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Dagoberto escorcia
Domingo, 20 de marzo 2022, 00:28
En Europa se habla de política de izquierda y de derecha. En Colombia solo hablamos de vida o muerte. Tenemos que empezar a hablar de política de la vida, de economía de la vida. Les invito a ser parte del Gobierno de la política de ... la paz, no de la guerra». Son palabras de Gustavo Petro (9/04/60, 61 años.), el candidato izquierdista que aspira a gobernar Colombia en los próximos cuatro años. Sería un hecho histórico en un país gobernado por la oligarquía, y en la que ha imperado el narcotráfico, el paramilitarismo, la guerrilla y la corrupción.
En el 2010 cuando Gustavo Petro perdió en segunda vuelta las elecciones a la presidencia de Colombia efectuó unas declaraciones que puede que fueran enviadas a la basura por muchos de sus contendientes. Acababa de reconocer el triunfo de Iván Duque como presidente para gobernar a Colombia durante el período del 2018 al 2022. Nunca pareció un hombre rendido. Todo lo contrario. Era un político que acababa de aprender una lección. «Aplazamos cuatro años este intento. Las primeras tareas serán las de consolidar nuestro movimiento».
En el fondo se sintió vencedor. Había obtenido casi 8 millones de votos contra Duque, el nuevo presidente que estaba apoyado por el 'establishment' que gobernaba Colombia, que imponía candidato y leyes. Entonces Petro, convertido en el líder de la segunda fuerza política del país, decidió y proclamó que iba a continuar en campaña. Volvería a competir. No estaba derrotado. Estaba amparado por esos electores. Desde su posición en el Senado volvería al ring.
No paró en estos últimos cuatro años, desde el 2018. Visitó cuanta región colombiana pudo, programó y apoyó todas las manifestaciones públicas. Buscó consolidar su posición como gran candidato a la presidencia de la República de Colombia. Y cuatro años después la obtuvo. Hoy es el más fuerte candidato izquierdista que aspira a gobernar a Colombia.
Gustavo Petro ha conseguido su objetivo. Ya no lidera un grupo político pequeño que se opone a los todopoderosos gobernantes del país. La consulta del pasado domingo para definir quién era el candidato de la coalición del Pacto Histórico y elegir senadores y congresistas le dio un triunfo arrollador que le ha convertido en el político más fuerte de Colombia en este momento. Gustavo Petro representa la primera opción para ganar las elecciones a la presidencia de Colombia el próximo 29 de mayo. Y es un líder izquierdista, algo totalmente anormal en la política colombiana que, pese a ser la democracia más longeva de Latinoamérica, siempre ha estado regida por la oligarquía.
¿Pero quién es Gustavo Petro?
Sus rivales dicen de él que es castrochavista amparándose en su joven pasado como miembro del movimiento guerrillero del M-19. Petro estuvo encarcelado durante dos años, pero todos los miembros de este grupo fueron amnistiados a finales de la década de los ochenta por el entonces presidente Virgilio Barco. Al salir de la prisión Petro fundó el partido político Alianza Democrática. Pero fue más allá. Sentó las bases del proceso de paz que entonces dirigía el presidente Belisario Betancour, y fue partícipe de la redacción de la Constitución de 1991. Pero si por algo se distinguió Petro fue porque se convirtió en el látigo de Álvaro Uribe.
Después de las consultas del pasado domingo, a Gustavo Petro le harán falta tres millones de electores más de los que ha obtenido ahora (cerca de 6 millones). Él defiende su proyecto bajo el eslogan que «el país está dividido en dos: unos queremos dejar atrás la guerra y otros quieren hacer trizas la paz».
En ocasiones Petro da la imagen de un hombre soberbio, autoritario, que habla al público como si estuviera en posesión de la verdad. Por eso también su candidatura es temida. Nadie quiere que Colombia se convierta en una nueva Venezuela. Pero cada vez las jóvenes generaciones, las que protestaron durante meses el pasado año, ansían acabar con esa Colombia que ha vivido siempre con sus lacras malignas, narcotráfico, guerrilla, paramilitarismo, corrupción política, pero nunca ha tenido un gobierno que proclame democratizar las riquezas como promete Petro.
Muchos colombianos tienen miedo. Otros apuestan por el cambio. Otros quieren dejar de ser pobres, de tener hambre, de ser desempleados, de tener unas pensiones acordes a los años que han trabajado. Otros aspiran a tener una seguridad social que cubra sus enfermedades. Una educación igual para todos. Que el país luche contra la crisis climatológica.
La fuerza de la oposición a Petro está fundamentada en su supuesta alianza con miembros de la guerrilla de las FARC, hoy involucrados en el proceso de paz. Y también es atacado por Ingrid Betancourt, una de las candidatas a la presidencia a Colombia, por su alianza con personas muy allegadas a la mafia y próximas al uribismo, liderado por el ex presidente Álvaro Uribe, que califica a Petro de un «incitador a la violencia».
Petro tiene a partir de ahora la obligación de buscar alianzas exclusivamente con los partidos del centro y el liberalismo. Lo pide en sus mensajes en las redes: «Iniciaré rondas de conversaciones con todos los partidos políticos y organizaciones sociales de Colombia en vista de la configuración del gran Frente Amplio por la democracia y la paz», escribió ayer en su cuenta de twitter.
Vencer al miedo a que Petro sea un nuevo Maduro, que acabe privatizando empresas extranjeras, y quitando propiedades a los ricos es el gran desafío que tienen los colombianos para el próximo 29 de mayo. De momento, él se ha reunido con muchos empresarios y busca calmar los comentarios que lo señalan como una nueva fuerza que vetará las libertades.
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