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José A. González
Jueves, 15 de julio 2021, 01:14
El llamado Rey del Foso triunfa en 'Masterchef', porque hasta en diez ocasiones Arnau París (Barcelona, 32 años) vistió el delantal negro para, finalmente, ganar la novena edición del 'talent' culinario de La 1. Con un menú de proximidad, con productos y platos de su ... tierra, París deleitó al jurado del programa con 'Origen', una coca de recapte con crema de pimiento y caballa inspirada en sus cuatro abuelos payeses, y 'Bosque', un carpaccio de carabineros con una salsa chili crab. Para poner la guinda, una crema catalana. El conjunto le ha hecho merecedor de 100.000 euros, un libro de recetas y un máster en Ciencias Gastronómicas en el Basque Culinary Center.
–¿Qué se siente al ser ganador de 'Masterchef'?
–Es algo inexplicable. Acabo de cumplir un sueño y es algo que no me había pasado nunca, no te lo puedo explicar en palabras porque es algo que hay que vivir.
–Un sueño cumplido, empieza otra vida. ¿Y ahora qué?
–Hay una realidad que es que abandono la venta de grifos para centrarme en la gastronomía. Voy a hacer de mi afición, mi día a día. Me voy al Basque Culinary Center, luego me gustaría hacer prácticas internacionales fuera de España para seguir con la formación. Además, tengo un proyecto gastronómico en marcha que es La Masía en Lérida, donde hago muchos eventos gastronómicos de degustación, maridaje con vinos e intento transmitir a los comensales la pasión que tengo por el producto y por la gastronomía.
–¿De dónde le viene esa afición por la cocina?
–De muy pequeñito, porque ya con dos años a los Reyes Magos les pedí una cocina de juguete. Me la trajeron, la pusimos en la cocina, mi madre me daba plastilina y yo le pedía macarrones, carne, huevos o pescado para cocinar ahí (risas). Luego creces y cuando quedas con los 'colegas', te pones a cocinar, te interesas y luego haces cursillos, lees o ves vídeos sobre el tema. Al principio es un aprendizaje que comienza como un juego, pero que siempre apetece.
–Para ganar la Eurocopa, uno entrena. Para ganar el bote, por ejemplo, de 'Pasapalabra' pues estudia. ¿Cuántas horas ha echado a 'Masterchef'?
–¡Uf! Muchas. Dentro ha sido 'full time', muchas veces yo no era consciente de lo que estaba estudiando, porque me quedaba dormido viendo vídeos de cocina en YouTube. Me distraía, me gustaba y, además, aprendía. No lo veía como un estudio, para mí es una distracción.
–En el concurso ha hablado de cocina de proximidad y se refleja en La Masía, ¿esa va a ser su seña de identidad?
–Es mi seña de identidad. El menú de la final que llamé 'Origen' es un poco esto. Vivimos en un mundo desbocado, donde el producto ha dejado de ser importante. Tengo colegas que compran tomates en Amazon, no es algo que me asuste, pero que luego no se quejen de que no saben a nada. Vamos a buscar proyectos de primera calidad, que luego reviertan en positivo a productores, al ecosistema y a la sociedad.
–Hablaba de ese menú de la final, ¿cuántas veces lo ha soñado?
–Al final es una evolución, son productos muy míos y con el paso del tiempo los vas perfeccionando y mejorando. Los platos y los ingredientes los conozco bien y lo que hacía era coger libros de Roca, de Jordi Cruz, vas buscando técnicas que se pueden aplicar para darle una vuelta y hacer esos platos más míos. Fueron horas y horas de curro, pero, bueno, no lo considero trabajo, porque disfruto.
–En esta edición, ha demostrado que hay que saber vender y venderse (en el buen sentido de la palabra) ¿Cuánto de marketing hay en la cocina?
–¡Cuánto de marketing hay en la vida! Al final, la vida es venta y todos nos vendemos constantemente, aunque no queramos reconocerlo. El marketing y la venta es muy importante, pero yo soy de los que dice que tiene que ir acompañado de un buen producto. Si tienes un mal producto y una buena venta, triunfarán en el momento, pero no en el largo plazo.
–Durante esta edición de 'Masterchef' ha estado en varias ocasiones en ese cocinado final, ¿cómo se vive el delantal negro?
–Perdí casi cuatro kilos en el programa por culpa del foso. Lo sufres con mucho nervio, con mucha tensión, pero también con tanto repetir terminas templando los nervios y acabas ganando experiencia y solidez a la hora de entrar a la cocina.
–Pero, ¿cómo maneja ese estrés del momento?
–Los días de antes meditaba y cuando entras respiras hondo. Cuando hablan los jueces vas pensando en qué hacer y tener un plan A y también un B.
–¿Cuál es el peor momento que ha pasado?
–En el programa cinco. Había un doble cocinado, con muchas técnicas e hice dos churros como dos catedrales y eso fue un punto de inflexión. Me sentía deshinchado y vacío, como si no tuviera energía, y ese fue el momento para despertar y despegar.
–¿Y el mejor momento?
–Con la tarta de boda y la taza de chocolate, porque ahí descubrí una pasión dentro de esta pasión, y es la repostería.
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