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El Amazonas se seca, el comercio mundial no encuentra por dónde navegar, y los agricultores indios explotan

El Amazonas se seca, el comercio mundial no encuentra por dónde navegar, y los agricultores indios explotan

El cambio climático impacta en numerosos sectores, de forma similar en diferentes puntos del planeta. Hoy analizamos algunos paralelismos.

Miércoles, 28 de febrero 2024, 10:56

La suma de cambio climático, globalización y agricultores cabreados va a ser cada vez más habitual. Lo estamos viendo en Europa a pequeña escala, pero está sucediendo a nivel global con unas consecuencias muy relevantes. Porque si la sequía en Cataluña es grave y los ... agricultores franceses y españoles tienen razones para montar en cólera, siempre contra quien produce a menor precio, la situación del Amazonas y las condiciones que sufren los campesinos indios demuestran que todo puede ser peor. Mucho peor. Y ya sabemos de sobra que lo que sucede a miles de kilómetros nos termina afectando.

Por eso, hoy 'El mundo, explicado' regresa de vacaciones para acercarse a estos tres problemas que cuentan con una raíz común: el cambio climático.

  • El Amazonas sufre su peor sequía.

  • Con el canal de Panamá seco y el de Suez amenazado, el comercio global tiembla.

  • Los agricultores indios dicen basta, pero ya no se suicidan.

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  1. Sin agua y con fuego

    El Amazonas sufre su peor sequía

Siempre imaginamos el Amazonas como un lugar de naturaleza virgen y salvaje, enmarañada e inaccesible salvo para tribus desconectadas del mundo moderno. En el imaginario colectivo, el pulmón del planeta es un cuadro verde surcado por vetas de aguas ocres infestadas de cocodrilos. Desafortunadamente, la realidad se aleja cada vez más de ese ideal. «Todo está muerto», afirmaban en declaraciones a Al Jazeera los residentes de un pequeño pueblo río arriba: las barcas hace tiempo que quedan encalladas en afluentes que han caído a su nivel más bajo en 120 años, el fuego lo engulle todo cada vez más a menudo, con el camino allanado por la deforestación, y los peces flotan muertos en las charcas que se quedan sin oxígeno.

Delfines del amazonas, muertos por la sequía. Reuters

Los científicos han sentenciado que esta situación es fruto del cambio climático, y no del fenómeno de El Niño, que sí ha podido influir en la severidad de una sequía que podría alargarse hasta bien entrada la primavera. Si lo hace, el Amazonas podría comenzar a sufrir metástasis y agravar la situación del clima a nivel global. Los primeros en sufrirlo serán los 30 millones de personas que viven en la cuenca del río, que podrían quedarse incluso sin electricidad porque proporciona gran parte de la energía hidroeléctrica de la que dependen países como Brasil -80%-, Colombia -79%- o Venezuela -68%-.

Pero luego afectará a todo el planeta, porque es la región que más CO2 captura. Los científicos alertan de que, si se acaba destruyendo el equilibrio que gobernaba el Amazonas y se alcanza uno de esos preocupantes puntos de no retorno, lo que ha protegido a la Tierra podría acabar por agravar el problema con la liberación de ingentes cantidades de CO2.

La deforestación acabará estallándonos en la cara. AFP

Ahí reside uno de los aspectos que resultan más dificiles de asimilar para una parte de la población que rechaza las pruebas patentes y palpables y niega el cambio climático: el daño que provoca no tiene por qué ser gradual y transitar por una progresión lineal; puede acelerarse e incluso llegar a una escala exponencial si se alcanzan puntos que provocan irreversibles cambios en cadena. Las consecuencias más dramáticas llegan así antes de lo esperado. Pero, desafortunadamente, algunos de quienes nos gobiernan prefieren tragarse las teorías de la conspiración más surrealistas antes de rendirse a la evidencia y actuar en consecuencia.

  1. Dirección prohibida

    El comercio no encuentra por dónde navegar

Otra de las consecuencias del cambio climático la está viviendo el canal de Panamá, por donde transitaba mercancía por valor de 270.000 millones de dólares al año. Hay que dar los datos en pasado, porque este punto clave en el comercio interoceánico ha tenido que reducir el flujo de los buques que lo cruzan -de 36 al día a 24- debido a la sequía que afecta a los lagos que lo nutren del agua necesaria para ir cruzando las compuertas. El año pasado fue el segundo más seco de la historia de Panamá, lo que impidió llenar los lagos durante la época de lluvias, y los operadores de la infraestructura temen que 2024 no sea mejor. Peor aún, ya hay dudas sobre la viabilidad del canal a medio plazo, ya que todo apunta a que la sequía severa se convertirá en un mal cada vez más recurrente.

Barcos a la espera de cruzar el Canal de Panamá. EFE

El Gobierno panameño está valorando diferentes posibilidades: desde crear nuevos lagos artificiales para atrapar más agua de lluvia, hasta rociar las nubes con nitrato de plata para provocarla. El problema es que el agua que se lleva uno es la que se le resta a otro, por lo que cualquiera de estas medidas puede provocar tensiones entre los vecinos. Sin duda, el agua va a ser un recurso geopolítico de más valor.

La situación del Canal de Panamá se suma a la tensión que lastra al de Suez, en medio del trayecto entre Asia y Europa y actualmente escenario de combates entre rebeldes hutíes de Yemen y militares de una coalición occidental, para constreñir aún más el comercio global que lleva de susto en susto desde la pandemia. Así que, si alguien creía que el precio de la vida podría bajar para volver a niveles previos al covid, que abandone toda esperanza.

  1. El drama del campo

    Los agricultores indios dicen basta, pero ya no se suicidan

Los agricultores franceses atacan camiones de alimentos españoles porque afirman que hacen competencia desleal: la mano de obra en España es más barata y la legislación más laxa. Los agricultores españoles ponen el grito en el cielo, pero luego hacen algo parecido con los productos marroquíes con idénticos argumentos. Incluso los polacos se manifiestan y arremeten contra el cereal ucraniano. Es el mercado, les responden los grandes distribuidores. De la globalización siempre queremos lo que nos beneficia -exportar a buen precio, por ejemplo-, y rechazamos lo que amenaza nuestro nivel de vida. Pero son elemenos indisociables.

Tractorada, versión india. AFP

Los agricultores indios se cuentan entre los más pobres del planeta. Su situación es tan dramática que han llegado a suicidarse en masa como medio de protesta. Ahora, sin embargo, han salido a manifestarse con palos y cócteles molotov para que -y esta es otra constante global del sector primario- les paguen precios justos por sus cosechas. Ya ha muerto una persona, de un tiro a la cabeza, y los antidisturbios se están teniendo que emplear con ganas para evitar que, como han hecho en Madrid o Bruselas, los agricultores entren en la capital, Nueva Delhi.

Indios, polacos, españoles y franceses critican lo mismo: que se les pague una pequeña fracción de lo que abona el consumidor final por un tomate. Señalan al unísono que las ayudas por los retos que plantea el cambio climático son pocas y están lastradas por ríos de burocracia. Y todos exigen lo mismo: vivir dignamente de un trabajo que, no olvidemos, es esencial para la supervivencia de toda la población. El problema es que la definición de una vida digna difiere de un país a otro, que la globalización ha cambiado las reglas para siempre, y que los grandes intermediarios cada vez tienen más fuerza. En este caso, los indios cuentan con una ventaja sobre el resto: en mayo hay elecciones generales y pueden forzar a los políticos a mover ficha.

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