Borrar
Ian Gibson, en el barrio de Lavapiés (Madrid), donde vive. VIRGINA carrasco
El irlandés de Lavapiés harto de la pandemia
La semana de Ian Gibson

El irlandés de Lavapiés harto de la pandemia

El hispanista es un enamorado de la ornitología. En el barrio madrileño donde vive tiene su Montmartre particular. Pese a su campechanía, confiesa ser un perdonavidas cuando las discusiones se agrían

Domingo, 28 de febrero 2021, 00:16

Para un hombre como Ian Gibson, acostumbrado a la charla y los viajes, la pandemia es el peor de los castigos. Este irlandés de Dublín es una rara avis: en un país donde la inmensa mayoría de la población es católica, tuvo una punzada de ... vocación para hacerse pastor protestante. Después de sus monumentales biografías de García Lorca, Dalí, Machado y Buñuel, acaba de entregar a la imprenta 'Hacia la República Federal Ibérica', libro en el que expresa su sueño de una unión entre España y Portugal sin reyes ni cortesanos. De 82 años, el hispanista vive las tribulaciones de ser presidente de su comunidad de vecinos en Lavapiés, barrio en el que vive a sus anchas. «Está en un monte y en el centro, como Montmartre».

Lunes

 

7.30 horas. He dejado el café porque no me sentaba bien. No obstante, soy de té de toda la vida. Lo primero que hago cuando me levanto es prepararme uno, eso es la gloria. Después del té, siempre me tomaba un café, pero ya no lo hago. Es muy jodido para mí, porque siempre he sido físicamente muy fuerte. Ya tengo 82 años y no soy tan joven como antes, lo cual me molesta y cabrea.

17.45 horas. Ahora todo es anormal en mi vida. Llevo un año confinado en mi piso de Lavapiés y la experiencia ha resultado horrorosa, tanto que me encuentro psíquicamente muy afectado, a veces incluso deprimido. Para mí España era ir a Atocha a coger el tren de Toledo, tomar el camino que conduce al puente de Alcántara, subir los escalones y observar la plaza de Zocodover, los restos del acueducto romano, el curso del Tajo, el circo romano, que está bastante bien conservado, tomar algo con los amigos... Pero con la pandemia eso ha acabado. He sufrido pesadillas y tenido que tomar ansiolíticos, para qué voy a mentir. Un desastre. Mi mujer, Carole, me dice que hay que tener valentía en la vida. Y sí, de acuerdo, intentaré ser valiente.

Martes

8.00 horas. Trabajo toda la mañana. Solo soy capaz de hacerlo hasta las tres del mediodía. Además las tardes me deprimen. Hago un ejercicio de yoga que se llama savasana, que consiste en adoptar la postura del cadáver. Me tumbo en el suelo y duermo una hora; es algo que llevo haciendo 40 años. No me levanto nuevo, pero sí con el deseo de seguir adelante.

18.00 horas. Una de las razones de venir a España fue la ornitología. En Irlanda un amigo me habló de Doñana y de los ánsares que pasan allí el invierno y comen arena de las dunas para ayudar a hacer la digestión. Ya de niño mi padre me llevaba a las marismas para ver pájaros acuáticos. España es un paraíso para un ornitólogo, hay de todo. En Madrid pasan el invierno 80.000 gaviotas. Desde mi piso las veo con los gemelos salir hacia los vertederos de las afueras a comer. Cuando se pone el sol vuelven al embalse de El Pardo, donde pasan la noche. Son miles. ¿Soy la única persona en Lavapiés que ve las bandadas? Pocos saben que aves marinas como las gaviotas vuelan por Madrid. Están desde noviembre hasta finales de marzo.

Miércoles

13.00 horas. Tal vez no debería, pero estoy escribiendo un libro sobre mi juventud. Investigo sobre mí mismo, y no sé si es muy sano resucitar cosas de mi infancia. Mi mujer me aconseja que deje las cosas en paz, pero no puedo resistir la tentación ni la necesidad de explicarme mejor a mí mismo. De repente no sé la fecha de nacimiento de un tío importante y tengo que abrir internet. Cuando escribo un libro soy totalmente obsesivo.

23.55 horas. Me da un poco de vergüenza decirlo: siempre tengo al lado de mi cama un ansiolítico, por si acaso. Me lo aconsejó Juan José Millás, que es muy de Orfidal. Una vez le confesé que me tomaba media pastilla y él me dijo que me la tomara entera. Ja, ja, ja. Seguro que no le importa que lo cuente.

Jueves

19.00 horas. En este momento soy presidente de la comunidad de vecinos y hemos afrontado muchos problemas con los pisos turísticos. He tenido que ser agresivo. Por mi educación puritana -mi familia era de las poquísimas metodistas que había en Irlanda- no sé encajar fácilmente una discusión agria porque tengo miedo a gritar. Aunque cuando me hacen una putada me sale un carácter bronco. Soy bastante perdonavidas y desagradable, y no me gusta nada. La gente piensa que soy un irlandés campechano, pero también tengo esta faceta.

Viernes

12.00 horas. Soy muy romántico y la Península Ibérica es para mí un gran yacimiento arqueológico. He visitado mucho la provincia de Cáceres en busca del santuario de Ataecina, una diosa celta. Como buen irlandés, tengo «celtomanía», y buscar los rastros de los celtas me fascina. Voy mucho al Museo Arqueológico Nacional (MAN), cuya remodelación es una maravilla. Pasé todo un año yendo allí todas las semanas cuando escribí ‘Aventuras ibéricas’. Mientras los políticos andan a la greña en el Congreso, en el MAN han hecho un trabajo callado y genial. Es un museo maravilloso a nivel mundial.

16.00 horas. Lo bueno de los españoles es que no quieren estar en su casa, sino en los bares. He conocido a mucha gente en ellos. Además son acogedores, aunque tampoco se trata de decir que son maravillosos, como hace James Rhodes. No me cae nada bien, sé que sufrió mucho de niño, pero me parece que solo dice chorradas sobre los españoles. Luego publica su artículo en el periódico y no ponen «traducido por», como si lo hubiera escrito en castellano. Hombre, nadie escribe así estando un año o lo que sea en España.

21.00 horas. De vez en cuando veo un partido de fútbol, pero no con frecuencia. Me gusta, pero no siento la misma emoción que ante uno de rugby, deporte del que he sido jugador, de primera división además. Jugaba de ala izquierda y era bastante rápido. Fue una etapa fabulosa, aunque no llegué a internacional. No me van las muchedumbres ni el dinero que mueve el fútbol.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

burgosconecta El irlandés de Lavapiés harto de la pandemia