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El órdago que Pablo Iglesias lanzó el pasado 15 de marzo, cuando abandonó el Gobierno para disputar las elecciones madrileñas a Isabel Díaz Ayuso, era una apuesta arriesgada que le ha acabado costando su futuro político. Tras constatar que los 10 escaños conseguidos el ... 4-, tres más que en 2019, eran insuficientes para cumplir el objetivo de frenar a la derecha y que su partido quedaba relegado al quinto puesto, el histórico secretario general de los morados anunció este martes que deja todos sus cargos. «Hemos fracasado», afirmó rotundamente tras otra noche electoral amarga.
Pese a que los morados mejoran sus resultados respecto a las anteriores autonómicas, Iglesias convocó de urgencia a la Ejecutiva del partido conforme el escrutinio confirmaba la victoria abrumadora del Partido Popular. «En esta campaña me he convertido en un chivo expiatorio. Creo que es evidente que a día de hoy no soy una figura política que pueda contribuir a mi partido», admitió.
Lo que si ha evitado, en cambio, la inesperada irrupción de Iglesias en la arena madrileña fue lo que podía haberse convertido en un varapalo mayor, más si se tiene en cuenta las implicaciones simbólicas que la región tiene para la formación, nacida en el barrio de Lavapiés al calor de un grupo de profesores de la Universidad Complutense. Las encuestas internas que por aquellos días manejaba el partido morado preveían que su representación en la Asamblea de Madrid estuviera en peligro al no superar el umbral del 5% de los votos necesario para obtener representación.
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Iglesias basó su campaña en dos ejes principales: el choque frontal contra Ayuso y el veto a hacer fuego amigo contra PSOE y Más Madrid. Primero propuso a estos últimos una candidatura conjunta cuyo liderazgo dependiera de unas primarias organizadas entre los dos partidos, algo que fue rechazado tajanteme por su candidata, Mónica García. «Las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio», recibió por respuesta.
Después Iglesias planteó las elecciones como un plebiscito entre «fascimo o democracia». A esta estrategia se sumaron también PSOE y Más Madrid después de que la candidata de los de Santiago Abascal, Rocío Monasterio, dudara de la veracidad de las amenazas de muerte recibidas por el candidato de Unidas Podemos, lo que dio un giro total a la campaña.
Se buscaba alcanzar una gran participación. «Que hable la mayoría», rezaba su eslógan. Sin embargo, con un récord de presencia en los colegios electorales, se ha acabado con el mito de que la movilización beneficia principalmetne a la izquierda.
Ahora se abre un futuro incierto para el histórico líder. «Mi profesión es ser profesor universitario. Y me gustaría retomar mi experiencia con el periodismo crítico», desveló durante la campaña electoral. Para la formación morada, las elecciones madrileñas también suponen un cambio de ciclo con la vista puesta en el relevo de Yolanda Díaz, que fue señalada por Iglesias el mismo día en que este anunció su salida del Ejecutivo. El relevo se producirá antes de las próximas generales, donde se verá si el partido morado es capaz de revertir la dinámica negativa que afecta a la formación. «Pienso que Yolanda puede ser la próxima presidenta del Gobierno», defendió Iglesias.
El ex jefe del Estado Mayor de la Defensa, Julio Rodríguez, número 11 de la candidatura de Unidas Podemos a la Asamblea de Madrid, ha roto finalmente el 'gafe' que le persigue desde que en 2015 entró en Podemos, que era quedarse a las puertas de salir elegido por los votantes en unas elecciones.
Rodríguez, de 63 años, llegó a Podemos en 2015 y su fichaje causó expectación por su condición de general y haber ostentado el mayo rango de la Defensa, después del Rey, durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Luego, el Ejecutivo de Mariano Rajoy le echó del Ejército «por actuar de forma partidista con sus manifestaciones» y aparecer con su uniforme en el nuevo partido. Al quedarse en situación de retiro, se presentó a las elecciones del 20 de diciembre de 2015 al Congreso de los Diputados como número 2 por Zaragoza y no logró ser elegido. Tampoco logró revalidar en las elecciones generales repetidas del 26 de junio el segundo escaño que Podemos había conseguido en Almería medio año antes, pese a que este vez ya fueron junto a Izquierda Unida.
Pese a estos dos fracasos, Iglesias siguió confiando en el y lo lanzó como secretario de Podemos en Madrid. Su trabajó no lució y además quedó manchado por la decisión de la alcaldesa, Manuela Carmena, y de su círculo más cercano de concejales de Podemos de no permitirle entrar en la lista de las elecciones municipales de 2019.
En los últimos 14 meses ha trabajado como jefe de gabinete en la Vicepresidencia segunda y Ministerio de Políticas Sociales y Agenda 2030 con Pablo Iglesias. Tras la decisión de Pablo Iglesias de dar la batalla en Madrid, Julio Rodríguez finalmente se colocó en el undécimo puesto de la papeleta. Podemos ha logrado solo diez escaños, por lo que el gafe se ha cumplido en parte, ya que el abandono por sorpresa de Iglesias, que no recogerá el acta de diputado, le mete directamente en el Parlamento regional.
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