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El PSOE no ganó las elecciones europeas de este domingo. Tampoco las empató, como en los últimos días de la campaña vaticinaban algunos miembros del núcleo duro de su dirección. Quedó a cuatro puntos porcentuales del PP y dos escaños por debajo. Pero el hecho de no haber bajado de las dos barreras psicológicas autoimpuestas, el 30% del voto y los 20 escaños logrados en 2011 (21 tras el Brexit) bastó este lunes a Pedro Sánchez para hacer un análisis optimista y lanzar un mensaje al PP. «Si alguien esperaba adelanto electoral que abandone toda esperanza porque tenemos gobierno progresista para rato», resumió la portavoz de su ejecutiva, Esther Peña.
La política es muy a menudo un juego de expectativas. Y las creadas en los últimos meses por el primer partido de la oposición ha terminado por convertir en un éxito para los socialistas el no haber perdido más que 1,5 puntos respecto a las generales del pasado 23 de julio. «Nuestro objetivo era ganar las elecciones y es verdad que nos hemos quedado a dos escaños», arguyó Peña tras la reunión de la ejecutiva presumida por Sánchez en Ferraz para analizar el escenario. «El del PP era tumbar y arrasar al PSOE y lo único que ha conseguido -ironizó- es que los barones no tumben al señor Feijóo».
Los socialistas aseguran estar «satisfechos» por haber remontado hasta «once puntos», dicen, respecto a «algunos sondeos» publicados antes de las elecciones catalanas del 12 de mayo, donde sostienen que comenzó su claro despegue. «Resistir es una forma de ganar«, alegan. Con todo, sí admiten que los resultados tienen sus aristas. El PP ha vencido en todas las comunidades autónomas menos en Cataluña, País Vasco, Navarra y Canarias. De los dos tradicionales pilares sobre los que el PSOE cimentó tradicionalmente sus victorias, el andaluz ha vuelto a fallar. La distancia que en Andalucía sacan los populares es de más de cinco puntos, por encima de la media nacional.
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Fuentes del PSOE aseguran, no obstante, que su principal preocupación está en Madrid, donde el principal partido de la oposición les sacó doce puntos (40% frente al 28%) y 350.000 votos, prácticamente la mitad de su ventaja en el conjunto de España, que se acercó a los 700.000 votos. La Comunidad de Madrid lleva años siendo un agujero negro para los socialistas que no han sido capaces de consolidar ningún liderazgo ni aglutinar verdaderamente al partido. No es nada nuevo. Pero la relación entre Ferraz y el actual líder regional de la organización, Juan Lobato, es tensa. Y el hecho de que la dirección haya querido trasladar que está en su punto de mira tiene relevancia.
El otro elemento de preocupación es la situación en la que queda Sumar, que ha ido perdiendo fuelle en todos los procesos electorales celebrados este año, hasta el punto de que Yolanda Díaz anunció este mediodía que, a modo de asunción de responsabilidades, abandona los cargos orgánicos de la formación, aunque seguirá como vicepresidenta segunda del Ejecutivo.
El socio minoritario de la coalición -que con 845.585 votos quedó solo 11.000 por delante de 'Se acabó la fiesta' y a 130.000 de Podemos- ha perdido apoyo ciudadano tanto en beneficio del PSOE como de la candidatura de Irene Montero, y eso es un problema tanto para el objetivo de seguir gobernando como para el de hacerlo tras las próximas generales.
En Ferraz no dan por bueno que su estrategia de voto útil frente a la ultraderecha haya creado un problema a Yolanda Díaz, pero, en cambio, sí creen que la relación con los morados ha pasado factura e instan a ambas fuerzas a unirse de cara a futuros procesos electorales. «Las cuitas internas que se queden ahí porque hay que ser conscientes de lo que hay al otro lado», esgrimen. "El PSOE quiere una izquierda fuerte y unida a su izquierda, siempre respetaremos su autonomía, pero les animamos a mirar con claridad al frente", abundó Peña.
Con todo, el hecho de resistir mejor que sus aliados, también permitió hoy al PSOE incidir en el mensaje en el que centró toda la campaña, el de que son los únicos que pueden hacer de «dique de contención» de la «internacional ultraderechista». Su relato tiene algunos peros. Lo socialistas consideran al PP «ultraderecha» para acusarle de tensar la vida política del país pero no lo cuentan como tal a la hora de medir cuánto ha crecido el extremismo en España. Juntos, populares, Vox y 'Se acabó la fiesta', de Alvise Pérez, han mejorado la posición de la derecha respecto a 2019 en 22 puntos.
Peña responsabilizó al líder de la oposición del éxito de Pérez, revelación de la jornada. «La alternativa al Gobierno ya no es una alternativa centrista es una alternativa ultraderechista y eso no es una buena noticia. Hay que pregunta al señor Feijóo si le ha merecido la pena porque no voy a repetir los insultos que día a día hemos oído y no puede ser que toda la propuesta sea cuestionar al adversario y cuestionar su legitimidad para gobernar», adujo.
La portavoz llegó a afirmar que Feijóo «que llegó como un moderado se ha develado como un populista ultraderechista confeso» para, a continuación, hacer un llamamiento a bajar el tono. «Hoy ya queremos pedir al PP que pare. Su estrategia es pan para hoy y hambre para mañana. Es legítimo que quiera gobernar pero no es justo para España -arguýó- que quiera hacerlo a cualquier precio».
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