dagoberto escorcia
Bogotá
Sábado, 28 de mayo 2022, 00:11
Colombia decide en las urnas este domingo 29 de mayo quién será su próximo presidente. Cambio o continuismo son los caminos propuestos a elegir después de cuatro años en los que el país se ha estancado por culpa del mal gobierno de Iván Duque. Los ... candidatos ya agotaron todas las promesas, y las noticias falsas y descalificaciones han tocado fondo. Cambiar la cara al país, consolidar los tratados de paz, acabar con la corrupción, crear empleos, garantizar pensiones a los mayores y salarios mínimos para los que no han cotizado nunca, mayor justicia social, más centros educativos, frenar la pobreza y las desigualdades. Los candidatos han empeñado su palabra prometiendo todo lo que se podía prometer. El país afronta un momento delicado.
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Hasta la última semana todas las encuestas vaticinaban un duelo cerrado entre el representante de la izquierda, Gustavo Petro, y el líder de la centroderecha, Federico Gutiérrez. Los dos ex alcaldes, Petro de la capital de Colombia (Bogotá), y Fico, de la segunda región más importante del país (Medellín), se convirtieron en los favoritos. Hasta que ha emergido el fenómeno de Rodolfo Hernández, el mayor de todos que, a sus 77 años, parece convocar las elecciones a una segunda vuelta que tendría lugar el 11 de junio. Muchos analistas creen que la candidatura de Hernández es una broma, por algo lo llaman «el viejito del TikTok», pero también su lema principal de lucha contra la corrupción ha levantado sus opciones.
Si hace unas semanas la opinión general votaba que Petro ganaría en la primera vuelta, hoy las apuestas han cambiado. A un día de emitir sus votos, los colombianos continúan haciendo cábalas sobre el presidente de los próximos cuatro años. Casi un 40% de electores elegiría a Petro. Un 25% a Fico Gutiérrez, y la sorpresa es que Rodolfo Hernández se ha acercado a un 20%, según la última encuesta del Centro Nacional de Consultoría (CNC).
Que Petro y Gutiérrez sean los máximos candidatos representa la polarización de un país marcado por gobiernos de partidos de derecha, oligarquía pura, que mantiene el poder en Colombia desde hace mucho tiempo. Algunos analistas hablan de una derecha que ha «secuestrado» la democracia, término que abraza lo que ha sido la situación política colombiana en los últimos años. Desde el gobierno de facto del general Gustavo Rojas Pinillas (1953-1957), los partidos liberal y conservador ejecutaron un pacto llamado Frente Nacional mediante el cual se alternaron la presidencia hasta 1974, permitiendo la transición del gobierno militar al sistema democrático bipartidista donde todo lo que sonara a ideas liberales de la social democracia que se instalaba en otros países parecía estar prohibido hasta en el vocabulario. La izquierda desapareció. Era minoría. Pertenecía a jóvenes universitarios con ideologías comunistas y socialistas, y a los grupos de guerrilla como el M-19, al que perteneció un joven Gustavo Petro.
Poco a poco, con la Constitución de 1991, los partidos de izquierda empezaron a tener un espacio en la escena política, al mismo tiempo que creció la violencia de la guerrilla de las FARC y el ELN, y por supuesto la aparición del narcotráfico. Entonces los partidos de extrema derecha se presentaron como una necesidad para limar las situaciones que sufrían las zonas rurales, los ganaderos y empresarios del campo, que estaban siendo seriamente afectados por las acciones violentas de los grupos guerrilleros y por paramilitares, que entonces fueron apoyados por partidos políticos como Centro Democrático y Cambio Radical. Estos partidos, en consecuencia, lograron la mayoría en el Congreso y maquinaron una situación en la que se adueñaron de las gobernaciones y alcaldías de las regiones más destacadas. Detrás de todo siempre estuvo Álvaro Uribe, que gobernó el país durante ocho años y provocó un período de veinte años consecutivos de gobierno de la derecha. Hoy, muchos colombianos ven en Fico Gutiérrez el continuismo de este engranaje que ha impedido que Colombia desarrolle el tratado de Paz, y la violencia y corrupción permanezcan en la agenda de todos los candidatos.
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La aparición de Gustavo Petro, con un proyecto de mejorar Colombia a través de la idea de que sus ciudadanos pueden vivir mejor, asusta a la derecha que teme perder el poder. De ahí las acusaciones lanzadas de que Colombia será una nueva Venezuela si el elegido es Petro. El discurso populista no ha válido para cambiar las encuestas. Hasta el domingo no se sabrá si ha servido para que Colombia vote por el miedo al cambio o decida apostar por primera vez por un gobierno progresista de izquierdas.
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