La sencillez hecha elegancia de Ana Boyer
Look de agosto ·
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Look de agosto ·
Embarazada de su segundo hijo, su posado enfundada en un exclusivo bañador blanco acapara elogios en las redesIsabel Preysler la definió como «la lista de la familia». La inteligente, la «empollona», en palabras de la propia protagonista de esta historia. Ana Boyer (31 años) tiene una belleza serena que enamora al instante, una sonrisa que cautiva y una elegancia trabajada a base ... de sencillez. Dicen de ella que es la más fiel heredera de la reina de corazones, a quien hubiera ya destronado de habérselo propuesto. Ni Chabely ni Tamara. Ana, licenciada en Derecho y también en Administración y Dirección de Empresas, es la preferida de las firmas de moda. Y ella, de vez en cuando, se deja querer. Aunque no oculta que no busca que eso se convierta en su profesión.
Para Ana hoy su prioridad es la familia. La hija del malogrado Miguel Boyer dejó de la noche a la mañana su prometedora carrera en el bufete de abogados Uría&Menéndez por amor, para seguir por todo el mundo a Fernando Verdasco, para formar una familia y encargarse ella misma de los cuidados de los pequeños. Bueno, de momento, solo pequeño, un retoño de año y medio que le ha robado el corazón. El segundo está ya en camino. Lo anunció a finales de julio en la portada de '¡Hola!' y la pasada semana confirmó que será otro niño.
Pero Ana Boyer es estos días noticia por su última aparición en Instagram. Dijo ella misma a la biblia de papel couché que ya se le nota la tripita. Pues la imagen que ha compartido con sus casi 230.000 seguidores es de hace un tiempo o no se explica. En ella aparece enfundada en un exclusivo bañador blanco que ha despertado tantos elegios como interrogantes por conocer quién lo firma. Ella misma se ha encargado de desvelar la incógnita. Es de la marca Eres y puede ser suyo por unos 400 euros.
Pasó el confinamiento en casa de su madre, en la mansión que comparte con Mario Vargas Llosa en Puerta de Hierro. Ese parón le vino bien después de tanto kilómetro recorrido por las pistas de tenis de todo el mundo. Con Isabel Preysler mantiene una confianza ciega, hasta el punto de que es ella quien se ocupa de las cuentas y contratos de su madre. También asesora a su hermana Tamara, con quien se complementa, su contrapunto. Y ahora ha pasado unos días con su marido y su hijo en la Costa Azul, donde, según deja ver en sus redes sociales, apuesta por vestidos vaporosos de discreto estampado monocolor. Blanco y azul, o blanco y rojo.
Menos es más, opina una joven que ha puesto su imagen al servicio de marcas como Porcelanosa –sonados eran los posados de las mujeres Preysler, en lo que, dígase de paso, siempre salía triunfadora–, la joyería Durán, las chanclas de Gisele Bundchen o Pronovias, que la vistió en su gran día. Para su boda con Verdasco, a finales de 2017 en la paradisíaca isla de Mustique, se dejó seducir por los trazos del director creativo Hervé Moureau, que imaginó y plasmó un vestido ceñido con pailletes nácar y pedrería de cristal con aplicaciones guipur, y con unos originales manguitos de los que nacía el velo. Una novia diferente, sencilla, como ella.
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