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Ernesto Cardenal, en su casa en 2017.
Nicaragua despide al sacerdote revolucionario

Nicaragua despide al sacerdote revolucionario

El poeta, teólogo y dirigente nicaragüense Ernesto Cardenal encarnó los ideales más puros del sandinismo hasta su muerte la semana pasada a los 95 años

OLATZ HERNÁNDEZ

Viernes, 6 de marzo 2020, 17:20

A Ernesto Cardenal hacía tiempo que le dolía el corazón, mucho antes de que un ataque cardíaco se lo llevara la semana pasada a los 95 años. Teólogo y dirigente clave de la revolución sandinista de Nicaragua, fue testigo de cómo «el más bello de ... los sueños», acababa convertido «en una pesadilla de la que solo quería despertar». Su fuerte oposición al régimen de Daniel Ortega, a quien llamó «dictador», hizo que fuera perseguido en sus últimos años de vida. Sus poemas fueron siempre un reflejo de la realidad social de su país y un canto al amor y a la vida, que lo convirtieron en uno de los poetas más destacados de Latinoamérica.

Para Cardenal la vida era un sueño, tal y como dejó escrito en 'Canto a México': «Sólo venimos a soñar aquí en la tierra/ y dejar unos manuscritos iluminados/ como sueños». De familia acomodada, de niño se confesaba cada sábado, al igual que el poeta Rubén Darío, en la Iglesia de San Francisco de Granada (Nicaragua). Cursó primaria y secundaria en Managua y después volaría a otros destinos: México, Estados Unidos, Europa...

A su vuelta a Nicaragua, participó en la 'Revolución de Abril' de 1954, movimiento fallido contra el dictador Anastasio Somoza-Debayle. Siguió elaborando poemas, que eran dardos certeros contra el régimen nicaragüense. «Cuando recibís el premio, el ascenso/ piensa en los que murieron (...)/ vos los representas a ellos/ ellos delegaron en vos./ Los que murieron», escribió en honor a todos los que cayeron en la lucha contra la dictadura.

De arriba abajo, Cardenal al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía en 2010; en el despacho de su casa en 2012; y postrado y señalado por el papa Juan Pablo II, durante la visita del pontífice a Nicaragua en 1983, antes de ser suspendido 'ad divinis' como sacerdote.
Imagen principal - De arriba abajo, Cardenal al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía en 2010; en el despacho de su casa en 2012; y postrado y señalado por el papa Juan Pablo II, durante la visita del pontífice a Nicaragua en 1983, antes de ser suspendido 'ad divinis' como sacerdote.
Imagen secundaria 1 - De arriba abajo, Cardenal al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía en 2010; en el despacho de su casa en 2012; y postrado y señalado por el papa Juan Pablo II, durante la visita del pontífice a Nicaragua en 1983, antes de ser suspendido 'ad divinis' como sacerdote.
Imagen secundaria 2 - De arriba abajo, Cardenal al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía en 2010; en el despacho de su casa en 2012; y postrado y señalado por el papa Juan Pablo II, durante la visita del pontífice a Nicaragua en 1983, antes de ser suspendido 'ad divinis' como sacerdote.

Fue ordenado sacerdote y se estableció en el archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua, donde fundó una comunidad cristiana y levantó una iglesia junto a los pescadores. Allí escribió su obra 'El evangelio de Solentiname' que lo enemistó con parte de la Iglesia católica. No sería la última vez. Impulsó la 'Teología de la liberación' y tras la victoria de la revolución pasó a ser ministro de Cultura de Nicaragua. Bajo su dirección, la pintura, la poesía y la literatura florecieron en el país.

Perseguido y suspendido de la Iglesia

En 1983, el papa Juan Pablo II lo reprendió públicamente por mezclar religión con política. La imagen de Cardenal arrodillado y señalado de forma acusadora por el papa quedaría grabada para siempre en el imaginario colectivo. Dos años después, el papa lo suspendió 'a divinis', castigo que le impidió dirigir actos religiosos y que el papa Francisco levantó poco antes de su muerte.

Siempre fiel a sus ideales y a sí mismo, formó parte del grupo de literatos que abandonaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1994 por sus discrepancias con Ortega. Fundó el Movimiento Renovador Sandinista junto a personajes ilustres como Sergio Ramírez y Giocconda Belli. Su obra artística fue traducida a más de 20 idiomas recibió reconocimientos internacionales, entre ellos el Premio Reina Sofía de Poesía en 2010.

Encarnó los ideales más puros del sandinismo, sin dejarse pervertir por el poder. Nació y murió pobre, con su humilde boina en la cabeza. Promulgó una Iglesia dedicada a los más desfavorecidos y luchó en la revolución con las palabras como única arma. El régimen orteguista lo persiguió incluso después de la muerte, enviando turbas a su funeral para gritarle «traidor» y amenazar y golpear a los asistentes a sus exequias. No consiguieron ni conseguirán, sin embargo, mermar la alargada sombra del poeta, que se extiende más allá de sus fronteras.

Ernesto Cardenal falleció la semana pasada a los 95 años. La muerte lo sorprendió aún con la mente lúcida y escribiendo poemas sobre la paz en Nicaragua. Atormentado por las crisis política y social en su país, que ha dejado entre 328 y 684 muertos además de 60.000 exiliados y centenares de presos políticos desde 2018, descansará para siempre en su amada Solentiname. Desde allí, quizás algún día, pueda ver llegar la paz a su patria.

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