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«¿Qué haría Manuel Pertegaz si estuviese en mi lugar?». Esa pregunta rondaba incesante en la cabeza de Jorge Vázquez cuando, tras tener «el honor y responsabilidad» de ser escogido como director creativo de la prestigiosa firma, se sumergió en sus archivos. En ... ese lugar repleto de tesoros, el modista gallego halló patrones, acabados y textiles que ya, por desgracia, no se encuentran. «Los armarios están llenos de ropa mala» porque «compramos compulsivamente», lamenta Vázquez. «Hay que volver a tener un buen fondo de armario». Y en esa tarea está metido de lleno. Un buen puñado de kilos perdidos dan fe de ello.
El regreso de la casa Pertegaz bebe de un viaje al Nueva York de finales de los 70, cuando Pertegaz, tras asistir al musical 'Hair' en Broadway, intuyó que la moda salía de los grandes salones. «Vi este musical y comprendí que algo diferente estaba a punto de comenzar. Nacía la moda joven, el 'prêt-à-porter', la moda de la calle». Con ese contexto de base, Vázquez ha interpretado y reeditado patrones, volúmenes y estampados; actualizando así el legado del maestro, buscando la belleza y no el lujo.
Jorge Vázquez viste a mujeres eclécticas, desinhibidas, de una fuerza arrolladora que lucen joyas rebuscadas y habitan en casas mágicas decoradas con muebles imposibles. Para ello, no pone límites a su inspiración hiperbolizando conceptos con mezclas excesivas: lazadas, drapeados, acabados metalizados, plumas, pedrería... Una fantasía contemporánea que esconde una oda a lo artesanal, al dominio del corte y el patronaje de piezas muy sofisticadas y majestuosas. Osadía, pero nunca extravagancia. La colección se materializa a través de siluetas estructuradas aparentemente sencillas, con exagerados volúmenes, mangas abullonadas y prendas que se recogen y drapean continuamente. En lo que a tejidos se refiere, están presentes gazares, moarés, rasos duquesa, muselinas, lentejuelas, paños de cashmere, y tafetanes de seda. Estilismos repletos de flores, estampados geométricos y de cebra que acompañan a piezas de punto bordadas, vestidos de noche con pedrería o elegantes adornos de cristal y plumas.
En la vibrante paleta de color no faltan rojo, negro y blanco, como en todas las colecciones del maestro que, tras la muerte de Christian Dior, rechazó hacerse cargo de la 'maison', dejando paso a la segunda opción: Yves Saint Laurent. No quería dejar de lado su esencia. Esa que enamoró a actrices como Audrey Hepburn, Ava Gardner y Carmen Sevilla -a la que confeccionó el traje de su boda con Augusto Algueró- y aristócratas de la talla de Jacqueline Kennedy o Aline Griffith. Por supuesto, también a reinas y princesas. Precisamente su último hito fue el vestido de novia de doña Letizia, con bordados en hilo de plata y oro, cuando el modista ya había cumplido 86 años.
Sin embargo, fue el de Bibi Salisachs en su enlace, en 1955, con Juan Antonio Samaranch el que le catapultó en el sector nupcial. «Su moda traspasó fronteras, protagonizó portadas internacionales -'Vogue' y 'Harper´s Bazaar USA'-, vistió a celebridades como Jackie Kennedy, Greta Garbo y tenía escaparate propio en Bergdorf Goodman», recuerda con admiración Vázquez. No en vano fue el primer español en instalarse en la Quinta Avenida neoyorquina, aunque había celebridades americanas que se cogían un avión privado solo para venir a sus talleres en España, en los que llegó a tener contratados a 700 modistas para cuidar hasta el más mínimo detalle desde la visión de un hombre tan perfeccionista que consideraba vulgar que se viesen las cremalleras.
Sus diseños, clásicos y modernos a la vez, resisten el paso del tiempo con la frescura del primer día sin necesidad de nadie, pero no se puede negar que con Jorge Vázquez ganan. Su trabajo, muy codiciado por la 'yet', ha sido reconocido por crítica y público con numerosos galardones. Pocos como él sabrían respetar la «excepcional maestría» del aragonés más universal, amante de resaltar la belleza femenina que siempre defendió que era el vestido el que se debía adaptar al cuerpo de la mujer y no a la inversa. Un deleite para los sentidos y la mayor alegría que ha dado la pasarela Mercedes Benz Fashion Week Madrid en mucho tiempo.
Los únicos perjudicados de este regreso fueron los diseñadores que compartían jornada el jueves con Pertegaz: un relajado y favorecido Hannibal Laguna, el clásico Roberto Torretta -sin el apoyo de la embazada Marta Ortega en primera fila del evento de su suegro-, la firma andaluza Fernando Claro en su templado estreno en la capital y el tecnológico Custo Barcelona.
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