Las diez noticias imprescindibles de Burgos este miércoles 22 de enero

Algunos amigos norteamericanos que viven en California o Nueva York se han registrado como votantes hace tiempo en ciudades del medio Oeste, en previsión de las próximas elecciones presidenciales. Saben que su voto no cambiará nada a no ser que se emita en uno de ... los Estados decisivos, los pocos territorios en los que todavía no se sabe quién ganará. El resto del país tienen ya decantada claramente su preferencia y es como si no contara a la hora de deshacer el empate. La Constitución de 1787 estableció que al presidente lo eligen los representantes que conforman el llamado Colegio Electoral, a su vez nominados de acuerdo a las votaciones en cada Estado, en las que la opción más votada se lleva todos los compromisarios (salvo en Nebraska y en Maine). Estas venerables reglas en la actualidad favorecen al candidato republicano: el voto demócrata se concentra en los Estados muy poblados de las costas. El criterio de población no se refleja de forma proporcional en el número de compromisarios de cada territorio, que recibe como mínimo tres de ellos. Es decir, no se sigue el principio «un ciudadano, un voto». Gracias a este sistema de elección indirecta, Donald Trump es presidente a pesar de haber perdido el voto popular en 2016 por más de tres millones. Pero sumó una mayoría absoluta de compromisarios al ganar en lugares como Iowa, Wisconsin, Michigan o Pensilvania. Ahora aspira a repetir una carambola semejante y, además, anuncia que habrá fraude en el voto por correo, muy utilizado ante la situación de pandemia y aconsejado por los demócratas.

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Joe Biden lidera las encuestas por mas de diez puntos a nivel nacional. Sin embargo, los sondeos reveladores son los de media docena de Estados. El candidato demócrata gana por un margen estrecho en casi todos, pero quedan más de tres semanas, el mismo tiempo en el que Hillary Clinton perdió su ventaja sobre Trump en un grupo casi idéntico de territorios. El presidente, no obstante, se ha convertido en su peor enemigo por la falta de autocontrol en estas semanas caóticas de enfermedad, transgresión y furia. Su única baza es movilizar a todos los suyos y conseguir que no haya una gran participación demócrata.

José M. de Areilza es doctor en Derecho por la Universidad de Harvard, Secretario General de Aspen Institute España, miembro del Colegio de Abogados de Nueva York y profesor de ESADE.

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