Álvaro Calafat no llegó a la moda para encajar; llegó para romperlo todo. El diseñador malagueño es una bofetada al conformismo con su defensa de una moda incómoda, sorprendente y visceral, tal y como mostró en la transgresora presentación de su nueva colección en el marco del 80º aniversario de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid.
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El modista pone patas arriba el concepto de la pasarela tradicional, desafiando los estándares con una propuesta tan arriesgada como polémica. Calafat trasladó al público a un gabinete de curiosidades donde la belleza, lo extraño y lo surrealista se mezclan en un choque creativo que no deja indiferente. Para ello experimenta con volúmenes imposibles y construcciones en impresión 3D, texturas hechas a mano que rechazan la uniformidad industrial y técnicas de revelado como la cianotipia que transforman los tejidos en lienzos de arte conceptual.
Calafat no solo se queda en la provocación visual, también desafía los falsos discursos sobre sostenibilidad sustentando en la defensa a ultranza de la artesanía para prendas duraderas confeccionadas íntegramente en España con materiales como seda, algodón, piel y tencel. El descaro del malagueño va a la par que su desparpajo textil. Nieto de costurera, sabe sacar partido de la mejor artesanía para mezclar con las técnicas más punteras.
Un desfile convertido en un manifiesto sustentado en agitar y no agradar en el que el propio diseñador estuvo en todo momento en el centro de la pasarela disfrutando del arduo trabajo de muchos meses. Un espectáculo inusual con una puesta en escena caliente y un estilismo impecable para el que se desplazó expresamente hasta Madrid el equipo de la icónica casa Schiaparelli, con la que comparte códigos. Y es que este joven diseñador, pese a su corta trayectoria en la industria, levanta ampollas, pero también pasiones con prendas que, asegura, «o te gustan o las odias».
La osadía de Calafat coincidió en la pasarela con el cotizado Juan Carlos Pajares, otro diseñador tan joven como talentoso con el que comparte tanto su pasión por el oficio como la defensa de la artesanía de sus lugares de origen. El castellanomanchego reflexionó a través de su firma, JC Pajares, sobre la dualidad entre la idea romantizada de la moda y la realidad artesanal. Un lanzamiento que marca la quinta colección anual de la marca, en la que, al igual que en Calafat, fusiona el arte tradicional y la moda contemporánea. En un momento donde las técnicas centenarias y el diseño hecho a mano están al borde de la extinción, el modista realiza un llamamiento a la valorización de estas técnicas, invitando al público y a la industria a redescubrir la riqueza que reside en ellas.
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De este modo, la artesanía deja de ser un concepto meramente nostálgico para convertirse en una herramienta de innovación estética, con una propuesta que otorga protagonismo a los artesanos y sus métodos, expandiéndose a nuevas áreas creativas. La colección no solo es un tributo a la artesanía, sino también una exploración de la dualidad entre la idealización del arte y la realidad del arduo trabajo que lo sostiene. Este contraste se refleja en cada pieza de la colección, desde los originales patrones hasta las siluetas atrevidas con estética de los años 2000.
Los colores y estampados elegidos para la colección simbolizan la parte romántica y soñadora de la profesión artística. Tonos cálidos y estampados que evocan los atardeceres rinden homenaje al trabajo artesanal que, como el sol, brilla intensamente de día a día. Por otro lado, los tonos oscuros, como el negro o azul, se utilizan para reflejar la parte más cruda y realista del oficio, un recordatorio de la dedicación y el esfuerzo que se esconden tras cada puntada.
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En consonancia con su compromiso con la sostenibilidad, la firma incorpora una selección de materiales provenientes de excedentes como linos, tules y tejidos con pedrería y paillettes con motivos florales. Además, se han empleado tejidos artesanales hechos con fibras recicladas y biodegradables. La colección también incluye cerámica, bordados a mano, croché y estampados pintados a mano, luego impresos con tintes libres de tóxicos sobre las prendas, lo que añade un plus de singularidad a cada pieza.
Un lujo contemporáneo que honra el pasado mientras mira hacia el futuro.
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