Siete diputados menos para un grupo parlamentario que mengua una convocatoria electoral tras otra, pero que, a diferencia de Ciudadanos, ha demostrado tener un suelo consolidado. Pese al retroceso experimentado, Unidas Podemos puede consolarse por el hecho de que, aunque con menos fuerza para ... presentar exigencias en una supuesta renegociación con el PSOE, sigue siendo una de las piezas fundamentales para garantizar la gobernabilidad y, al menos en un futuro próximo, evitar unas nuevas generales. Serían las terceras en un año, algo más que difícil de explicar ante un electorado más que hastiado.
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Pablo Iglesias es consciente de que, una vez desaparecida la posibilidad de conformar una mayoría absoluta con Ciudadanos y Albert Rivera, Pedro Sánchez solo tiene dos cartas que jugar. O el PSOE pacta con Podemos o con el PP, se zanja en el cuartel general de la formación morada. El candidato de la coalición izquierdista ya ha tendido la mano a su homólogo socialista para retomar las conversaciones y dejar atrás los desagravios mutuos del verano, incluido el veto a que el propio Iglesias ocupe una vicepresidencia. En su discurso de la noche electoral, el líder podemista se apresuró a señalar que solo un Gobierno de coalición progresista servirá como antídoto ante el avance de la ultraderecha, que para Podemos no solo representa Vox, sino también amplios sectores del Partido Popular de Pablo Casado.
Pese a la distancia y el cambio de escenario respecto a junio de 2016, los cálculos de Iglesias no son tan distintos. El profesor universitario y politólogo confía en colocar al PSOE entre la espada y la pared. Sin medias tintas. O Sánchez elige a la izquierda o la derecha. Y si opta por esta última opción, Iglesias ya ha aventurado que los socialistas no volverían a gobernar en España, con el beneficio añadido a la larga para Unidas Podemos. De hecho, si por algo se ha caracterizado el secretario general podemista desde que dio el saltó a la política nacional ha sido por su cortejo a las bases del PSOE, cuyo culmen se produjo en la campaña de 2016 cuando renunció a su etiqueta de comunista para erigirse en un convencido socialista. La principal diferencia es que hace tres años era Iglesias el que aspiraba a dirigir el Ejecutivo y ahora se conforma con un reparto proporcional del Consejo de Ministros.
Si las negociaciones finalmente se retoman, no será en ningún caso donde se rompieron el pasado julio. Entonces, el PSOE ofreció a Unidas Podemos una vicepresidencia social para Irene Montero y los ministerios de Vivienda y Economía Social; Sanidad, Asuntos Sociales y Consumo; e Igualdad. Pero Iglesias y los suyos rechazaron la propuesta porque, justificaron, cada uno de los departamentos que dirigirían estaban vacíos de competencias. No son pocos los que creen que se han arrepentido desde entonces.
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Pese a los intentos de Unidas Podemos de retomar la negociación en ese punto tras la investidura fallida de Sánchez, el PSOE se cerró en banda a considerar de nuevo un Gobierno de coalición. Y de volver a sopesar esta posibilidad de nuevo, parece de lo más improbable que volviera a presentar a la coalición morada la misma oferta cuando esta se encuentra mucho más debilitada. Otra cosa es lo que acepte Unidas Podemos, cuyos dirigentes creen que la única manera de cerrar la sangría de votos elección tras elección es demostrar que no solo pueden gobernar, sino que pueden hacerlo mejor que los demás. La fórmula defendida por Iglesias durante la campaña es para el infalible: unir la experiencia del PSOE a la valentía de Unidas Podemos. La cuestión radica en cuánto está dispuesto a ceder Sánchez para, a la tercera, sacar adelante una investidura que se le resiste.
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Alberto Garzón fue este lunes el único dirigente de Unidas Podemos que compareció ante los medios para valorar los resultados electorales. El coordinador federal de IU, como ya hizo en verano, destacó que deben de estudiarse todas las posibilidades para formar un Gobierno de izquierda. Según Garzón, la coalición y la presencia de miembros de Unidas Podemos en el Ejecutivo no debe de ser una línea roja en la negociación.
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