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R. Pérez
Madrid
Viernes, 31 de julio 2020, 00:21
Durante años se le conoció como el soltero de oro. Siempre rodeado de bellezas, de la pasarela o del celuloide. Aun así, no fueron pocas las veces en las que se cuestionó su orientación sexual. En 2000 conoció a la que hoy es su esposa. ... Y once años después se sintió preparado, ya cumplidos los 50, para dar el sí quiero. Soberano de Mónaco desde 2005, sus secretos de alcoba no se merecen un película. No. Son dignos, más bien, de culebrón de sobremesa. Y aunque vendrán muchos más capítulos, detengámonos en el que nos ocupa. El príncipe Alberto 'espera' un nuevo hijo. Se desconoce cuándo llegará a su mundo, pero sí que es niña, que el 4 de julio -un día después de su aniversario de boda con Charlene- cumplió 15 años y que será la justicia la que determine en febrero de 2021 si esta joven hasta ahora anónima, de madre brasileña, se convierte en el quinto vástago del príncipe de Mónaco.
Y la noticia, independientemente del desenlace, da argumentos para alterar la paz en el palacio de los Grimaldi. En otras circunstancias, el silencio de la casa real monegasca se entendería como despreocupación, pero, teniendo en cuante los antecedentes, seguro que los servicios jurídicos del príncipe Alberto no ponen la mano en el fuego por su defendido.
Las vidas amorosas de sus hermanas, Carolina y Estefanía, dan para sendas telenovelas con ellas como protagonistas. Pero, sin desmerecer, el soberano de Mónaco se lleva la palma. Alberto, más empujado por las circunstancias que por voluntad propia, aportó dos hijos al matrimonio con Charlene. Reconoció antes de desposarse a Jazmin Grace Grimaldi, nacida en 1992 fruto de su relación con una norteamericana que pasó unas vacaciones en la Costa Azul, y a Alexandre Coste, nacido en 2003 de la aventura del príncipe con una azafata de Togo. Una y otro no gozan de derechos dinásticos, pero sí que lo harán, llegado el día, de la fortuna de su progenitor.
Con Charlene, hace seis años, fue padre por partida doble, de Jaime y Gabriela. Los niños asentaron, dicen, una relación entre Alberto y la exnadadora sudafricana que estos días vive -o vivía, en función de cómo haya sentado la noticia de la nueva posible paternidad- días de vino y rosas. Charlene, la princesa triste, vuelve a estar en el disparadero -a saber- por otro de los muchos escarceos del pasado del príncipe Alberto. Si se confirma que mantuvo una relación con la brasileña que presentó la demanda ante un tribunal de Milán, Charlene Wittstock no tendrá que hacer muchas cuentas. Sí, se confirmaría que, como con la azafata de Togo, Alberto le había sido infiel. Continuará.
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