ley de la paz total, restablecido las relaciones con Venezuela, que haya comenzado a entregar las transferencias de dinero a madres cabezas de hogar con hijos menores de 18 años.
Para Petro el primero de sus tres grandes desafíos es lograr la paz total: «aquí, la segunda potencia mundial de biodiversidad, en uno de los países más hermosos de la tierra, no nos matemos entre nosotros, no nos autodestruyamos como si fuese una embriaguez de la vida misma que nos conduce a levantar las armas, los unos contra los otros», manifestó recientemente. El segundo reto es construir una economía sin carbón, y a través de lograr un ambiente climático con energías limpias, poder ofrecer algo al mundo, que es su tercer deseo. Suena a utopía, pero durante estos 100 días, Gustavo Petro está logrando convencer a muchos de los colombianos a los que no ofrecía tanta confianza.
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