Siempre nos quedará París
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El lujo de la Alta Costura embriaga con su magia a través de las pantallas en una atípica Semana de la Moda«Una rave de la costura». Así definieron desde Viktor & Rolf su colección en una atípica Semana de la Alta Costura de París. Pero no fue atípica por la rebeldía de los holandeses o la fiesta a ritmo de Massive Attack de Valentino ... para presentar una colección minimalista cuajada de lentejuelas. Para eso ya eran maestros el fallecido Alexander McQueen o el genio caído en desgracia John Galliano. La diferencia ha sido marcada por la pandemia. Por primera vez, la magia de la Alta Costura se ha experimentado por completo tras una pantalla.
Chanel fue la única que tuvo 'front row'. Disperso, pero lo tuvo. Allí estaban embajadoras de la icónica casa francesa como Penélope Cruz, Carlota Casiraghi, Marion Cotillard, Vanessa Paradis y su hija, Lily-Rose Depp. Acudían como invitadas a la magnífica boda de campo organizada por la diseñadora Virginie Viard, fiel al ADN de la firma.
En el enlace, situado en el número 31 de la Rue Cambon parisina, donde estaba ubicado todo el universo de Coco, destacaron su clásico trabajo de tweed -que nunca defrauda-, refinados bordados de macramé y etéreos diseños florales de organza bañados en contenidos blancos y negros con alguna pincelada rosa.
La esperada novia llegó al evento a lomos de un corcel blanco ataviada con un vestido-abrigo de crepé de satén bordado con diamantes -de imitación- y perlas formando mariposas. Recurso, el del caballo, al que también recurrió Maria Grazia Chiuri para la lujosa colección de primavera/verano de Dior, inspirada en los orígenes del tarot, muy presentes en la historia de la firma.
Chiuri retrocedió hasta el siglo XV para empaparse de la belleza artística del tarot Visconti, el más antiguo del mundo. La diseñadora representa sus símbolos con técnicas que incluyen pintado a mano, laboriosos bordados e inserciones circulares de terciopelo.
Un mundo onírico que fascinaba a Christian Dior. Y es que el gran maestro lanzó su marca después de la Segunda Guerra Mundial, cuando reinaba «un sentimiento de inseguridad», como en la actualidad. Mangas voluminosas, capas, siluetas alejadas de la cintura y una oscura gama cromática con muchos detalles en brillo que adentran al espectador a un viaje directo al medievo.
El de Fendi era uno de los desfiles más esperados y, probablemente, se convirtió en el más mediático. Se trataba de la primera colección de Kim Jones para la casa italiana, que desfilaba por primera vez oficialmente en esta pasarela. Desde el fallecimiento de Karl Lagerfeld, las propuestas femeninas pasaron a manos de Silvia Venturi hasta el fichaje del británico el pasado mes de septiembre.
Como escenario para tan magno evento, un laberinto de espejos con jardines y libros antiguos pertenecientes al Círculo Bloomsbury -grupo de intelectuales británicos del primer tercio del siglo XX- por el que fueron desfilando y posando 'tops' de la talla de Naomi Campbell, Kate Moss, que desfiló por primera vez con su hija, Lila Grace Moss, y Christy Turlington, que en dos décadas tan solo había subido hace dos años para su amigo Marc Jacobs, en la Semana de la Moda de Nueva York.
También ejercieron de maniquíes Leonetta y Delfina Fendi -hijas de Silvia Fendi- para las piezas que nacieron de la mezcla del lenguaje visual de los mármoles de Bernini y la intencionalidad de la novela de Virginia Woolf que difumina el género, 'Orlando'. Jones busca deformar las temporalidades en trajes largos de seda en tonos del mármol que bien habrían podido vestir en la serie 'Los Bridgerton', mientras que la feminidad exquisita y la androginia masculina se entrelazan. Todo ello repleto de detalles como los textos escritos discretamente en pequeños bolsos de nácar o en botas de cuero con cuentas y tacones pintados a mano.
Ya lo decía Virginia Woolf en 'Orlando': «Insignificante como parece, la ropa tiene, dicen, un objetivo más importante que mantenernos calientes. Cambian nuestra visión del mundo y la visión que el mundo tiene de nosotros».
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