Los candidatos se la juegan a cara o cruz
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Una derrota severa puede desencadenar una crisis de liderazgo en cada una de las principales formaciones, salvo Vox10N ·
Una derrota severa puede desencadenar una crisis de liderazgo en cada una de las principales formaciones, salvo VoxLas urnas dictan sentencia este domingo. Y para alguno de los candidatos podrían poner en riesgo su liderazgo político de producirse una derrota severa. De entre los cinco principales cabezas de lista, solo Santiago Abascal aparenta ser inmune a un mal resultado.
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El secretario ... general socialista tuvo en su mano un Gobierno de coalición con Unidas Podemos que, si bien podría haber sido inestable, le habría garantizado durante un tiempo la permanencia en la Moncloa. No obstante, Sánchez apostó por la repetición electoral. Cuando adoptó la decisión, que no todos en el PSOE compartían, las encuestas soplaban a favor. Pero desde aquel momento a este domingo se ha conocido la sentencia del 'procés' y Cataluña se ha visto envuelta en una ola de violencia, a lo que se suma algún resbalón del candidato, como el de señalar la semana pasada que el Gobierno controlaba la Fiscalía.
A favor de Sánchez juega que todas las encuestas le dan como ganador. En contra, que ninguna le otorga la fuerza necesaria para asegurarse un Gobierno en solitario. Por tanto, deberá entenderse con el PP -vía abstención- o Unidas Podemos. En el peor de los escenarios, el presidente en funciones quedaría como el único culpable de facilitar un Ejecutivo del PP en el que, peor aún, estaría Vox. Sería un golpe del que difícilmente podría recuperarse la carrera política del líder del PSOE quien, pese a gobernar,tiene adversarios íntimos agazapados en el partido.
Los conservadores parten de tan bajo que cualquier subida será celebrada como una victoria. En cualquier caso, las encuestas apuntan a que Casado está muy lejos de poder gobernar. Aunque el candidato del PP se ha rodeado de sus más fieles, la sombra del gallego Alberto Núñez Feijóo es alargada. Incluso la de Soraya Sáenz de Santamaría, retirada a los cuarteles de invierno de la empresa privada desde su derrota en la primarias populares.
El problema para Casado es que el PP es un partido de gobierno, y estar fuera de él, como le ocurre al PSOE, supone un sinfín de turbulencias internas. Ganar 30 escaños podría no ser suficiente para el líder del PP, que recogió el partido tras la marcha de Mariano Rajoy con 137. El desplome que se augura a Ciudadanos es una buena noticia para los conservadores, que durante la campaña han insistido en el voto útil para desalojar a Sánchez de la Moncloa. La mala le viene por el otro lado. Vox, de cumplirse los pronósticos -algo que no sucedió el 28-A- restará un buen número de votos a un PP acostumbrado históricamente al control hegemónico del centro a la extrema derecha.
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Es quien, a priori, tiene el futuro más complicado. El batacazo que auguran las encuestas a los liberales podría llevarse por delante a su líder. Rivera tuvo en su mano tras el 28-A pactar con el PSOE un Gobierno con mayoría absoluta en el que, además, muy probablemente, y a diferencia de lo que le sucedió a Pablo Iglesias, habría sido aceptado como vicepresidente. Su no inamovible a Sánchez le costó una grave crisis interna, cuyo alcance se conocerá este domingo.
Los acuerdos con Vox en Madrid, Andalucía o Murcia, negados una y otra vez desde la Ejecutiva naranja, han levantado en armas al sector más progresista de Ciudadanos, mientras que la reacción del PP le resta por la derecha. Rivera quiere gobernar, pero un pésimo resultado podría precipitar un relevo con el nombre de Inés Arrimadas.
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«Lo primero que haría sería reunir al Consejo Ciudadano, poner mi cargo a su disposición y a partir de ahí plantear que los inscritos tienen que decidir», esto es lo que Iglesias avanzó a este periódico que hará en caso de fracaso electoral. El líder de Podemos no oculta su intención de regresar a la docencia universitaria, al igual que en su partido se da por seguro un relevo, más tarde o más temprano, a cargo de Irene Montero. En cualquier caso, Iglesias no renuncia a la coalición que el PSOE le negó tras el 28-A. Y esta vez no aceptará vetos sobre su persona.
Lo negativo en estas elecciones para Podemos, como en las anteriores, son las disputas internas del pasado, que en el caso de Íñigo Errejón se plasmó en una escisión en toda regla. Si Unidas Podemos logra un resultado que le permita ser trascendental en la configuración del nuevo Gobierno no habría cambio de liderazgo o, incluso de darse, sería de lo más tranquilo. Por el contrario, de caer en la irrelevancia, Unidas Podemos podría saltar por los aires.
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Más aún si el cada vez más amplio sector de IU que reniega de la confluencia se impone ante la dirección que comanda Alberto Garzón, fiel hasta ahora a la alianza firmada en mayo de 2016 mediante el bautizado como 'pacto de los botellines'. Iglesias se enfrenta también, directamente y con un morbo innegable, a Errejón en Madrid. La victoria de uno u otro puede ser decisiva para el futuro del líder de Podemos. No tanto para Errejón, que aún logrando un resultado por debajo de lo esperado dirige un partido a su medida. Como lo era Podemos para Iglesias en 2014.
Si el futuro de Rivera se presenta como el más complicado, el de Abascal es, sin duda, el único que se aventura placentero. Aunque los resultados de abril quedaron por debajo de lo esperado, Vox irrumpió en el Congreso tras décadas sin presencia en el hemiciclo de la ultraderecha. Ahora podría crecer en escaños, y mucho.
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Abascal, reforzado a todos los niveles tras su actuación en el debate electoral del lunes pasado, no tiene adversarios dentro del partido, aún con el importante peso de dirigentes de Vox como Javier Ortega Smith, Rocío Monasterio o Iván Espinosa de los Monteros. Solo un error descomunal demoscópico pondría en aprietos a Abascal ante los suyos.
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