Las diez noticias imprescindibles de Burgos este jueves 23 de enero

La economía española ha mantenido en el primer trimestre de 2019 el notable diferencial de crecimiento con respecto a la eurozona que ya había exhibido en los dos últimos trimestres del pasado año, aparentemente inmune a la brusca desaceleración que sufre esta. La explicación se ... encuentra en el dinamismo de nuestra demanda interna, empujada por varias fuerzas, entre ellas la caída de la tasa de ahorro de los hogares y el impulso a las rentas derivado de las subidas de las pensiones y de los salarios públicos (a costa de un mayor déficit estructural). Otra fuerza es el ciclo inmobiliario, que sigue su propia dinámica y probablemente mantendrá su impulso durante algún tiempo. Las exportaciones, sin embargo, han presentado un tono de debilidad que se prevé continuará todo este año.

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Se trata, por tanto, de un crecimiento que, en la medida en que depende del deterioro de la situación financiera de los hogares y del déficit público, comienza a tener rasgos menos saludables que en los años anteriores. Dichos elementos no van a ser por sí mismos desencadenantes de una recesión, ya que todavía no se han generado desequilibrios (el endeudamiento de los hogares está en niveles sostenibles, no hay burbujas, el sistema financiero está saneado y, pese al reciente aumento de los costes laborales unitarios, todavía no se ha perdido competitividad en costes). No obstante, la capacidad para sostener el ritmo de crecimiento sustentado sobre dichos factores es cada vez más limitada, lo que hace inevitable una desaceleración.

La posibilidad de una recesión existe, pero esta procedería del exterior. La materialización de alguno de los factores de riesgo que planean sobre la economía internacional, como un aterrizaje brusco de la economía china, el agravamiento del deterioro en Europa, la agudización de las tensiones comerciales, un 'brexit' sin acuerdo que genere graves disrupciones o una recesión en EE UU, podrían trasladarse a la economía española a través de la caída de las exportaciones, el aumento de la incertidumbre y la paralización de la inversión. No puede descartarse este escenario, pero si la economía internacional sortea estos obstáculos, a lo que apuntan nuestros fundamentos internos es a una desaceleración.

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